(Este artículo fue publicado originalmente en el diario Cinco Días el día 20 de agosto de 2014)
Thomas Edison, el inventor de la
bombilla y fundador de GENERAL ELECTRIC, nunca pisó la universidad pero no dejo de
idear nuevos productos toda su vida, en cambio en su empresa sí trabajó un ingeniero de nombre
Henry Ford que aprendió allí el oficio suficiente como para crear años después
la multinacional del automóvil FORD. Las tres últimas generaciones de la saga
Botín de banqueros españoles se han graduado en economía al mismo tiempo que
situaban al BANCO SANTANDER entre las instituciones financieras más importantes
del mundo. Los hermanos Garrigues, alumnos brillantes de derecho, crean en los años cuarenta del siglo pasado, el
despacho GARRIGUES que hoy, es uno de los más importantes del continente
europeo.
Autodidactas, ingenieros, economistas y abogados han sido
tradicionalmente los empresarios más exitosos y basta con pensar en los
fundadores de ZARA, SONY, MITTAL o APPLE
para ratificarnos en ello. Pero esta
tendencia ha cambiado y se está acelerando una disrupción con la nueva
generación de nativos digitales, llamada a dejar obsoleta a las anteriores, son
los millennials.
En España, este año, el grado
universitario con nota de entrada más alta ha sido la doble titulación
matemáticas con física. El cofundador de Google Sergei Brin es hijo de dos
matemáticos rusos que fueron fichados por universidades americanas y él mismo
se graduó en matemáticas. Una de las operaciones más sonadas en los últimos
años la ha protagonizado Facebook al comprar la tecnólogica Whastapp, fundada
por un ucraniano experto en matemáticas. Hoy sería imposible tener un premio Nobel
en ciencias económicas que no domine la matemática aplicada y los más sonados
fichajes de economistas para las faculty
de las mejores universidades del mundo ya son matemáticos. De hecho una forma
de medir la inserción de una sociedad en la nueva economía es el ratio de
alumnos STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas). En Europa
estamos por el 17%, en Corea del Sur casi el doble.
Pero si la complejidad del mundo
actual exige recurrir al rigor de la aritimética o la algebra, la nueva
sociedad con nuevos valores ha desplazado también el ocio de los directivos del
culto al espíritu al culto al cuerpo. Su tiempo libre se ha convertido en parte
del entrenamiento imprescindible para liderar con éxito las nuevas grandes
empresas. De los presidentes de compañías habituales en la ópera o el ballet hemos pasado a que la lista de participantes
del maratón de Nueva York se confunda con la del FORBES 500. Hoy los ejecutivos
ya no viajan buscando los museos más
prestigiosos sino los restaurantes de moda o las triatlones más exigentes. Es
difícil encontrar un CEO que pinte o componga música porque muchos de ellos se
han convertido en expertos sumilliers, dominan los secretos de la alta cocina y
todos invierten muchas horas de su escaso tiempo libre en interactuar en las
redes sociales.
Los llamados millennials, los
jóvenes nacidos desde finales de los 80, son así pero también tienen un fuerte
compromiso social que los nuevos fundadores de las más exitosas compañías
comparten con ellos. El profesor Manuel Escudero habla de un nuevo paradigma de
justicia social de estos directivos que les hace apostar por la cooperación
frente a la competición, que defienden y aplican la sostenibilidad en sus
empresas además de creer y practicar el poder blando que provoca movilizaciones
masivas y cambios importantes.
En otro cambio de época como el
que estamos viviendo ahora, en el siglo XVIII, el pensador inglés John Locke se
atrevió cuestionar los métodos
educativos de la Universidad de Oxford por su falta de empirismo y defendió
adaptarse a los nuevos tiempos. Hoy, como en aquel momento, solo pervivirán aquellas
escuelas de negocios que sepan reinventarse y asumir que los nuevos directivos ya
no son los del siglo pasado sino emprendedores que crean startups. Internet y por tanto las matemáticas, pero también la cocina, el deporte, el agrotech o la
innovación social son las nuevas disciplinas que los millennials están empezando a aplicar en las empresas. Toca, por
tanto, desde la educación ejecutiva, evolucionar como lo están haciendo los negocios
en todo el mundo, para seguir siendo útil.
Iñaki Ortega es doctor en economía
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