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lunes, 8 de julio de 2024

Hasta el último minuto

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el día 8 de julio de 2024)


No rendirse hasta el final, en el deporte y en la vida. Ahora que nos hemos reconciliado con la selección española gracias a sus éxitos en la Eurocopa de fútbol, hemos comprobado la importancia de luchar hasta que se acabe el tiempo. Alemania empató a un minuto del final cuando nos veíamos ya ganadores. En la prórroga, también cuando faltaba un minuto, marcamos el gol de la victoria a una escuadra germana que nos había tenido contra las cuerdas en este tiempo extra. Exactamente igual en los siguiente partidos contra Francia e Inglaterra 

Los profesores consumimos mucho tiempo en explicar conceptos complejos que en ocasiones el deporte lo hace de una manera magistralmente sencilla por ser muy gráfica. Esa imagen de la euforia en el minuto 119 por el gol de Mikel Merino contrasta con la desolación de los españoles en Stuttgart tras el testarazo del empate de Wirtz en el minuto 89. Esa es la resiliencia que en mi asignatura de Dirección de Empresas les transmito a mis alumnos, me doy cuenta ahora que con demasiada palabrería. Dos pantallazos de los cuartos de final de un campeonato de fútbol permiten entender mucho mejor el atributo tan buscado para cualquier directivo que una hora de clase universitaria.

Resiliencia que no resilencia, proviene del latín resilio, volver atrás o rebotar. Y no es otra cosa que la capacidad de recuperación que tiene el ser humano ante una situación adversa. En física, es la cualidad de un material para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido. Lo malo puede pasar (un gol inesperado) pero si te repones y aguantas podrás vencer. Resiliencia no es únicamente no rendirse sino tener la fe de que puedes triunfar.

Otra imagen del deporte nos puede ayudar a entender de lo que hablamos. Un estadio de fútbol empieza a vaciarse a unos minutos del final del partido porque el equipo local va perdiendo. Imposible remontar un marcador en contra, pero muy posible evitar el atasco si se abandona el campo antes de que todo el mundo salga. El pragmatismo es lo contrario a la resiliencia. La lógica dice que no es posible, la capacidad de los directivos entrenados para superar las adversidades hace que las cosas pasen.

Por algunas de estas cosas ha estado resiliencia en los últimos años como candidata a la palabra del año. Parece como que los mas importantes diccionarios del mundo querían rendir homenaje a cómo hemos demostrado nuestra capacidad de aguantar una crisis como la de la pandemia y un ataque despiadado de la inflación en las economías familiares. Yo me permitiría añadir, esta semana que las pymes españolas se han quejado de la espiral de costes, cargas burocráticas y fiscales que sufren en los últimos años, que los pequeños negocios merecen ser incluidos en este aplauso por ser resilientes ante la coyuntura que padecen. Necesitamos que aguanten hasta el último minuto porque si lo hacen podrán darle la vuelta al partido. Nos va la vida en ello como economía y como país.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

jueves, 2 de diciembre de 2021

La palabra del año para Cambridge (y para la economía española)

(Este artículo se publicó originalmente en el diario La Información el día 30 de noviembre de 2021)


Los diccionarios por estas fechas eligen una palabra que acumula méritos para ser considerada la del año. Oxford busca siempre un término o significado nuevo, Cambridge que se haya buscado mucho en su diccionario online y en España, la Fundeu prioriza que forme parte del debate social de ese año. Palabras como confinamiento, cuarentena o posverdad han tenido ese honor en los últimos tiempos.

Este año Cambridge nos ha sorprendido eligiendo a la perseverancia. Ni vacuna, ni criptomonedas y tampoco apagón se han buscado tanto como el nombre de la misión espacial a Marte. Las búsquedas de la palabra se dispararon después de que el vehículo de nombre Perseverance hiciera su descenso al planeta rojo el 18 de febrero del 2021. En la página web de Cambridge se ha encontrado más de 243.000 veces durante 2021. El diccionario inglés ha definido estos días la perseverancia como "el esfuerzo continuado para hacer o conseguir algo, incluso cuando esto es difícil o lleva mucho tiempo". Los expertos han explicado que es normal lo que ha sucedido con esa palabra porque perseverancia no es una palabra común y los usuarios del diccionario, estudiantes de inglés en su mayoría, han debido de buscarla para entender su significado. Pero lo más interesante de la elección de la palabra este año es que los editores consideraron que era perfecta dados los desafíos a los que se ha enfrentado el mundo en 2021. "Al igual que se necesita perseverancia para hacer aterrizar una nave en Marte, se necesita para afrontar los retos y la interrupción de nuestras vidas a causa de Covid-19, los desastres climáticos, la inestabilidad política y los conflictos".

Por mucho que la NASA usase perseverance para bautizar su misión a Marte, es una palabra de origen latino, en concreto del verbo perseverare. En español y para la RAE es la acción de mantenerse constante en la prosecución de lo comenzado, en una actitud o en una opinión. Por eso, aunque nadie me lo ha pedido, me atrevo a considerarla la palabra del año también para la economía española.

Perseverancia para lograr los fondos europeos y que no pasen de largo -como en los años 40 del siglo pasado el plan Marshall- porque no cumplíamos las condiciones que puso el general americano. Ahora Next Generation son 140.000 millones de euros de los cuales 72.000 millones en subvenciones no reembolsables y 68.000 en créditos, pero sobre todo es un 11 por ciento del PIB de nuestro país y el doble de fondos que hemos recibido en los últimos seis años. Unas ayudas claves para un nuevo modelo económico que nos permita competir y crear empleo sostenible en el tiempo. Pero que exigen constancia de nuestro tejido, a la vista de los retrasos, pero también de los gestores europeos para no desesperarse ante las batallas de los socios del gobierno español.

Perseverancia para vencer a la inflación a pesar de las decisiones políticas que han elevado la factura de las pensiones o la incapacidad para frenar la escalada de los precios de la energía que ya se ha trasladado a los costes industriales con parones y cierres de la actividad en sectores como la automoción o la construcción.

Perseverancia para superar la crisis de suministros porque no somos soberanos desde un punto de vista industrial y nadie pensó en ello en los últimos treinta años. Sin factorías de microchips o de baterías, pero importando provisiones de manera sistemática, estamos condenados a depender del tablero de la geopolítica global en el que no somos nadie.

Perseverancia para que la reconstrucción no pase exclusivamente por los fondos europeos, ni por planes gubernamentales o por sofisticados proyectos privados que necesitan al BOE sino por cientos de miles de talentos que trabajen y emprendan en nuestro país. Por acciones concertadas que democraticen el acceso a las tecnologías emergentes también a las pymes. Con estrategias publico-privadas para tener más españoles preparados, respetados y admirados; más emprendedores e innovadores que hagan grandes nuestras empresas y nuestro país.

Perseverancia para no caer en el enfrentamiento y mantener los acuerdos que nos han hecho disfrutar del mayor periodo de prosperidad en la historia de nuestro país. O fuerza suficiente para que nuestra democracia no caiga ante los ataques populistas y nacionalistas. Si prefieren, persistencia para no caer en la trampa de reformar nuestra carta magna que ha hecho posible que seamos uno de los mejores países del mundo para vivir. En definitiva, mantener el rumbo de los acuerdos entre diferentes, sean políticos o empresarios y sindicatos, para reconstruir juntos la España que nos ha dejado la pandemia.

Gracias, por tanto, a la NASA por habernos dado, sin querer, una lección de economía y demostrarnos que, sí a Marte se puede llegar con un coche de nombre perseverancia, también podemos llegar a tiempo para firmar en Bruselas las reformas que hagan posible la llegada de esos fondos europeos que cambiarán el destino de nuestro país.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)

lunes, 4 de mayo de 2015

Los hackers buenos

(este artículo fue publicado originalmente en los periódico El Norte e Castilla y el Hoy de Extremadura los días 3 y 4 de mayo de 2015)

Los inversores privados que con su saber hacer y capital ayudan a los emprendedores son los llamados
business angels. Toman la forma “angelical” en contraste con los tiburones financieros que en las diferentes crisis financieras con sus ansias especulativas arruinaron a ahorradores y empresas. El término hacker del inglés “piratear”, necesita también una actualización porque cada vez son más los tecnólogos que están pasando de la informalidad de piratear como diversión a la defensa cibernética activa: son los hackers angels.

Porque es ya una realidad que los ciberdelitos acechan a las empresas. Cada vez son más frecuentes las informaciones relacionadas con ataques cibernéticos que sufren grandes empresas y organismos internacionales. Esas son solo las noticias más llamativas, pero lo cierto es que la mayor parte de los ataques informáticos se dirigen a las pymes, solo en España sufrimos  más de 70.000 agresiones cibernéticas en 2014, ostentando el triste honor de ser el tercer país del mundo en esta estadísitca.  Muchas de las empresas “asaltadas” comparten una misma característica: pequeños negocios cuya actividad está en la red y su  tamaño les impide estar alerta de las herramientas que les permiten defenderse de un ataque.

Si hoy en día cualquier negocio de los llamados tradicionales está protegido por alarmas o cámaras de vigilancia, debería tener el mismo sentido que aquellas empresas con exposición digital y en cuyas bases de datos disponen de información confidencial tuvieran las barreras y la ayuda adecuada frente a las nuevas formas de delincuencia informática.

La falta de inversión en seguridad informática por parte de las empresas menos grandes, tenga de ello la culpa la crisis o no es un hecho. A día de hoy muchas empresas están desprotegidas ante acciones de piratas informáticos y de sus programas maliciosos (badwares).   Es por esto que a los conocidos nichos de negocio para los innovadores y las nuevas empresas de base tecnológica, como son el internet de las cosas, la movilidad o la robótica, hemos de incluir ahora todo lo relativo a la ciberseguridad. 

La tecnología está generado agujeros de seguridad, en una pelea permanente en la que las empresas van por detrás de los delincuentes. Es importante que las pymes sean conscientes de los graves riesgos que les acechan y que tomen las precauciones oportunas para mantener a los ciberdelincuentes a raya con los hackers “buenos” de su parte


Iñaki Ortega, es director de Deusto Business School en Madrid