viernes, 17 de diciembre de 2021

El huevo de la serpiente

 

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 13 de diciembre de 2021)


No tengo muy claro si hay un hábitat idóneo para las serpientes y menos en qué parte de nuestro país se crían con más facilidad. La zoología no es lo mío, pero cuando la semana pasada observé la manifestación en contra del niño de Canet no tuve duda alguna: ahí había un huevo de serpiente. En 1977 el genial director de cine, Ingmar Bergman, estrenó la película “El huevo de la serpiente” ambientada en los años previos a la llegada del poder de Hitler. En una escena, uno de los personajes, el Dr. Vergerus dice «cualquiera puede ver el futuro, es como un huevo de serpiente. A través de la fina membrana se puede distinguir un reptil ya formado». Solo es cuestión de tiempo, y de un inofensivo zigoto, surgirá un peligroso reptil. La película anticipa lo que finalmente sucede en Alemania una década después que no es otra cosa que el régimen nazi que tanto dolor trajo. Pero en los años veinte ya podía preverse porque los huevos de la serpiente ya estaban dispersos por toda Alemania. No se hizo nada.

 

La serpiente ha servido en el cristianismo para representar el mal, precisamente porque en la cultura popular un ofidio supone un gran peligro por su venenosa mordedura. Nadie, en su sano juicio, en esta parte del mundo permite que una serpiente anide en su casa o que deje sus huevos para que en poco tiempo nazcan nuevas culebras. No domino la cría de las serpientes, pero sí he vivido en primera persona durante muchos años las consecuencias de minusvalorar el terrorismo de ETA que tenía por símbolo una serpiente. Los mismos que empezaban acosando con manifestaciones en frente de casas como la mía, seguían poniendo pintadas con insultos para acabar tirando piedras cuando no balas 9 mm parabellum.

 

No he visto nunca un huevo de una serpiente, pero he visto muchas veces en el País Vasco el mismo odio que en las caras de los manifestantes de Canet. ¿Cómo un inocente niño de cinco años puede llevar a la ira a tantas personas? ¿Qué clase de fanatismo es capaz de movilizar a ciudadanos y representantes del pueblo para acosar a un menor? ¿tan poco conocemos la historia reciente de nuestro país o de Europa para no darnos cuenta de que la semilla del odio ya ha germinado y es preciso actuar?

 

Nunca me ha mordido una serpiente, pero sí he sentido en mis carnes el pánico al fanatismo terrorista y me hago una idea de lo qué sentirán ahora mismo los padres del niño de Canet. Ese miedo que miles de familias catalanas van a tener a partir de ahora cuando tengan que tomar la valiente decisión de reclamar el derecho a que sus hijos estudien en el idioma del país en el que viven. La inquina de unos, el terror de otros y mientras tantos los huevos a punto de romperse porque la serpiente ya ha crecido lo suficiente.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)

 

 


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