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sábado, 18 de diciembre de 2021

California en el Mediterráneo

(este artículo se publicó originalmente en el periódico La Verdad de Murcia el día 18 de diciembre de 2021)


El día 10 de noviembre en Madrid volvió a escucharse el clamor de la mitad de España que reclama un corredor a la altura de la riqueza que se genera en las comunidades que recorre, uno de cada dos euros del país. Ese día también se puso de manifiesto que Murcia es el cuello de botella para disponer de una línea ferroviaria desde La Junquera hasta Algeciras. Habrá que esperar hasta 2025 para que ese flujo de riqueza recorra el Mediterráneo español porque en Murcia, como en las viejas películas del Oeste, las vías -inopinadamente- están sin terminar y solo queda polvo por delante.

Pero, décadas de retrasos no pueden nublarnos la vista, y Murcia está hoy en la mejor posición para ser el corazón de ese corredor de prosperidad. La calidad y cantidad de las empresas con base en la región, la apertura al mundo de su tejido productivo, el talento STEM egresado en sus universidades y un marco fiscal favorable a la inversión acompañado de una envidiable calidad de vida. 

El caso de California en Estados Unidos puede ayudar a inspirar a Murcia en estos momentos de zozobra. De hecho, ya son muchos economistas que hablan de que el desempeño del estado californiano está detrás de la ambición económica del mandato del presidente norteamericano, Joe Biden. En el primer trimestre de 2021, la economía estadounidense creció el 6,4 por ciento (el ritmo más acelerado desde 1984), debido al estímulo monetario y fiscal. Un componente fundamental es el poderío en investigación para respaldar la innovación en sectores de crecimiento globales. Estos sectores son los que impulsan el crecimiento de la productividad, crean empleos de calidad y alimentan las exportaciones y la creación de riqueza de todo Estados Unidos. En este sentido no puede olvidarse que California ha liderado la innovación global desde la Segunda Guerra Mundial. Es sede de un sistema universitario de primera con universidades de referencia mundial y seis laboratorios federales de investigación, junto con cientos privados. Los indicadores así lo demuestran. En 2020, más de 440.000 californianos iniciaron una nueva empresa, un 22 por ciento más que en 2019. Asimismo, y son datos de la consultora McKinsey, en 2020 la mitad de toda la financiación de capital de riesgo del país fue a California. De aproximadamente 750 rondas de financiación de capital riesgo superiores a los 1.000 millones de dólares, casi el 70 por ciento han sido en California. Y cerca del 80 por ciento de las startups americanas valoradas en más de 10.000 millones de dólares están radicadas en la zona de San Francisco. Por si fuera poco, Silicon Valley sigue siendo la mayor concentración de empresas de éxito siendo la sede de Google, Facebook, Intel o Apple entre otras muchas. De nuevo el poder de la acumulación.

Pero no siempre fue así. Durante décadas ni siquiera llegaban los trenes y si lo hacían era tras muchas penalidades. El impulso nace a inicios del siglo XX, cuando desde la Universidad de Stanford se promovió una agrupación de empresas de base tecnológica, frente a la tradicional ubicación de la costa Este de Estados Unidos. La acción orquestada de universidades, gobiernos y empresas obró el milagro en apenas unas décadas.

Desde Murcia no podemos convertirnos de la noche a la mañana en California, pero con una ambiciosa promoción del espíritu emprendedor que ya ha conseguido grandes logros en sectores locales como la industria agroalimentaria; con una mentalidad startup en nuestras compañías; buscando la colaboración con las provincias limítrofes en sectores como el calzado, juguete, muebles o logística pero también en inteligencia artificial o turismo sostenible; evitando los colapsos administrativos y apostando por la trasformación digital y la sostenibilidad favoreceríamos este milagro.

Estamos lejos de tener el PIB de California, que es más del doble que toda España, pero tenemos similitudes sobre la que apalancarnos, por ejemplo, una agricultura eficiente que ha abrazado la tecnología para ser más productiva o una aglomeración en el entorno de 60 kilómetros que nos permite ser el tercer mayor cinturón poblacional en España. A California se le conoce como el estado dorado por las horas de sol que disfrutan, tantas como las de Murcia, una oportunidad que ya se está aplicando por emprendedores murcianos con ambición global para producir y exportar energía limpia y que in incluso permitirá convertir a esta parte de España en la capital del hidrogeno verde que descarbonizará la industria europea.

Tenemos que aprovechar que hoy la tecnología nos permite mirar más allá de nuestras fronteras, trabajar a distancia, asumir con naturalidad la irreverencia de las nuevas generaciones, encontrar valor en los datos o competir con cualquiera. Y además abrirnos más al mundo con políticas migratorias capaces de atraer el talento global. Por si alguien no lo sabe, es obligado recordar que aproximadamente la mitad de todas las empresas del Fortune500 en Estados Unidos fueron fundadas por inmigrantes o por sus vástagos. California se ha beneficiado enormemente de su liderazgo en la economía de la innovación en el pasado ¿por qué no Murcia pueden hacerlo usando todas las palancas que acabamos de citar?

En los westerns el tren se para porque no había ya más vías sobre las que circular, unas veces porque los indios impiden las obras otras porque el dinero de los vaqueros se acaba, pero siempre acaba lográndose el milagro y el convoy llegaba hasta una California que entonces era un erial. Ese mismo Estado que hoy es la quinta economía del mundo. Ojalá que este corredor acabe también con final feliz, convirtiéndonos en la California del Mediterráneo. Está en nuestra mano.

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)

Eduardo de San Nicolás es ingeniero industrial y jefe de estrategia e innovación en SOLTEC

domingo, 30 de diciembre de 2018

La Constitución, "alma mater" de nuestra economía


(este artículo se publicó originalmente el día 27 de diciembre de 2018 en el diario La Información en la columna #serendipias)

Diciembre empezó con la misma protagonista que ahora termina: la Constitución. Las Cortes Generales, en los primeros días del último mes del año, celebraron el 40 aniversario de la Constitución Española con el boato que exige esta efeméride. No faltó ninguno de los grandes promotores de nuestra Carta Magna entre ellos el Rey Juan Carlos e incluso muchos de los que minusvaloran la importancia de la ley de leyes no se perdieron esta cita. Los españoles pudimos recordar con orgullo como la concordia presidió esos años de la Transición y el acuerdo entre diferentes permitió sentar las bases para conseguir el mayor grado de bienestar que nunca había gozado nuestro país en su historia.

Pero unas semanas después se apagó de golpe el eco de ese aniversario; la Constitución se convirtió repentinamente en un molesto recuerdo para los que necesitan imponer la imagen de una España que maltrata a la periferia. El 21-D en Barcelona metió en una jaula de Faraday la Constitución del 78 para que nada recordase que nuestra norma fundamental fue pactada por las derechas y las izquierdas amén de reconocer las aspiraciones de descentralización y autonomía de millones de españoles. El comunicado firmado por los presidente del Gobierno y de la Generalitat no solo habló de un “conflicto” sino que eliminó, apenas unos días después del 40 aniversario, la mención a la Constitución por un genérico “seguridad jurídica”. El mensaje del Rey Felipe VI en Nochebuena ha vuelto a poner en su lugar a la Constitución  describiéndola como “la obra más valiosa de nuestra democracia y el mejor legado que podemos confiar a las generaciones más jóvenes”.

En estas fechas cuyo origen reside en un niño que nació hace dos mil años en la intemperie únicamente atendido por unos padres que no encontraban cobijo, me viene a la cabeza con este asunto de nuestra ley, una madre. Es casi imposible en Navidad no tener muy presente a la familia y en especial a las madres. En la educación superior sucede algo parecido y usamos el término “alma mater” para referirnos a la universidad en la que has estudiado, tradición que viene desde el siglo X cuando la universidad más antigua del mundo, la de Bolonia fue creada con el lema “alma mater studiorum”; hoy podemos interpretar esa expresión latina como si la universidad fuese una madre que alimenta (con sus conocimientos) a sus estudiantes. Y por introducir otro dato,  incluso recuerdo que en mi niñez corrió el bulo de que el Presidente Felipe González había llamado a su hija María Constitución. Por todo ello me van a permitir, y presento mis disculpas por ello, que contagiado por el calendario y energizado tras escuchar la noche del 24 de diciembre al Rey, me refiera a nuestra constitución como una “alma mater progressus”. La norma del 78 ha sido como una madre que ha alimentado y permitido que el progreso llegase a nuestro país. Una ley que nutre el desarrollo económico y social patrio.

Una madre pretende dotar de estabilidad a sus hijos. La Constitución ha permitido el mayor periodo de libertad democrática de la historia de nuestro país que no puede desvincularse de la también inédita atracción de capital internacional. Estabilidad que buscan los inversores para confiar sus ahorros en territorios como el nuestro que además ha sabido devolverles la confianza con buenísimos resultados en los mercados de capitales o en los negocios implantados. Estabilidad que necesitan los emprendedores locales para germinar sus ideas y poder escalarlas desde nuestro país a todo el mundo como así lo han hecho estos años de democracia grandes empresas españolas con presencia global y cientos de miles de pymes que sostienen nuestra economía.

Una madre busca siempre el bien común y no discrimina a sus hijos. La idea del bien común tiene una larga historia vinculada a la filosofía, Platón y Aristóteles usaron el término. Tomás de Aquino lo circunscribe al gobierno de las instituciones que han de buscar que se “viva de manera buena”. El economista austriaco Christian Felber habla de una economía del bien común como aquella que beneficia simultáneamente a toda la comunidad y a cada uno de sus miembros. Si echamos un vistazo a la España de los años 70 y la comparamos con la de hoy veremos que el ideal clásico se ha cumplido y la Constitución ha hecho posible un país menos desigual, más longevo, más descentralizado y donde el progreso ha recorrido el país de norte a sur y de este a oeste. Más mujeres trabajando, más universitarios, más propietarios de casas, más ayudas sociales, más seguridad, más inclusión, más lucha contra la corrupción o más vocaciones empresariales son solo algunos ejemplos de ese bien común logrado

Una madre aspira a que sus hijos mejoren y superen a sus padres. La Constitución permite un procedimiento para ser mejorada e incluso sustituida. Ninguna madre quiere sobrevivir a sus hijos y la Constitución tampoco. No es un muro infranqueable simplemente nuestra norma exige que el nivel de consenso sea tan alto como el que la hizo posible. Reta a sus hijos a que sean mejores que ella y en ese momento es cuando tocará ceder el testigo.

Pero una madre también siempre perdona. Y por mucho que algunos defiendan su derogación e incluso la acusen de todos los males y hasta luchen contra ella, las madres (la Constitución), nunca abandonan a sus hijos y su casa (las prerrogativas constitucionales) está permanentemente abierta para que la disfruten sus vástagos sean pródigos o no.

No sin antes disculparme de nuevo por este arrebato paterno-filial navideño, quiero terminar suscribiendo la petición de mi admirada Cayetana Álvarez de Toledo para luchar contra la fascinación de lo negativo en nuestro país y poner luz a los logros de estos años de España constitucional. Cayetana, sin conocer el discurso del Rey de este año, buscaba un Hans Rosling español que ponga negro sobre blanco una serie de indicadores, de modo tan atractivo como el médico sueco lo ha hecho durante años con la web Gapminder y recientemente con su bestseller Factfulness. Cuando se promulgó nuestra ley de leyes la vía para lograr el anhelo de Cayetana (y de paso ayudar al tan necesario reconocimiento de la mater Constitución) era una cuestación popular anunciada en una página del periódico más leído, hoy en la era de internet le llamamos crowdfunding (financiación de muchos).  Lo bueno es que con el crowdfunding pronto nació el crowdsourcing que no pide dinero sino colaboración a los internautas. Yo a esto último me uno, ¿ustedes?

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR.