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miércoles, 13 de diciembre de 2023

Convivir en el mercado laboral

(este artículo se publicó originalmente en la revista The Conversation el 13 de diciembre de 2023)

En la tercera edición del Mapa de Talento Sénior de la Fundación MAPFRE, publicado a finales de 2023, hemos contrastado la realidad laboral de las personas de entre de 55 y 70 años con la de los menores de 30. Con este análisis pretendemos participar en el debate público sobre la situación de ambos colectivos, defendiendo la necesidad de que haya colaboración entre ellos.

Si la economía plateada crece impulsada por el creciente consumo de los séniores, también lo hacen sus aportes al mercado laboral y las transferencias de conocimiento hacia los colectivos más jóvenes. Un motor de riqueza (y empleo) para ambos colectivos.

El gasto en pensiones es un ítem importante dentro del presupuesto público español. Por una parte, por el inevitable cambio demográfico que se viene produciendo desde hace unos años y que se afianza ahora que ya han comenzado a jubilarse los hijos del baby boom y, por la otra, por decisiones políticas destinadas a mantener el nivel de vida de los pensionistas. Estas circunstancias, junto a las dificultades económicas que enfrentan los menores de 30 años –altos niveles de paro, bajos salarios y grandes dificultades para acceder a la vivienda– alimentan la idea de que se está drenando hacia los mayores los recursos de los jóvenes.

También se dice que los mayores impiden que los jóvenes entren en el mercado laboral por su empeño en seguir activos y no retirarse. Esta creencia se basa en la falacia de que el número de empleos en una economía es fijo. El mercado laboral no es un juego de suma cero en el que si una persona encuentra un empleo, otra tiene que perderlo. Más bien al contrario, un aumento de la ocupación genera su propia demanda, incrementa el PIB potencial y supone un acicate para la contratación en todos los estratos de la población.

Al mismo tiempo, los datos en los países de referencia en dinamismo laboral en la OCDE indican una correlación positiva entre la evolución del empleo de los mayores y la de los jóvenes. Corea del Sur, Japón, Nueva Zelanda e Israel tienen las edades de jubilación efectiva más tardías de todos los países de la OCDE –todos por encima de los 70 años– pero también tienen bajas tasas de desempleo juvenil. En cambio, España y Grecia tienen las edades efectivas de jubilación más tempranas y se encuentran entre los de mayor paro juvenil.

Existe la creencia de que apenas hay trabajadores séniores en el mercado laboral español porque la mayoría ya se han retirado. La realidad es que hay más de 4 600 000 séniores trabajando –son el 20 % de la población activa–, dos millones más de los que había en 2008.

Como contraparte, también está la falsa creencia de que el mercado laboral está compuesto mayoritariamente por jóvenes. Lo cierto es que hay 800.000 menos que séniores trabajando. Desde 2008 se han reducido en casi 2 000 000 los menores de 30 años en activo, y suponen un poco más de uno de cada diez trabajadores.

También es un error vincular el fenómeno emprendedor exclusivamente con la juventud. La realidad es muy distinta: hay 1 000 000 de séniores autoempleados frente a algo más de 100 000 jóvenes. Los séniores que optan por ser autónomos son un 23 % del colectivo de mayores. En cambio, los autoempleados de entre 25 y 29 años solamente suponen un 6 % del total de jóvenes presentes en el mercado de trabajo español.

Con los datos que aporta la tercera edición del mapa del talento sénior en España defendemos una serie de actuaciones en materia de políticas públicas, pero también de cambio cultural en las empresas y los ciudadanos. La cuestión es convertir el cambio demográfico hacia una población envejecida en un dividendo para los jóvenes y los propios mayores mediante:

1. Un régimen fiscal amistoso con los séniores que atraiga tanto a profesionales como a jubilados sénior internacionales en busca de un buen entorno en el que envejecer.

2. El impulso de la economía sénior, favoreciendo la creación de empresas y la formación y empleabilidad de profesionales en las áreas de salud, cuidados, turismo, ocio, reformas y promoción inmobiliaria.

3. El fortalecimiento del talento sénior y su permanencia en el mercado laboral. En España, los séniores se forman menos y tienen tasas de actividad hasta 20 puntos por debajo de la media europea.

Iñaki Ortega. Profesor de Dirección de Empresas, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja

Alfonso Jiménez. Profesor asociado, Universidad Europea

Rafael Puyol. Catedrático de Geografía Humana. Presidente de UNIR, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja


viernes, 1 de septiembre de 2023

La vuelta al cole (de la economía)

(este artículo se publicó originalmente en el periódico económico La Información el día 1 de septiembre)


Este año vamos a padecer el arranque del curso escolar más caro de la historia de nuestro país. La vuelta al colegio en septiembre, según la Organización de Consumidores y Usuarios, supondrá de media unos 500 euros por niño. Prácticamente un 30% más que la de 2021. La OCU explica que su cálculo tiene en cuenta los libros de texto (los de aquí son los más caros de Europa) así como los uniformes, calzado, papelería, mochila y estuche. Pero si le sumásemos los gastos de trasporte y comedor, que la OCU no incluye, el resultado sería más dramático aún. Muchos niños han de desplazarse en autobús y quedarse a comer en colegio, y precisamente esos dos capítulos son los que más sufren el alza de precios. La gasolina ha vuelto a los niveles de 2022 que justificaron la bonificación de 20 céntimos por litro que ahora "ni está ni se le espera" Y qué decir de los precios de los alimentos con subidas del aceite, el arroz y las patatas muy por encima del 20%. Quizás con estos datos se entiende mejor la razón por la cual la tasa de natalidad en España sigue cayendo y es que para las familias se ha convertido en una tarea hercúlea sufragar los gastos de crianza. Pero volvamos a la vuelta el cole de este año.

Porque si la economía fuese un niño en edad escolar también se encontraría con tantas dificultades como las familias que ahora repasan incrédulas el presupuesto de sus gastos. La economía española se va a encontrar en septiembre, al mismo tiempo que miles de chavales estrenan sus mochilas, con no pocos problemas que paso a enumerar.

La inflación fuera de control. El Banco de España ya habla de un 3.2% y la subyacente sigue por encima del 6%. La esperanza de tener el IPC en niveles razonables del 2% a  fianales de año se ha esfumado y la sensación es que el alza de precios se ha enquistado o como dicen los anglosajones es tan pegajosa que no hay quien la despegue de las arterias de nuestra economía. Para colmo “el efecto base” de este año ha desaparecido, es decir que ya no calcularemos la subida del IPC en relación con las alzas de hace un año que eran de dos dígitos y por tanto ya no tendremos datos de aparentes bajadas. A partir de ahora nos quedaremos igual o subiremos porque la comparación será con las cifras de los últimos meses del 2022.

Los costes de la deuda desbocados. Las autoridades monetarias no han quitado el pie del acelerador de los tipos de interés. Hay que seguir hasta dominar la inflación y no parece que el final de la subida del precio del dinero esté cerca. En cualquier caso, pase lo que pase en las próximas semanas tras el conclave de Jackson Hole, el rally de las alzas de los tipos por el BCE de los últimos 12 meses será recordado en los libros de historia. En Europa o en Estados Unidos la financiación se está encareciendo para enfriar la economía, cueste lo que cueste. Y esos costes se miden ya en un menor crecimiento por la ausencia de financiación y por tanto menos oportunidades para las empresas. Para las familias un estrangulamiento de sus cuentas por el alza brutal de los costes hipotecarios.

El gasto público en solfa. Bruselas ha cerrado la barra libre y a partir de 2024 los países europeos tendrán que volver a cumplir con las reglas de estabilidad fiscal -suspendidas en su día para facilitar la recuperación pospandemia-. En Europa, con el BCE a la cabeza de la manifestación, ha triunfado la teoría de que tanto gasto público alimenta la espiral inflacionista. Conviene recordar que al día de hoy España no cumpliría con el 3% de déficit y ni mucho menos con la deuda que supera el 60% del PIB. De modo y manera que desde este mismo ejercicio las autoridades europeas nos obligarán a tomar medidas y abandonar los presupuestos expansivos, de otra manera acabarían llegando las sanciones o lo que os peor, paralizandose los planes de Next Generation EU.

Una nueva amenaza de desaceleración. Ya aparecen los números rojos en los análisis de varios institutos económicos españoles. Y es que las señales no son pocas. Las quiebras han aumentado más de un 80% en los dos últimos años, la caída de la producción agraria y de las exportaciones, el enfriamiento del mercado inmobiliario o la debilidad de las cifras de inversión. Al mismo tiempo la facturación empresarial se ha desplomado según el INE y media Europa tiene el PIB estancado anticipando lo que puede pasar a este lado de los Pirineos.

Un mercado laboral dopado por el turismo. Se acaba la temporada alta y los despidos comenzarán, en cambio lo que no será novedad es que seguirá creciendo el subempleo en nuestro país. Empleos de baja calidad que se demuestran con el auge imparable del pluriempleo y las horas trabajadas por debajo que las de hace años a pesar del récord de afiliación a la seguridad social. Por no hablar de los dichosos fijos discontinuos que seguirán en la agenda de este otoño, pese a quien pese.

Me temo que es una mochila muy cargada para este mes de septiembre. Esperemos que la economía española pueda cargar con tanto lastre. Conviene no olvidar que una buena forma física ayuda a cargar peso, pero también que hace años se inventó la mochila con ruedas que facilita enormemente esta tarea.  Dejo a la imaginación del lector si nuestra economía ha sido capaz de muscularse estos años que han trascurrido desde la pandemia o incluso si esas ruedas (ayudas públicas) que aligeran el peso de nuestras debilidades seguirán rodando o no este curso escolar que ahora comienza

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR Y LLYC

lunes, 24 de abril de 2023

Las canas olvidadas

(este artículo se publicó originalmente en El Periódico de Cataluña el día 22 de abril de 2023)

El FMI ha actualizado las previsiones macroeconómicas para España elevando unas décimas el crecimiento del PIB y dejando a la mitad la inflación. Buenas noticias que han ocultado la mención del organismo a nuestro mercado laboral. Según Georgieva seguiremos este año y el siguiente con una tasa desempleo que no bajará del 12% liderando las cifras de paro en Europa. Triste estadística que comparten los jóvenes españoles y los mayores de 55 años, ya que, en ambos, el paro juvenil y el paro senior, es de los más altos del continente.

A la vez que desde Washington se presentaba este informe, en Valencia la empresa Ford, los sindicatos y los gobiernos autonómico y estatal, daban el visto bueno a prejubilar con 53 años a 1124 trabajadores de la compañía de automoción. Fruto de un pacto tripartito, más de mil trabajadores pasarán los siguientes quince años sin trabajar, pero cobrando de la empresa y de la administración hasta que llegue la pensión pública. O lo que es lo mismo, treinta años por delante de ingresos asegurados sin trabajar. En la mayoría de los casos los trabajadores estarán muchos más años cobrando de lo público que años empleados. El caso de esos mil seniors es sintomático de lo que sucede en España con un colectivo de 6.588.873 personas (población entre 55 y 65 años) en el que apenas 3.600.000 están trabajando.

Esta penosa situación, empero, ayuda a poner foco en el camino que nos queda por recorrer. Por ejemplo, alcanzar las cifras de los suecos en tasa de empleo senior del 85% frente al 65% de los españoles, lo que supondría ganancias medidas por el PIB de entre cinco y diez puntos, conforme a estudios citados por el centro de investigación ageingnomics de la Fundación Mapfre. El discurso del ministro Escrivá de alargar la vida laboral, convertido ahora en papel mojado tras el acuerdo de Ford que él mismo ha defendido, pone de actualidad la apuesta de un grupo de docentes -entre los que me encuentro- por el talento senior. Con una legislación que contemple el retiro como un derecho no como un deber, facilite el trabajo -al menos voluntario- por encima de la edad de jubilación, mejore la fórmula para compatibilizar pensión y trabajo, acerque la edad real de salida del trabajo a la edad legal y penalice las jubilaciones anticipadas y las prejubilaciones.

En una suerte de acuerdo colusorio, la empresa y el sindicato UGT con la bendición del Estado han olvidado que la generación de las canas no se agota con los mil prejubilados de Ford, sino que millones de españoles padecen tener una carrera laboral más corta, hasta ocho años, que los suecos o los alemanes. Menos años trabajando es sinónimo de pobreza en la vejez y una mayor probabilidad de morir por el efecto de la soledad.

Para luchar contra el olvido de las canas urge el establecimiento de un gran pacto de país para el fomento del empleo senior que corte de raíz el derroche de talento de los mayores españoles. Este pacto, cuyo compromiso superaría los cinco años, debería firmarse públicamente por los principales representantes políticos, de trabajadores y empresarios. El acuerdo se incorporaría a los programas de gobierno, planes estratégicos empresariales e institucionales de los firmantes.

El gran reto laboral no es retirar con 53 años a empleados con plenas facultades sino trabajar más años, lo cual es posible en todas aquellas ocupaciones focalizadas en el sector terciario o en la servindustria que no demanden un gran esfuerzo físico. 

Al mismo tiempo el trabajo autónomo y el emprendimiento de los seniors ha de fomentarse desde los poderes públicos con atractivas bonificaciones fiscales, ayudas públicas y reducciones de las cuotas de autónomos. Las empresas siguiendo el ejemplo de compañías pioneras de otros lares han de propiciar esta fórmula como vía para alargar la vida laboral de sus antiguos empleados y hacer real “segundas carreras”.

La formación a lo largo de la vida de los trabajadores seniors españoles es una asignatura pendiente que las administraciones, pero también las empresas han de superar. Los datos del Banco de España sobre la distancia de los empleados mayores españoles respecto a sus pares europeos en actividades formativas realizadas, exige una actuación concertada para fomentar con instrumentos públicos nuevos programas de recualificación profesional (reskilling y upskilling)

La prolongación de la actividad exige cambios también culturales. Una nueva mentalidad por parte de todos los actores del mercado laboral para comprender que, en una próxima vida muy cercana a los cien años, la prolongación del trabajo se va a convertir en una necesidad ineludible. En especial los propios mayores han de concienciarse de que por muy atractivo que parezca adelantarse a la edad oficial del retiro, es inviable económicamente y perjudicial para su salud física y emocional, dejar de trabajar con más de treinta años por delante de vida. 

Por último, los seniors se han convertido en el más importante grupo en el campo económico (consumo y patrimonio) y político (censo electoral) pero esta realidad no es conocida por la opinión pública. Una suerte de activismo senior en España inspirado en la exitosa asociación americana de retirados (AARP) promovida desde la sociedad civil, no solo visibilizaría el colectivo, sino que haría inviables actuaciones flagrantemente edadistas. Un reciente experimento del Gobierno Vasco lo ha constatado al mandar a reclutadores idénticos currículos de mayores de 50 años y de menores de esas edades y obtenerse la mitad de entrevistas para los seniors. Propiciar la presencia en la opinión pública de españoles que superan los cincuenta años y siguen aportando a la sociedad con su trabajo en campos como la ciencia, el funcionariado, la docencia o el emprendimiento, ayudaría a desterrar esta discriminación. 

En definitiva, por mucha giga factoría de baterías que cree Ford y que la acabe inaugurando el presidente del Gobierno, es infinitamente más rentable económicamente para el país no olvidar las canas.

 

Iñaki es doctor en economía en La Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y LLYC

miércoles, 30 de noviembre de 2022

Trabajamos menos




 (este artículo se publicó originalmente en The Conversation el día 30 de noviembre de 2022)


Se dice, con razón, que los jóvenes son el futuro de un país, pero los séniores aseguran mejor ese futuro dentro del mercado de trabajo. Además, en España, a la luz de su pirámide demográfica, sin ellos, el futuro de la actividad económica va a estar muy comprometido. Sin embargo, el estudio de la situación del mercado de trabajo en España no es muy edificante para los mayores de 55 años, en comparación con Alemania, Francia, Italia, Polonia, Suecia y Portugal.

Antes de mostrar los resultados del II Mapa de Talento Sénior elaborado por el centro de investigación Ageingnomics, es importante resaltar que, frente a mitificaciones muy extendidas, los mayores no quitan puestos de trabajo a los más jóvenes, sino que ocupan algunos que estos nunca cubrirían por falta de capacitación o experiencia o por su insuficiente número.

Conforme a este estudio, España tiene una de las mayores tasas de desempleo sénior de Europa. La mitad de sus parados mayores son de larga duración y, además, es el país con más paro femenino de mayores. Además, junto a Portugal, España tiene el mayor número de empleos de baja cualificación.

La distancia en tasas de actividad con Suecia, el país a la cabeza en datos de ocupación de trabajadores séniores, es de casi 20 puntos.

En España hay menos séniores trabajando que en el país nórdico, pero también menos que en Alemania y Portugal, lo que supone que, de media, los españoles trabajan casi tres años menos que los portugueses, cuatro menos que los alemanes y están a siete años de distancia de los suecos.

Séniores y emprendedores

Pese a todo, los séniores españoles son los europeos que están más dispuestos a emprender (por oportunidad o por necesidad) y, con Polonia a la cabeza, España es uno de los países donde está más extendido el trabajo por cuenta propia en este colectivo.

Así, cerca de un millón de séniores, que ya suponen uno de cada tres autónomos españoles, ven en el trabajo por cuenta propia una vía para seguir activos.

El informe pone el foco en cómo España podría alcanzar, por ejemplo, la tasa de empleo sénior de Suecia (85 % entre trabajadores de entre 55 y 59 años), muy por encima del cerca del 65 % español, y así conseguir ganancias medidas por el PIB de entre cinco y diez puntos.

En un país en el que la mitad de los nuevos parados son séniores y uno de cada tres parados es mayor de 50 años, urge tomar cartas en el asunto.

A continuación, algunas de nuestras recomendaciones:

  1. Establecimiento de un gran pacto de país para el fomento del empleo sénior que corte de raíz el derroche de talento de los mayores españoles.

  2. Aprobación de una ley orgánica contra el edadismo laboral que mejore la fórmula para compatibilizar pensión y trabajo, penalice las jubilaciones anticipadas y las prejubilaciones y promueva un reconocimiento expreso de los derechos de igualdad generacional

  3. Medición y publicación, por parte de las empresas, de los datos sobre su impacto social no solo en los aspectos medioambientales y de género sino también en lo que concierne a la diversidad generacional.

  4. Fomento, desde las administraciones, del trabajo por cuenta propia y el emprendimiento de los séniores mediante bonificaciones fiscales, ayudas públicas y reducciones de las cuotas de autónomos.

  5. Promoción, desde las instituciones públicas y las empresas, de la formación continua de los trabajadores.

Además, los propios trabajadores séniores deben tomar conciencia de que, por muy atractivo que parezca adelantar la edad oficial de jubilación, es inviable económicamente y perjudicial para su salud física y emocional dejar de trabajar con más de treinta años por delante de vida.

Propiciar la presencia en la escena pública de trabajadores séniores que siguen aportando a la sociedad con su trabajo en campos como la ciencia, el funcionariado, la docencia o el emprendimiento, ayudaría a la tarea de dar una nueva visión de esta etapa vital en la que ha de seguir presente el trabajo remunerado

viernes, 3 de junio de 2022

Hoy no voy a trabajar

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 3 de junio de 2022)


Este lunes, 1.186.000 trabajadores se han quedado en casa. Tienen contrato y cobran por ello, sin embargo, hoy no se han presentado en su puesto de trabajo. La mayoría aducirán que están enfermos, pero 300.000 nunca enseñarán la baja médica. Estos datos se han conocido recientemente gracias al informe de absentismo laboral elaborado por Randstad sobre datos oficiales.

¿Quién no ha fantaseado con una buena excusa para apagar el despertador y quedarse un poco más en la cama? Lo que era habitual en la etapa escolar con trucos como calentar el termómetro para simular fiebre, parece que sigue siendo norma en cientos de miles de españoles. Enfermedades repentinas, accidentes domésticos, citas médicas sobrevenidas, inusitadas averías del coche y cuidado inesperado de abuelas o bebés, están detrás de esas ausencias no justificadas.

Para colmo los días con más faltas en las empresas son los lunes y martes. Que por otra parte son las jornadas que a todos nos cuestan más después de un fin de semana, especialmente, si ha sido intenso. Hoy lunes, forofos madridistas faltarán al trabajo por una ronquera incapacitante o una horrible gastroenteritis. Mañana martes será el turno de las jaquecas de los adictos a dormir pocas horas en beneficio de las teleseries. Cualquier día de la semana laboral es bueno para que se ausente el que sufre el polen de la primavera, aunque no falle a la barbacoa del sábado.

España es el país de la picaresca y lo sabemos desde hace cinco siglos con el Lazarillo de Tormes. En las novelas de ese momento histórico, la miseria obligaba a agudizar el ingenio para poder comer, aunque eso supusiera recurrir al engaño. Todos perdonamos los ardides del pícaro hambriento porque la vida (y los amos) le habían maltratado, pero 400 años después las cosas son muy diferentes.

El absentismo además de profundamente insolidario con el que sí madruga para ir a trabajar, aunque el cuerpo le pida otra cosa, tiene graves consecuencias económicas. Para Madrid Foro Empresarial y Fundación Pons las ausencias no justificadas -dos mil millones de horas de trabajo perdidas- suponen un coste de casi 40.000 millones de euros para la economía patria. O lo que es lo mismo un importe muy similar a lo que el Estado gasta en subsidios por el desempleo y los famosos ERTEs. Si todo el mundo cumpliese con su obligación de ir a trabajar, España podría doblar, por ejemplo, su presupuesto en educación.

Para terminar, qué curioso que según estos informes aquellos lugares en los que menos se enseña la historia de España y su siglo de oro de las letras, como son País Vasco y Navarra, sean las comunidades autónomas con más horas pérdidas en relación con su mano de otra. Al mismo tiempo Cataluña lidera sin ambages la estadística española. A ver si leer El Lazarillo, El Buscón o Guzmán de Alfarache vacuna contra los engaños. No lo creo, pero de ilusión se vive.

Iñaki Ortega es doctor en economía en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y en LLYC

lunes, 5 de octubre de 2020

Nada nuevo, por desgracia

(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 Minutos el día 5 de octubre de 2020)



El mazazo de volver a liderar la clasificación del paro juvenil en Europa ha llevado a este periódico ha etiquetar de generación perdida a los menores de 25 años españoles. No es algo nuevo, por desgracia. Ni nuevo es que España tenga ese desempleo entre los jóvenes ni que en nuestro país se hable de generación perdida. Empecemos por lo primero.

Las rigideces de nuestro mercado laboral junto a un alto grado de abandono escolar -provocado por la abundancia de empleo coyuntural en sectores como la construcción o el turismo- han funcionado como una tormenta perfecta los últimos cuarenta años. De hecho, lo normal ha sido tener cifras del 40 por ciento de desempleo juvenil según la EPA con picos del 47% en 1985 o del 55% en 2012; si repasamos la serie histórica desde 1980 solamente en el trienio 2005-2007 nos hemos situado cerca de la media europea, es decir por debajo del 20%. Tenemos un problema serio que no puede achacarse ni a las recesiones -porque en periodos de expansión la tasa no mejora sustancialmente - ni a la gestión coyuntural de un gobierno -puesto que partidos de una u otra orientación han sufrido ratios por encima del 40%-. Es verdad que en el mandato de Aznar (1996-2004) se consiguió reducir a la mitad los jóvenes sin empleo, pero es la excepción que confirma la regla de cuarenta años de políticas económicas. Europa insiste en las reformas pendientes del mercado laboral y de nuestro sistema educativo, pero, por estos lares, nos entretiene más desenterrar viejos odios que afrontar con valentía nuestras ineficiencias.

Tampoco es novedad considerar pérdida a una cohorte de edad. La teoría generacional que en España ha tenido grandes teóricos como José Ortega y Gasset, nos recuerda que en función de las circunstancias históricas en las que vivas te comportas de un modo determinado. «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo.» dejó escrito el filósofo madrileño en 1914. Casi al mismo tiempo, después de viajar por Francia y España, Ernest Hemingway empezó a usar lo de generación perdida para referirse como tal a los jóvenes americanos que habían luchado en la primera guerra mundial y se habían quedado sin oficio por ello. Desde entonces se ha hablado en demasiadas ocasiones de generaciones perdidas en España: después de la guerra civil con cientos de miles de jóvenes huérfanos y sin futuro por la contienda; tras la crisis de los 80 que truncó el desarrollo profesional de la cohorte más joven que además tuvo que convivir con el momento más cruel del terrorismo etarra; la recesión global del 2008 que dejó a los millennials españoles colgados de la brocha y ahora la pandemia que nadie esperaba vuelve a poner de actualidad el maldito término.

Así es, nada nuevo. Ha pasado un siglo, pero seguimos sin aplicar el consejo de Einstein “No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo”.

 

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR