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martes, 19 de marzo de 2024

Una piedra en el zapato

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 MInutos el 18 de marzo de 2024)


Hace tiempo que no recuerdo un año con tanta guerra y tanto conflicto político aquí y en todo el mundo. Pero mi sorpresa ha sido morrocotuda al leer un estudio sobre las preocupaciones de los directivos empresariales y comprobar que para este colectivo que está tan informado, lo que de verdad le quita el sueño es otra batalla, la del talento.

Puestos sin cubrir por la ausencia de candidatos cualificados; la fuga de los perfiles más demandados en el mercado; la desconexión de muchos empleados con sus empresas, el aumento del absentismo (en especial los lunes); la conflictividad de las relaciones laborales; la incapacidad de sus propias compañías para ofrecer salarios atractivos a los mejores candidatos o los retrasos para contratar fuera por el recrudecimiento de las políticas migratorias son algunos de los pensamientos que llevan al insomnio a los consejeros delegados.

Es verdad que la gestión de personas siempre ha tenido un lugar referente en la agenda los primeros ejecutivos. El alto rendimiento empresarial solo se consigue con equipos y no con individualidades, pero en los últimos años, la atracción de determinados perfiles y lograr el compromiso profesional se ha convertido en una incómoda piedra en el zapato que hace tambalear cualquier plan empresarial. Seguro que esos directivos se preguntan de qué les sirve ser haber escalado posiciones ejecutivas en una empresa si cada día sus empleados son menos productivos, sienten pánico a que su puesto de trabajo sea sustituido por una máquina al mismo tiempo que cada día pierden poder adquisitivo y motivación.

Y mientras tanto los dosieres se acumulan en sus despachos con índices de rotación de los más jóvenes que no dejan de crecer o con la negativa de los mejores expedientes a formar parte de una compañía con la que no se sienten identificados. El mundo al revés. Son los candidatos los que examinan a las empresas y éstas suspenden en demasiadas ocasiones por prácticas del siglo pasado.

La profesora experta en recursos humanos, Pilar Llácer, defiende, que en estos tiempos de la velocidad del x2 de los audios que nos llegan a nuestros móviles, pararse a pensar y cuestionarse con honestidad si las políticas de gestión del talento funcionan. Comprobar de primera mano por ejemplo asistiendo a ferias de empleo o participando activamente en redes sociales profesionales, si no hay suficiente talento o es que las empresas no son capaces de atraerlo. Para ser competitivos se necesitan a los mejores y para llamar su atención se me ocurren al menos tres cosas. Tener cierta notoriedad como empresa, una cultura corporativa adaptada a los tiempos y sistemas que eviten las tareas más tediosas. Las herramientas para lo anterior son conocidas. modelos de trabajo flexible con el teletrabajo y los horarios dinámicos como opciones; fortalecimiento de la comunicación interna para que sea tan relevante e impactante como la externa y sea capaz de impactar en toda la fuerza laboral; sin olvidar una oferta potente de programas para mejorar la cualificación y acabe permitiendo una larga carrera profesional.

Tener tiempo para estas cosas será el gran reto que debería regalar la tecnología a estos directivos.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

viernes, 3 de junio de 2022

Hoy no voy a trabajar

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 3 de junio de 2022)


Este lunes, 1.186.000 trabajadores se han quedado en casa. Tienen contrato y cobran por ello, sin embargo, hoy no se han presentado en su puesto de trabajo. La mayoría aducirán que están enfermos, pero 300.000 nunca enseñarán la baja médica. Estos datos se han conocido recientemente gracias al informe de absentismo laboral elaborado por Randstad sobre datos oficiales.

¿Quién no ha fantaseado con una buena excusa para apagar el despertador y quedarse un poco más en la cama? Lo que era habitual en la etapa escolar con trucos como calentar el termómetro para simular fiebre, parece que sigue siendo norma en cientos de miles de españoles. Enfermedades repentinas, accidentes domésticos, citas médicas sobrevenidas, inusitadas averías del coche y cuidado inesperado de abuelas o bebés, están detrás de esas ausencias no justificadas.

Para colmo los días con más faltas en las empresas son los lunes y martes. Que por otra parte son las jornadas que a todos nos cuestan más después de un fin de semana, especialmente, si ha sido intenso. Hoy lunes, forofos madridistas faltarán al trabajo por una ronquera incapacitante o una horrible gastroenteritis. Mañana martes será el turno de las jaquecas de los adictos a dormir pocas horas en beneficio de las teleseries. Cualquier día de la semana laboral es bueno para que se ausente el que sufre el polen de la primavera, aunque no falle a la barbacoa del sábado.

España es el país de la picaresca y lo sabemos desde hace cinco siglos con el Lazarillo de Tormes. En las novelas de ese momento histórico, la miseria obligaba a agudizar el ingenio para poder comer, aunque eso supusiera recurrir al engaño. Todos perdonamos los ardides del pícaro hambriento porque la vida (y los amos) le habían maltratado, pero 400 años después las cosas son muy diferentes.

El absentismo además de profundamente insolidario con el que sí madruga para ir a trabajar, aunque el cuerpo le pida otra cosa, tiene graves consecuencias económicas. Para Madrid Foro Empresarial y Fundación Pons las ausencias no justificadas -dos mil millones de horas de trabajo perdidas- suponen un coste de casi 40.000 millones de euros para la economía patria. O lo que es lo mismo un importe muy similar a lo que el Estado gasta en subsidios por el desempleo y los famosos ERTEs. Si todo el mundo cumpliese con su obligación de ir a trabajar, España podría doblar, por ejemplo, su presupuesto en educación.

Para terminar, qué curioso que según estos informes aquellos lugares en los que menos se enseña la historia de España y su siglo de oro de las letras, como son País Vasco y Navarra, sean las comunidades autónomas con más horas pérdidas en relación con su mano de otra. Al mismo tiempo Cataluña lidera sin ambages la estadística española. A ver si leer El Lazarillo, El Buscón o Guzmán de Alfarache vacuna contra los engaños. No lo creo, pero de ilusión se vive.

Iñaki Ortega es doctor en economía en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y en LLYC