(este artículo se publicó originalmente en el periódico económico La Información el día 1 de septiembre)
Este año vamos a padecer el arranque del curso escolar más caro de la historia de nuestro país. La vuelta al colegio en septiembre, según la Organización de Consumidores y Usuarios, supondrá de media unos 500 euros por niño. Prácticamente un 30% más que la de 2021. La OCU explica que su cálculo tiene en cuenta los libros de texto (los de aquí son los más caros de Europa) así como los uniformes, calzado, papelería, mochila y estuche. Pero si le sumásemos los gastos de trasporte y comedor, que la OCU no incluye, el resultado sería más dramático aún. Muchos niños han de desplazarse en autobús y quedarse a comer en colegio, y precisamente esos dos capítulos son los que más sufren el alza de precios. La gasolina ha vuelto a los niveles de 2022 que justificaron la bonificación de 20 céntimos por litro que ahora "ni está ni se le espera" Y qué decir de los precios de los alimentos con subidas del aceite, el arroz y las patatas muy por encima del 20%. Quizás con estos datos se entiende mejor la razón por la cual la tasa de natalidad en España sigue cayendo y es que para las familias se ha convertido en una tarea hercúlea sufragar los gastos de crianza. Pero volvamos a la vuelta el cole de este año.
Porque si la economía fuese un niño en edad escolar también se encontraría con tantas dificultades como las familias que ahora repasan incrédulas el presupuesto de sus gastos. La economía española se va a encontrar en septiembre, al mismo tiempo que miles de chavales estrenan sus mochilas, con no pocos problemas que paso a enumerar.
La inflación fuera de control. El Banco de España ya habla de un 3.2% y la subyacente sigue por encima del 6%. La esperanza de tener el IPC en niveles razonables del 2% a fianales de año se ha esfumado y la sensación es que el alza de precios se ha enquistado o como dicen los anglosajones es tan pegajosa que no hay quien la despegue de las arterias de nuestra economía. Para colmo “el efecto base” de este año ha desaparecido, es decir que ya no calcularemos la subida del IPC en relación con las alzas de hace un año que eran de dos dígitos y por tanto ya no tendremos datos de aparentes bajadas. A partir de ahora nos quedaremos igual o subiremos porque la comparación será con las cifras de los últimos meses del 2022.
Los costes de la deuda desbocados. Las autoridades monetarias no han quitado el pie del acelerador de los tipos de interés. Hay que seguir hasta dominar la inflación y no parece que el final de la subida del precio del dinero esté cerca. En cualquier caso, pase lo que pase en las próximas semanas tras el conclave de Jackson Hole, el rally de las alzas de los tipos por el BCE de los últimos 12 meses será recordado en los libros de historia. En Europa o en Estados Unidos la financiación se está encareciendo para enfriar la economía, cueste lo que cueste. Y esos costes se miden ya en un menor crecimiento por la ausencia de financiación y por tanto menos oportunidades para las empresas. Para las familias un estrangulamiento de sus cuentas por el alza brutal de los costes hipotecarios.
El gasto público en solfa. Bruselas ha cerrado la barra libre y a partir de 2024 los países europeos tendrán que volver a cumplir con las reglas de estabilidad fiscal -suspendidas en su día para facilitar la recuperación pospandemia-. En Europa, con el BCE a la cabeza de la manifestación, ha triunfado la teoría de que tanto gasto público alimenta la espiral inflacionista. Conviene recordar que al día de hoy España no cumpliría con el 3% de déficit y ni mucho menos con la deuda que supera el 60% del PIB. De modo y manera que desde este mismo ejercicio las autoridades europeas nos obligarán a tomar medidas y abandonar los presupuestos expansivos, de otra manera acabarían llegando las sanciones o lo que os peor, paralizandose los planes de Next Generation EU.
Una nueva amenaza de desaceleración. Ya aparecen los números rojos en los análisis de varios institutos económicos españoles. Y es que las señales no son pocas. Las quiebras han aumentado más de un 80% en los dos últimos años, la caída de la producción agraria y de las exportaciones, el enfriamiento del mercado inmobiliario o la debilidad de las cifras de inversión. Al mismo tiempo la facturación empresarial se ha desplomado según el INE y media Europa tiene el PIB estancado anticipando lo que puede pasar a este lado de los Pirineos.
Un mercado laboral dopado por el turismo. Se acaba la temporada alta y los despidos comenzarán, en cambio lo que no será novedad es que seguirá creciendo el subempleo en nuestro país. Empleos de baja calidad que se demuestran con el auge imparable del pluriempleo y las horas trabajadas por debajo que las de hace años a pesar del récord de afiliación a la seguridad social. Por no hablar de los dichosos fijos discontinuos que seguirán en la agenda de este otoño, pese a quien pese.
Me temo que es una mochila muy cargada para este mes de septiembre. Esperemos que la economía española pueda cargar con tanto lastre. Conviene no olvidar que una buena forma física ayuda a cargar peso, pero también que hace años se inventó la mochila con ruedas que facilita enormemente esta tarea. Dejo a la imaginación del lector si nuestra economía ha sido capaz de muscularse estos años que han trascurrido desde la pandemia o incluso si esas ruedas (ayudas públicas) que aligeran el peso de nuestras debilidades seguirán rodando o no este curso escolar que ahora comienza
Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR Y LLYC
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