Lo diga o
no lo diga un ministro, parece claro que los cambios demográficos implican
que el monto del ahorro generado a lo largo de la etapa laboral terminará
resultando insuficiente para sostener el ritmo de consumo en la parte final de
nuestro ciclo de vida. Es un hecho incontestable que cuando nacieron los
sistemas actuales de pensiones, sistemas de reparto en los que los trabajadores
pagan la pensión de los retirados, la supervivencia más allá de los 65 años era
de apenas unos pocos años; hoy en España superan los 20 años. Conforme a datos
oficiales los años efectivos de percepción de la pensión en nuestro país
superan los 23, lo que ilustra el esfuerzo de ahorro que ha de hacerse durante
la vida laboral para sostener tantos años de jubilación. De hecho, según el
BBVA, en España todas las aportaciones al sistema público de pensiones que ha
hecho un trabajador que se jubilase ahora mismo se agotarían tras 12 años de
pensión, cuando conforme a la esperanza de vida, le quedarían otros 9 años de
vida.
Lo diga o no lo diga un ministro,
por tanto, la tasa de sustitución o lo que es lo mismo el porcentaje de la
pensión sobre el último sueldo se irá reduciendo en las próximas décadas del 80%
actual a un 50% si hacemos caso a numerosos informes independientes. “Tan largo
me lo fiais” ha sido desde Tirso de Molina algo muy nuestro, por eso desde aquí
queremos cambiar esa costumbre tan española e invocamos a la llamada generación
Z, es decir a los trabajadores más jóvenes, los nacidos a partir de 1994. Los
z, conforme a nuestros datos, deberían ahorrar todos los meses unos 200 euros para
compensar el previsible desgaste del sistema público y obtener una pensión
vitalicia extra de 1.000 euros mensuales a partir de la edad de jubilación y
hasta su muerte. La cifra de ahorro se eleva a casi 300 para los millennial
(nacidos entre 1980 y 1993) y se incrementa por encima de los 500 y los 1.000
euros, respectivamente, para los integrantes de la generación X (entre 1961-1979)
o los babyboomers (antes de 1960). Ahorrar esas cantidades supone, sin duda, un esfuerzo. Pero si retrasamos la decisión,
el sacrificio será prácticamente imposible.
Para algunos el problema para
conseguir ahorrar está relacionado con un sueldo insuficiente, pero para otros
muchos es más mental: subestiman la longitud de su vida y sobreestiman lo que
les durará su dinero. Siguiendo la escuela de behavioral economics y a
uno de sus máximos exponentes, Robert Thaler, premio Nobel de Economía de 2017,
nosotros creemos que hay que dar algunos empujoncitos para que haya cambios.
Thaler bautizó como nudge (empujoncito en inglés) estas imprescindibles
actuaciones para fomentar el incremento del ahorro a largo plazo. Dinamarca,
Australia y Holanda «empujan» haciendo la inclusión semiobligatoria en esquemas
privados de pensiones. Tendencia a la que se sumó en 2012 el Reino Unido. La
semiobligatoriedad (o afiliación automática) consiste en que los empresarios
están obligados a suscribir un fondo de pensiones para los trabajadores. Los
británicos, por ejemplo, destinan cada año un 5 por ciento de su salario a
generar su propia pensión complementaria, siendo su empresa y el Estado quienes
ponen otro 3 por ciento; es decir, cada británico termina el año ahorrando un 8
por ciento más que un español. El «empujoncito» reside en que el trabajador
tiene un mes para salirse del fondo, y si no lo hace, permanece por defecto,
con lo que se consigue automáticamente un ahorro complementario a la pensión
pública. El gobierno del Reino Unido llevó a la práctica, de ese modo, el plan Save
More Tomorrow que el profesor Thaler formuló teóricamente en 2004. Países
cercanos a España, como Francia o Alemania, han introducido también
adicionalmente a sus modelos públicos de reparto incentivos para que sus
ciudadanos complementen sus pensiones con planes de jubilaciones personales. En
el caso germano, dependiendo del trabajador, la empresa incluye en el contrato
una contribución mensual a un plan de pensiones privado. Otra vía es que el
empleador solamente pague los costes de mantenimiento de dicho plan de
pensiones. Son todos ellos conocidos como planes de pensiones de empleo que el
ministro Escrivá anunció en su comparecencia parlamentaria.
En España también se dispone de
una «pata» privada para la construcción de un sistema mixto, pero por desgracia
no ha contado con el suficiente impulso institucional ni en el seno de las
empresas, con la notable excepción del País Vasco. Desde 1983 lleva probándose
con éxito este sistema mixto promovido por las propias empresas vascas con
importantes ventajas de todo tipo para sus aportantes. Hoy, prácticamente la
mitad de los trabajadores vascos se benefician de ese ahorro extra, por lo que
cuando se jubilen disfrutarán de media unas pensiones totales mucho mayores que
en el resto de España.
Cuando se habla de los
empujoncitos, cabría referirse a las reticencias que siempre despierta un
incremento de la contribución de las empresas para mejorar el ahorro privado de
sus trabajadores, y que solo las empresas grandes están en condiciones de
hacer. La realidad española es ésta: pocas empresas medianas y prácticamente
ninguna pequeña tienen contribuciones adicionales para sus trabajadores. Por
ello, en las futuras negociaciones salariales, los agentes sociales podrían
llevar incluidos los dos conceptos, incremento salarial directo, algo menor a
lo usual, y una contribución directa al fondo de capitalización del empleado,
de forma que la suma de ambos sea mayor y sea un incentivo que «llame» al
ahorro individual; a la contribución individual del empleado.
Lo diga o no lo diga un ministro si
se confía exclusivamente en una fuente de renta pública para el futuro, uno se
aboca a una pobreza de nuevo cuño. Por eso nosotros, apostamos por un sistema
basado en los tres pilares del ahorro: el sistema público; el ahorro vinculado
a la vida laboral que ahora necesita un “empujoncito”, y el puramente
individual y directamente relacionado con sus ingresos y voluntad de ahorro,
éste último puesto en cuestión estos días por el Gobierno.
Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y coautor del libro La Revolución de las Canas
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