miércoles, 11 de marzo de 2020

Coronafobia


(este artículo se publicó originalmente el 9 de marzo de 2010 en el periódico 20 Minutos)

Me cuentan mis hijos que una serpiente se dio un atracón de murciélago y ahí empezó todo, con una sopa del reptil que gusta mucho en China. Mi amiga Margarita tiene una niña que no puede dormir porque nota que le sube el coronavirus todas las noches por su pierna. Miriam está embarazada y tiene ya heridas de tanto lavarse las manos. A María la hija de los dueños de una tienda de conveniencia de Toledo, un chino de toda la vida, le han dejado de hablar en el Instituto. Marzo de 2020, la coronafobia ha llegado a España.

La obsesión por el covid19 no dejará de crecer en las próximas semanas en nuestro país y tenemos que estar preparados casi más para gestionar esta fobia que para las consecuencias de una eventual pandemia. Porque una cosa es prevenir y otra es desabastecer los supermercados. Hay un trecho entre ser prudentes y acumular cientos de mascarillas además de geles en casa. Y el sentido común dicta que si estornudas en el metro en primavera puede ser por la alergia y no es necesario que se presente un escuadrón de Chernóbil. El coronavirus puede sacar lo de peor de nosotros y esto no ha hecho más que empezar. Esta semana un alto responsable sanitario no vio problemas en la manifestación feminista de ayer porque eran sólo españolas (¿y si aparecen chinas o italianas hay que prohibirles la asistencia?). Las crónicas en los medios de comunicación sobre las víctimas relativizan las consecuencias del virus en nuestro país porque sólo mueren ancianos (¿edadismo?). Y las empresas cierran sus sedes centrales para evitar más contagios, pero esos mismos trabajadores se agolpan al atardecer en las terrazas para disfrutar de bulliciosas cervezas y vinos (¿doble moral?). Los sindicatos en breve pedirán teletrabajo, pero a ver quién le dice a la gente que deje de ir a ver su deporte favorito o a las fiestas de su pueblo (¿relativismo?).

Para la psiquiatría las fobias son un temor angustioso e incontrolable ante ciertas situaciones que se saben absurdas y se aproxima a la obsesión. Dudo que no pienses como yo que mucho de lo que estamos viviendo estos días se ajusta como anillo al dedo a esta definición. Coronafobia que además será alimentada por las noticias falsas. Mis amigos de Vitoria y La Rioja no dejan de escribirme para decirme que, por ahora, no es verdad que en Haro se ha impuesto el toque de queda a pesar de que la historia de que en un funeral se contagiaron cientos de vecinos corre como la pólvora por Internet. Pero apriétate el cinturón porque viene curva. Italia ha suspendido las clases en colegios y universidades, partidos de fútbol sin público, pero también museos cerrados y bodas que no podrán celebrarse. Por eso me atrevo a pedir a los investigadores que además de la vacuna para el virus busquen también un tratamiento urgente para esta nueva fobia social.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR


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