(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 6 de septiembre de 2021)
Veo a mis hijos suspirando a todas
horas por la vuelta al colegio, a mi familia con el vértigo de afrontar los
problemas de la vida cotidiana que las vacaciones atemperaron, a mis amigos resignados
ante el nuevo abrazo de la rutina y yo mismo con el mismo cuerpo que se te
queda cuando coges un avión a las 6 de la mañana.
Pero no somos los únicos que
volver nos causa tristeza como la canción del mismo nombre. Los cientos de
miles de despedidos por el fin de la campaña de turismo saben de lo que hablo.
También los autónomos y las pymes que ven con pánico cómo la factura de la luz no
deja de subir. Y los miles de damnificados por la gota fría de septiembre que
se repite todos los años a pesar de tanto big data e inteligencia
artificial. Los socios del gobierno de España que saben que les espera un curso
de navajazos con peleas intestinas, los bancos españoles que tienen que seguir
cerrando sucursales y echando a gente a la calle, los jóvenes que saben que no
encontrarán trabajo porque viven en el país con mayor tasa de desempleo juvenil
de Europa, los empresarios españoles que ya se les ha amargado el primer café
de septiembre con la subida de los costes salariales que se unen a la inflación
galopante. Y uno de cada dos españoles que cada noche mira con pánico ese
horrible invento que es el despertador.
Pero, mucho peor vuelta al
cole tienen los millones de catalanes que sufrirán en unos días una Diada
que les recuerda que no son queridos en su propia tierra. Esas víctimas del terrorismo que no dan crédito
a lo pronto que se ha olvidado que dieron la vida por su país y a nadie le
importa ya que se jalee impunemente a los asesinos etarras. O el presidente Biden
que en breve estará en el veinte aniversario de los atentados del 11 de
septiembre y que tendrá que justificar a sus compatriotas que de nuevo Afganistán
es refugio de la yihad. Una pesadilla casi como la que afronta la
Ministra Teresa Ribera que ha de explicar la factura de la luz que no ha dejado
de subir a pesar de la claridad de sus ideas cuando estaba en la oposición.
Dicen que el tango es un
pensamiento triste que se baila. Bailemos con el nuevo curso porque igual de
ese modo se nos va la nostalgia. Algunos padres de niños pequeños, que no me
oiga nadie, ya bailan porque la guardería ha vuelto a abrir y necesitaban vacaciones
de las vacaciones.
Iñaki Ortega es doctor en
economía y profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)
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