(este artículo se publicó en el Correo de Andalucía el día 4 de enero de 2016)
Existe un país en el mundo en el que la transparencia
en la acción de gobierno es innegociable, a la vez que tienen la monarquía más
antigua de Europa junto a la española. Sus ciudadanos gozan de una de las
mayores cotas de bienestar, como nos recuerda el índice de desarrollo humano de
la ONU y aunque pagan muchos impuestos para que, por ejemplo sus universidades
sean gratuitas, también se dan las mayores facilidades de la OCDE para crear
una empresa, conforme al informe Doing
Business del Banco Mundial . Su salario mínimo interprofesional es el más
alto del mundo pero a la vez su mercado laboral es el más flexible de Europa.
Tres de cada cuatro trabajadores pertenecen a a un sindicato y su tasa de
desempleo es tan baja que roza el llamado paro técnico. Su agricultura
tecnificada es líder global; aplican la llamada economía circular con
normalidad, reutilizando sus recursos y usando energías renovables. Al mismo
tiempo su economía es muy dependiente del exterior con mucha importancia de las
exportaciones.
En ese país, el matrimonio homosexual fue legalizado
antes que en ningún otro y los jóvenes se emancipan diez años antes que los
españoles. La corrupción política es la menor del planeta y sus
habitantes aparecen en los rankings de Forbes como los más felices y
satisfechos con su país. Su capital ha sido elegida este año por la
revista Monocle como la mejor del planeta para vivir en ella.
Más de la mitad van a trabajar en bicicleta pero
también son miembros activos de la OTAN participando, con apoyo ciudadano,
en misiones militares en Iraq y Afganistan. Ocho de cada diez habitantes
confirman su pertenencia a la iglesia local y una aplastante mayoría están
bautizados y confirmados.
Los juquetes más preciados para los Reyes Magos estos
días vienen de ese país y no del sudeste asiático. Allí nació LEGO y sigue
liderando la industria juguetera compitiendo no por precio sino aplicando la
llamada innovación abierta, son los propios niños los que diseñan las nuevas
colecciones.
El secreto para conciliar todos esos contrastes y
hacerlo de modo exitoso se llama en su lengua «aftale». Acordar, que es su
traducción al castellano, es lo habitual en sus gobiernos desde 1909,
fecha de la última mayoría absoluta. Pactos de partidos de centro izquierda y
centro derecha son habituales porque lo importante es sostener un sistema que
funciona y genera igualdad de oportunidades, progreso y a la vez es
competitivo.
Ese país es Dinamarca pero podríamos ser nosotros
también, por todo lo que tenemos en común con ellos: historia, estado social y
de derecho, monarquía constitucional, cultura y calidad de vida. Hay otras
cuestiones que nos separan, y mucho de los daneses, que han protagonizado la
vida española -por desgracia- en los últimos años: corrupción, exclusión social
o falta de vertebracion. Aftale -acuerdo-, es la fórmula mágica que
aplican y en la cual, los españoles, tras el resultado de la generales, vamos a
tener que doctorarnos, si queremos parecernos a nuestros vecinos los daneses
El acuerdo y el consenso es así, hoy, una necesidad de
este tiempo que reivindica la figura de estadistas frente a la de los
oportunistas, de quienes tienden puentes para construir un proyecto en común
frente a quienes los dinamitan en su propia miopía del momento que hoy vive España.
Y es que, nuestro país asiste hoy a un tiempo de retos
y desafíos en los ámbitos políticos, territoriales, políticos y sociales.
Aspectos fundamentales para la construcción de la España del siglo XXI que
marcan la apertura de un nuevo tiempo de consenso entre todos. Un tiempo alejado
del cultivo del odio frentista que sirva para lo más importante: construir un
espacio de progreso y bienestar en común.
Algo que ya hicimos con éxito en una transición
democrática considerada como patrimonio de la humanidad por la ejemplaridad de
su ejecución. Tiempo aquel protagonizado por personalidades como Adolfo
Suarez, Felipe González, Santiago Carrillo, “La Pasionaria”, Tierno Galván,
Solé Tura, Enrique Curiel, Manuel Fraga, Marcelino Camacho, Herrero de Miñon,
Pasqual Maragall o Arzallus, todos ellos estadistas, con sus luces y sus
sombras, pero que fueron capaces desde sus diferencias construir espacios
en común para todos.
Hoy cuando la renuncia al patriotismo y el sentimiento
cainita vuelven a aparecer es imprescindible reivindicar, nuestros
éxitos y nuestra capacidad de superación en la historia. De ese modo serviremos
a la construcción de un tiempo nuevo en donde igualar lo mejor de países como
Dinamarca e incluso superarlos no será una quimera sino una realidad alcanzable.
Iñaki Ortega, es profesor de la Universidad de Deusto
Josu Gómez es presidente de la Fundación Glocal
Habría tanto muerto que resucitar para volver a recuperar los valores perdidos por ya dos generaciones, que cementerios enteros quedarían vacíos. Si la gloria se mide por minutos de televisión y el honor vale lo que dura tu última declaración en la tertulia de turno ¿quién queda para leer lo que se vierte en otros foros, de mayor calado y enriquecimiento? Así pues ¿cómo se va a mirar lo que se hace fuera sino para hacer burdas comparaciones, siempre con afán destructivo? Ni cuando nos rebelamos somos capaces de mantener el fuego ardiendo sin venderlo por un plato de lentejas, de cocina de autor, eso sí.
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