Una novela dedicada al verdadero
amor. Así se ha definido el libro de García Márquez “El amor en los tiempos del
cólera”. Un hombre espera cincuenta años para recuperar a su amada, todo ello ambientado
en un lugar devastado por la epidemia del cólera. ¿Cómo era posible amar en ese
momento histórico? ¿Cómo es posible hoy pensar en otra cosa que no sea la
emergencia sanitaria? La respuesta a ambas cuestiones es la misma: se puede y
se debe.
La crisis del covid-19 ha
paralizado el mundo y de repente las prioridades son otras. Lo importante es no
morir, no hacer que nadie muera, no contagiar ni contagiarse. Por eso el estado
de alarma, el confinamiento y el cierre de una gran mayoría de los comercios de
cara al público. En principio el sector educativo, luego la restauración y los
minoristas para posteriormente en cascada ir parando prácticamente todas las
industrias. Las consecuencias se sufrieron inmediatamente en los mercados
financieros y por tanto en la valoración de las empresas cotizadas. En la misma
semana llegaron los primeros despidos que hoy colapsan las oficinas estatales
de empleo. En breve el pulmón de las empresas más frágiles se acabará y
comenzarán los concursos de acreedores y los cierres patronales, porque
prohibir despidos o los permisos retribuidos no pararán la hemorragia. Todo con
un abrumador y cada día más frágil consenso en que las duras medidas de
aislamiento son las necesarias para frenar la pandemia y evitar más muertes. La
economía, como miles de españoles, en la UCI. Pero el pulso de nuestra economía
sigue latiendo gracias al teletrabajo y la necesidad de seguir abasteciendo a
los millones de encerrados. Hasta aquí nada nuevo. Quizás para algunos sí lo
sea que empresas españolas de toda tamaño y sector han reconvertido su
actividad para fabricar mascarillas o respiradores. Igualmente que
emprendedores se están movilizando de manera altruista bien para digitalizar
pymes que sino cerrarán, bien para dar herramientas de big data a los
hospitales. Grandes corporaciones de capital español están usando sus redes
logísticas y capacidad financiera para, sin pedir nada a cambio, ayudar al
sistema sanitario. Directivos dedican estos días todo su tiempo a movilizar
recursos para salvar empresas con herramientas financieras de impacto social.
Pero desde este fin de semana nos
encontramos en una nueva encrucijada: parar definitivamente la economía
endureciendo el confinamiento o permitir que la actividad económica siga bajo
mínimos. Los que defienden la primera opción, la hibernación, quieren evitar
contagios causados por las personas que siguen trabajando pero quizás no tienen
en cuenta que gracias a muchos de esos trabajadores ninguna localidad y ningún
español ha estado desabastecido o ha dejado de disfrutar servicios de energía,
agua o telecomunicaciones. Igual tampoco han reparado en que este débil pulso
de la actividad empresarial está permitiendo que millones de españoles sigan
con empleo aunque sea en remoto. Tal vez no son conscientes de que se ha
levantado toda una ola de solidaridad liderada por empresas que también
sufren.
Antes de que nos demos cuenta la
Semana Santa habrá pasado y el elefante seguirá en la habitación y tendremos
que responder a la gran pregunta ¿seguir o no seguir con la economía parada?
Somos muchos los que pensamos que tomar el camino del cierre total es llevar la
economía a un coma inducido que en medicina es siempre la última opción para un
enfermo por el riesgo de irreversibilidad.
Gabriel García Márquez consiguió
hacer creíble en plena epidemia del cólera una historia sobre el verdadero amor
que dio lugar a su premiada novela. Hoy, a pesar de lo que piensen algunos
ministros una gran mayoría de empresas están mostrando la verdadera cara de la
actividad económica. Empresarios y trabajadores que cuidan de sus familias la
vez que trabajan, aunque nadie se lo pida. Cientos de miles de autónomos que
seguirán pagando sus cotizaciones a pesar de no tener ingreso alguno.
Corporaciones que evitan los ERTEs a costa de sus dividendos, CEOS que no
duermen para buscar un resquicio que permita no despedir a nadie, altos
directivos que se recortan sus salarios o multinacionales que se ponen a
disposición de los gobiernos. Emprendedores empeñados hasta las cejas que no pueden
dejar de trabajar no para pagar sus deudas sino para buscar soluciones de
emergencia para las consecuencias del covid-19.
No han pasado ni tres semanas de
confinamiento pero parece ya una eternidad. Entonces el debate era cómo
conseguir empresas con propósito. Desde las grandes instituciones y los foros
más relevantes del mundo se nos decía que había que reinventar el capitalismo;
conseguir una economía de mercado inclusiva que no dejase nadie atrás; pensar
menos en el dividendo y más en el compromiso con las comunidades. Había que
aspirar a ser una empresa ESG (por sus siglas en inglés: environmental,
social and governance). Ha tenido que venir esta pandemia para conseguir
todo lo anterior y descubrir la verdadera empres: la que sufre a la vez que la sociedad a la
que sirve o la que se sostiene nuestro bienestar en contra de sus intereses.
Ojalá dejemos que empresas y
directivos españoles sigan mostrando esa verdadera cara de la actividad
económica aunque sea en los tiempos del coronavirus. Esta vez les premiará la
historia.
Iñaki Ortega es director de
Deusto Business School y profesor de la UNIR
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