(este artículo se publicó originalmente el día 20 de abril de 2020 en el periódico 20 Minutos)
A nuestros nietos les contarán en la escuela que en las primeras décadas del siglo XXI gobernó Alemania una mujer excepcional. Todavía es pronto, pero pasarán los años y los libros de texto hablarán de una Canciller que fue capaz de acertar en los momentos más complicados. Quizás porque nunca tuvo una vida fácil, Angela Merkel se crece en la adversidad. Ahora en plena pandemia lo ha vuelto a hacer.
Merkel, hija de pastor protestante, pasó su infancia y juventud en la complicada Alemania comunista de la posguerra. Tras doctorarse en física y coincidiendo con la caída del muro de Berlín descubrió su vocación política. Pero nunca fue especialmente querida entre sus correligionarios del centro derecha germano, dicen que por ser mujer y no católica. Tampoco ayudaría la denuncia que hizo de la corrupción de sus antecesores y mucho menos cuando negoció y logró una coalición con los socialistas alemanes en 2005. Han pasado quince años, pero mutter Angela, conocida así por su capacidad de comportarse como una madre para los alemanes, no ha perdido las ganas de dar lecciones.
Hace unos pocos años con miles de refugiados llamando a las puertas de Europa (y la xenofobia ganando adeptos) fue la única que se atrevió a defender la inmigración con hechos, no solamente con palabras: un millón de musulmanes pudieron llegar a Alemania para trabajar. O recientemente cuando apartó fulminantemente a un miembro destacado de su partido por coquetear con la idea de pactar con una agrupación de simpatizantes nazis. Ángela en su papel de mutter volvía a regañar a los alemanes por no avergonzarse lo suficiente de su reciente pasado populista.
Ahora en plena crisis sanitaria, con el desempleo creciendo y el PIB en caída libre, en Alemania un debate ha prestado estos días toda la atención. “Si la mayoría de los afectados por el virus son los mayores, por el bien de la economía ¿no deberían estar confinados solamente ellos?”. Financieros, científicos y destacados políticos de todo color se unieron al coro de “permitir que los más jóvenes salven Alemania”. Hasta que Merkel habló. La canciller presentó esta semana su plan para salir del confinamiento, pactado con todos los länder alemanes, en el que dejó claro que los mayores son parte de la sociedad y no pueden ser discriminados por su edad. Para la “madre de Europa” en una sociedad de valores los jóvenes ayudan a los mayores y los sanos a los enfermos para que nadie quede atrás. Por si fuera poco, zanjó la polémica considerando inaceptable ética y moralmente encerrar a los mayores para que los demás vuelvan a la normalidad.
Si alguien está sufriendo la epidemia son los mayores, 9 de cada 10 fallecidos en España tienen más de 60 años. Lo que menos necesitan es que los que han pasado el confinamiento abotargados viendo memes o Netflix les acusen de hundir la economía. Pero ¡claro! estas palabras tan duras solo se las permitimos a nuestras madres.
Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR
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