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jueves, 21 de abril de 2022

Emprendedor o depredador

 

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 18 de abril de 2022)


En primero de carrera, a los economistas nos enseñan el concepto de destrucción creativa. Fue formulado el siglo pasado por Schumpeter, austriaco de nacimiento que se mudó a la Universidad de Harvard para ejercer como profesor. La teoría defiende como los auténticos emprendedores a aquellos que con sus innovaciones destruyen la competencia porque consiguen una mejora imbatible. El ejemplo que explico en mis clases es el de la industria de la música: los suecos de Spotify han arruinado a las discográficas americanas pero los usuarios estamos encantados porque la música es más accesible que nunca. También si piensas en cómo ha evolucionado la fotografía o la industria del cine, encontrarás el mismo concepto y cómo hemos ganado con las innovaciones de pioneros emprendedores.

Otros investigadores han complementado los rasgos del empresario y han incluido el riesgo y también el estar alerta. Eso sí, en todas esas definiciones encontraremos el elemento común de Schumpeter: la creación de valor. Y no solo para los que ejercen la actividad empresarial sino también para la sociedad a la que sirven. En la era de la pandemia es un buen ejemplo el de los emprendedores turco-alemanes -inventores de la vacuna de Pfizer- que les ha hecho ganar dinero, pero además ha salvado millones de vidas.

Por desgracia, la pandemia nos ha traído contraejemplos que ocupan estos días las noticias de supuestos empresarios que ni han innovado, ni creado valor, pero que se han lucrado en plena tragedia. En marzo de 2020 cuando morían miles de personas cada día, los gobiernos necesitaban conseguir mascarillas y pagaron lo que fuese por conseguirlas. En Madrid por supuesto, como nos cuenta la fiscalía anticorrupción, pero en otras muchas administraciones de España pasó exactamente lo mismo. Aunque no ocupe los titulares, en cada localidad española un pícaro creyó que era su momento, haciendo gala de que el Lazarillo de Tormes es antepasado de todos nosotros. Llamar al primo del alcalde, al hermano de la presidenta, pero seguro que también al cuñado sindicalista o al camarada del partido que trabaja en la Moncloa, para ofrecer mascarillas fue lo habitual en plena emergencia sanitaria

Alguien dirá que los hoy investigados aprovecharon una oportunidad y que no hay culpa en ello, por eso desde aquí animo a que repasen los manuales de economía porque no crearon valor para nadie, más que para ellos mismos. No son emprendedores sino ventajistas, que el diccionario dice que son aquellos que tratan de obtener beneficio en todos sus asuntos, aunque tengan que recurrir al engaño. Ese ardid funcionó -ni tenían experiencia en China ni en productos sanitarios y el material fue defectuoso- aun así, cobraron millones por las mascarillas. Pero no deberían librarse de la justicia tampoco aquellos que inflaron los precios para lucrarse en plena tragedia, aunque las mascarillas no se rompiesen tras su primer uso. Cada euro de sobreprecio impedía que una protección llegase a un enfermo. En la conciencia de todos esos supuestos emprendedores quedará si actuaron como tales o simplemente como depredadores que saquearon a los de su misma especie.

Iñaki Ortega es doctor en economía en La Universidad de Internet UNIR y LLYC 

miércoles, 4 de agosto de 2021

A las neuronas les sienta bien el paso del tiempo

 (este artículo se publicó originalmente en el blog de IFEMA de la Feria Vida Silver el día 1 de agosto de 2021)

Los mayores de 55 años en España tienen una tremenda capacidad para aportar al mercado laboral y la economía. Así lo demuestran los datos, aunque se conozcan muy poco. Más de cuatro millones de séniors forman parte de la población activa; casi un millón de séniors son autónomos, y, por lo menos, 100.000 séniors son emprendedores. Desde 2008 a nuestros días se han perdido 2,8 millones de efectivos del colectivo de jóvenes (16 a 34 años), y, en cambio, en el tramo de los mayores (55 y más), han crecido con 2,9 millones de nuevos integrantes.

El talento sénior, por tanto, está muy presente en la economía española, y no solo en términos absolutos, como acabamos de ver, sino también en comparación con el conjunto de la población. Uno de cada cinco ocupados en España son séniors, y uno de cada tres autónomos españoles tienen más de 55 años. Y su tasa de participación en la población activa total ha pasado en apenas diez años del 11 % al 18,3 %. Pero todavía queda mucho camino por recorrer para aprovechar en España todo el talento sénior. De hecho, estamos lejos de los países más avanzados. Más de medio millón de séniors queriendo trabajar no pueden hacerlo. A su vez, la mitad de los desempleados sénior llevan más de dos años sin trabajar. Las cifras de parados mayores casi se han triplicado desde 2008. También las tasas de emprendimiento del colectivo están por debajo de las de otras cohortes de edad.

Asimismo, en los séniors españoles pervive una cultura de no prolongar su trayectoria laboral, en algunos casos puede llegar a producirse a una edad tan anticipada como los cincuenta y pocos años, lo cual alarga el periodo de retiro a más de 30 años, un tiempo equivalente o incluso más largo al de la actividad. Además, el trabajo por cuenta propia en algunos tramos de edad de los séniors es casi la única opción para seguir enganchado al mundo del empleo, por la sequía de ofertas de trabajo. Por eso, y a pesar de los datos expresado en los primeros párrafos, en España corre el peligro de que se instale la idea de que superar los cincuenta años es no tener futuro laboral. De ahí que sea imprescindible luchar contra los prejuicios culturales con la edad. Hoy, la esperanza de vida supera los 80 años, y la calidad de vida es muy alta en el periodo de los 50 a los 70 años.

Un estudio publicado en New England Journal of Medicine afirma que el cerebro de una persona mayor es mucho más plástico de lo que se cree. A esta edad, la interacción de los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro se vuelve armoniosa, lo que amplía las posibilidades creativas. Esta afirmación se basa en que con el paso del tiempo el cerebro gana en flexibilidad ya que aumenta la cantidad de mielina en el cerebro, sustancia que facilita el paso rápido de señales entre neuronas. Para la Universidad de Montreal “el cerebro de una persona mayor elige el camino que consume menos energía, corta lo innecesario y deja solo las opciones correctas para resolver los problemas ante los que se encuentra”. La realidad apoya este razonamiento, puesto que, si repasamos algunos de los grandes creadores de la historia, comprobaremos que sus obras cumbre fueron siendo adultos mayores.

Las tres etapas más productivas coinciden con las décadas que componen la llamada generación de las canas; es decir, las personas que tienen entre 50 y 75 años. La edad media de los premios Nobel es poco más de los 60 años; Miguel de Cervantes escribió la segunda parte de El Quijote con 68 años, y Beethoven con 54 años su novena sinfonía; Steve Jobs con 56 años convirtió Apple en la empresa de mayor capitalización del mundo. La bioquímica Margarita Salas a los 69 años fue la primera mujer española en formar parte de la Academia de Ciencias Estadounidense. Goethe publicó su ‘Fausto’ superando con mucho los 70 años. Las tres personas más ricas del planeta tienen más de 54 años.

Los prejuicios sobre el talento sénior suponen para la economía española una pérdida de oportunidades en términos de riqueza que diferentes estudios internacionales han tasado en varios puntos del PIB. Además, las ventajas de la conocida como economía plateada o economía sénior no son aprovechadas suficientemente por las empresas españolas. Conviene recordar que España tiene las mejores circunstancias para ser el país de referencia en la silver economy por su liderazgo en longevidad, sistema sanitario y de dependencia y apertura al exterior. No obstante, esta oportunidad se alejará, si los séniors no están presentes en el mercado laboral trabajando, pero también aportando una nueva perspectiva de diversidad en las compañías.

No hay excusas para no tomar decisiones urgentes que permitan que el talento sénior aporte más y mejor a la economía española. Pero esta llamada de atención no afecta solamente al sector público que establece el marco del mercado laboral sino también a las empresas, a los representantes de los trabajadores y a los propios séniors. Todos tenemos que asimilar que a las neuronas les sienta bien el paso del tiempo.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor de la UNIR