domingo, 6 de diciembre de 2020

Marshall no puede olvidarse otra vez de España

 


(este artículo se publicó originalmente el día 6 de diciembre de 2020 en el suplemento Actualidad Económica del periódico El Mundo)


La última vez que por estas latitudes hubo que reconstruir un país desde las ruinas fue tras una guerra. No todos los europeos tuvimos la suerte de contar con los mismos resortes para dejar atrás la destrucción. De hecho, aunque nuestra contienda fue antes que la Segunda Mundial, no haber sido parte del Plan Marshall consagró una década de retraso económico español. El llamado “European Recovery Program” sirvió para reconstruir la industria europea y el general que lo promovió recibió el Nobel de la Paz -aunque se olvidará de nuestro país-. El Congreso americano movilizó 12.000 millones de dólares de la época desde 1947 hasta 1951, eso sí, condicionados a la elaboración de reformas estructurales como la apertura comercial o el rigor presupuestario. “Una cura, no una medicina para paliar los padecimientos” afirmó el secretario de estado americano en una conferencia en la universidad de Harvard para explicar el plan que ha pasado a la historia con su apellido.

Si en ese momento las motivaciones económicas -pero también las políticas para frenar el avance del totalitarismo- estuvieron en el parto del plan de reconstrucción que obvió a España. Ahora tenemos que hacer posible que la palanca política y la económica nos impulsen para salir de este desastre. Ya formamos parte de una unidad política como la Unión Europea que puede ser parte de la salvación. Pero somos la economía que más retrocede en términos de PIB, la que más empleo ha destruido, la que más muertos tiene por la pandemia, con millones de personas tiene en riesgo de exclusión y decenas de miles de millones perdidos por la crisis del turismo.

No luchó en la segunda guerra mundial, ni ha sido miembro del gobierno como Marshall, pero hay un español que tiene las ideas tan claras como el político americano para reconstruir un territorio. Luis Miguel Gilpérez ha servido a su país de otro modo. Es un ingeniero que presidió Telefónica en España después de una larga carrera en Latinoamérica; fue el causante de que la multinacional desplegará la mayor red europea de banda ancha en nuestro país y de hibridar telefonía y servicios al hogar. Tras estudiar durante el confinamiento los daños de nuestra economía ha publicado un libro que resumen un plan integral para la reconstrucción poscovid-19.

Acelerar que la digitalización de la educación, la administración o el sistema de salud nos permitan ser el mejor país del mundo para teletrabajar. Acabar con la España vaciada creando polos de riqueza por todo el país sobre bases industriales. Situar el uso de la tecnología como la gran prioridad para desarrollar capacidades y talento en sectores como la logística de última milla, la agricultura intensiva o la producción audiovisual. Avanzar en la descarbonización liderando las energías renovables y el vehículo autónomo con nuevas infraestructuras y el mejor marco normativo. Abrir nuestro país al mundo con empresas más grandes, más competitivas, más innovadoras y que vean en el exterior una oportunidad para seguir creando empleo y riqueza. Son algunas de las ideas fuerza de este plan de reconstrucción que sienta sus bases sobre el talento de los españoles.

Corea del Sur, Israel o Alemania representan historias de éxito basadas en el talento. Ecosistemas en el que lo público y lo privado se han orquestado para promover la igualdad de oportunidades basada en el mérito y la capacidad. Una educación exigente y cercana a la empresa que egresa ciudadanos libres con espíritu emprendedor. Una cultura que dignifica el riesgo por cambiar lo establecido para mejorar el bien común. Una sociedad civil que no se arredra en los momentos críticos, solidaria si se precisa, pero valiente ante el poder que en ocasiones lastra la iniciativa individual.

 Los historiadores han intentado explicar por qué Marshall se olvidó de España. Las razones no solo residían en lo económico -el régimen autárquico y planificado español impedía una rápida modernización- sino también en la política -el populismo autoritario franquista no era el socio ideal para promover el ideario liberal americano-. Ojalá que en el futuro nunca un historiador concluya que, otra vez, las debilidades económicas españolas y sus servidumbres políticas impidieron una reinvención al mismo tiempo que nuestros pares europeos. Para evitarlo hagamos que la reconstrucción no pase exclusivamente por los fondos europeos, ni por planes gubernamentales o por sofisticados proyectos privados que necesitan al BOE sino por cientos de miles de talentos que trabajen y emprendan en nuestro país. Con más españoles preparados y respetados; con más emprendedores e innovadores que hagan grandes nuestras empresas, no habrá nunca más un plan Marshall que nos olvide.

 

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR)

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