(este artículo se publicó originalmente en el diario económico La Información el día 27 de diciembre de 2020)
El pasado 14 de diciembre el presidente del Gobierno de España compartió jornada de trabajo y almuerzo con Emmanuel Macron en París. Pedro Sánchez viajó a la ciudad de la luz para participar en el 60 aniversario de la OCDE, pero pocas horas después se supo que el jefe de estado francés había dado positivo por covid-19, obligándole a guardar cuarentena hasta esta Nochebuena. Diez días de cuarentena en los que Sánchez no ha tenido agenda pública y ha estado confinado en el Palacio de la Moncloa.
Se conocen cuarentenas desde hace
25 siglos para evitar contagios de la lepra. Pero no es hasta el siglo XIV
cuando las cuarentenas se popularizan como medida de protección, precisamente
porque la peste negra llegaba a Venecia en los barcos que arribaban.
Quaranta giorni que en italiano significa “cuarenta días” era el tiempo que
los marineros habían de permanecer aislados sin contacto con nadie. Hoy los
epidemiólogos recomiendan apenas entre 10 y 15 días de aislamiento desde la
fecha del contacto con el contagiado ya que es el tiempo medio de incubación
del virus.
Diez días son muchas horas sin
entablar contacto con nadie, exactamente 240 horas. Si le restamos el tiempo de
descanso y una jornada de trabajo media aún así quedan 80 horas libres. En esas
80 horas Pedro Sánchez habrá recordado que en la OCDE solo se hablaba de las
4Ps (Public, Planet, Prosperity y People) y habrá sonreído porque su agenda
política va alineada con la de los países más desarrollados del mundo reunidos
en París. En esas sesiones los embajadores de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico, apostaron por planes de recuperación
“Fuertes, Resilientes, Verdes e Inclusivos” y el presidente Sánchez habrá
vuelto a poner una mueca de alegría porque esas mismas palabras siempre las usa
en sus comparecencias públicas. Pero también en esos días de reuniones
parisinas se recordó la frase de aquella comisaria europea que apoyó que hay
que gastar en plena pandemia, pero guardar los recibos. El gesto se le torcería
entonces al presidente, porque le vendría a la cabeza el informe de la AIReF
que acaba de ojear en el que Cristina Herrera reclamaba “hacer lo que haga
falta para reducir la deuda” porque en lo que lleva Sánchez en la Moncloa la
deuda pública se ha disparado en 150.000 millones de euros. “Guardar los
recibos” o lo que es lo mismo que habrá que devolver lo prestado y que si no
somos nosotros serán nuestros hijos los que se verán privados de inversiones
para su futuro. Pero cuando la mandíbula de Pedro Sánchez empezaría con el
bruxismo es al recordar el informe de estos días del Banco de España. Para el
supervisor bancario, España lideró la tasa de paro en la eurozona con un
dramático 25% frente al 15% de media de nuestros vecinos. El lugar donde más
empleo se destruyó en todo Europa durante los meses de confinamiento forzado
fue el país que presido, quizás se le pasó por la cabeza. El informe pone en
evidencia la fragilidad del mercado laboral español, lo que no cuadra con
medidas como la pretendida subida del salario mínimo. Más rechinar de dientes.
En la mesa presidencial descansa
el dossier del Consejo Europeo y la Eurocámara en la que se condicionan las
ayudas de 140.000 millones a cumplir satisfactoriamente con una serie de
reformas económicas. Nuestro presidente no quiere leerlo y mira su móvil para
saber los días que le quedan de encierro y solo ve los mensajes de sus
ministros enzarzados en batallas por la reforma del CGPJ, los desahucios o las
pensiones. Qué ganas de salir y poder jugar al baloncesto; eso quita todos los
males, pensaría. “Pero la verdad es que últimamente no duermo muy bien, quizás
por las tensiones asociadas al cargo”. Pedro Sánchez no se preocupa porque le
consta que, desde Suarez, pasando por González o Aznar sufrieron los rigores de
la presidencia en su salud. “En cuanto termine la cuarentena volveré a hacer
deporte y se pasará el insomnio” piensa en la soledad del encierro. “Sí, la
verdad que exageré un poco el 20 de septiembre de 2019 cuando en la Sexta dije
que no dormiría tranquilo con inexpertos de Podemos en el Gobierno”, reflexiona
para sus adentros mientras se ríe con las chiquilladas de Pablo Iglesias que la
ha tomado con el Rey. “Seguro que cuando acabe la cuarentena, volveré a dormir
a pierna suelta y se le habrá pasado el calentón a mi socio de Podemos”. Si
estuviésemos en Italia hace siete siglos el confinamiento de Sánchez hubiese
sido cuatro veces más largo. En breve veremos si apenas diez días han servido
no solo para garantizar que Macron no le contagió sino también para que Sánchez
y ese “95% de españoles que no podrán dormir con Podemos en el Gobierno”
volvamos a descansar sin desvelarnos por el futuro de nuestras familias.
Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y
profesor de la UNIR
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