lunes, 28 de diciembre de 2020

La cuarentena presidencial

 (este artículo se publicó originalmente en el diario económico La Información el día 27 de diciembre de 2020)

El pasado 14 de diciembre el presidente del Gobierno de España compartió jornada de trabajo y almuerzo con Emmanuel Macron en París. Pedro Sánchez viajó a la ciudad de la luz para participar en el 60 aniversario de la OCDE, pero pocas horas después se supo que el jefe de estado francés había dado positivo por covid-19, obligándole a guardar cuarentena hasta esta Nochebuena. Diez días de cuarentena en los que Sánchez no ha tenido agenda pública y ha estado confinado en el Palacio de la Moncloa.

Se conocen cuarentenas desde hace 25 siglos para evitar contagios de la lepra. Pero no es hasta el siglo XIV cuando las cuarentenas se popularizan como medida de protección, precisamente porque la peste negra llegaba a Venecia en los barcos que arribaban. Quaranta giorni que en italiano significa “cuarenta días” era el tiempo que los marineros habían de permanecer aislados sin contacto con nadie. Hoy los epidemiólogos recomiendan apenas entre 10 y 15 días de aislamiento desde la fecha del contacto con el contagiado ya que es el tiempo medio de incubación del virus.

Diez días son muchas horas sin entablar contacto con nadie, exactamente 240 horas. Si le restamos el tiempo de descanso y una jornada de trabajo media aún así quedan 80 horas libres. En esas 80 horas Pedro Sánchez habrá recordado que en la OCDE solo se hablaba de las 4Ps (Public, Planet, Prosperity y People) y habrá sonreído porque su agenda política va alineada con la de los países más desarrollados del mundo reunidos en París. En esas sesiones los embajadores de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, apostaron por planes de recuperación “Fuertes, Resilientes, Verdes e Inclusivos” y el presidente Sánchez habrá vuelto a poner una mueca de alegría porque esas mismas palabras siempre las usa en sus comparecencias públicas. Pero también en esos días de reuniones parisinas se recordó la frase de aquella comisaria europea que apoyó que hay que gastar en plena pandemia, pero guardar los recibos. El gesto se le torcería entonces al presidente, porque le vendría a la cabeza el informe de la AIReF que acaba de ojear en el que Cristina Herrera reclamaba “hacer lo que haga falta para reducir la deuda” porque en lo que lleva Sánchez en la Moncloa la deuda pública se ha disparado en 150.000 millones de euros. “Guardar los recibos” o lo que es lo mismo que habrá que devolver lo prestado y que si no somos nosotros serán nuestros hijos los que se verán privados de inversiones para su futuro. Pero cuando la mandíbula de Pedro Sánchez empezaría con el bruxismo es al recordar el informe de estos días del Banco de España. Para el supervisor bancario, España lideró la tasa de paro en la eurozona con un dramático 25% frente al 15% de media de nuestros vecinos. El lugar donde más empleo se destruyó en todo Europa durante los meses de confinamiento forzado fue el país que presido, quizás se le pasó por la cabeza. El informe pone en evidencia la fragilidad del mercado laboral español, lo que no cuadra con medidas como la pretendida subida del salario mínimo. Más rechinar de dientes.

En la mesa presidencial descansa el dossier del Consejo Europeo y la Eurocámara en la que se condicionan las ayudas de 140.000 millones a cumplir satisfactoriamente con una serie de reformas económicas. Nuestro presidente no quiere leerlo y mira su móvil para saber los días que le quedan de encierro y solo ve los mensajes de sus ministros enzarzados en batallas por la reforma del CGPJ, los desahucios o las pensiones. Qué ganas de salir y poder jugar al baloncesto; eso quita todos los males, pensaría. “Pero la verdad es que últimamente no duermo muy bien, quizás por las tensiones asociadas al cargo”. Pedro Sánchez no se preocupa porque le consta que, desde Suarez, pasando por González o Aznar sufrieron los rigores de la presidencia en su salud. “En cuanto termine la cuarentena volveré a hacer deporte y se pasará el insomnio” piensa en la soledad del encierro. “Sí, la verdad que exageré un poco el 20 de septiembre de 2019 cuando en la Sexta dije que no dormiría tranquilo con inexpertos de Podemos en el Gobierno”, reflexiona para sus adentros mientras se ríe con las chiquilladas de Pablo Iglesias que la ha tomado con el Rey. “Seguro que cuando acabe la cuarentena, volveré a dormir a pierna suelta y se le habrá pasado el calentón a mi socio de Podemos”. Si estuviésemos en Italia hace siete siglos el confinamiento de Sánchez hubiese sido cuatro veces más largo. En breve veremos si apenas diez días han servido no solo para garantizar que Macron no le contagió sino también para que Sánchez y ese “95% de españoles que no podrán dormir con Podemos en el Gobierno” volvamos a descansar sin desvelarnos por el futuro de nuestras familias.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR


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