(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 25 de diciembre de 2023)
El profesor sueco Rudolf Kjellén acuñó en 1899 el término geopolítica para explicar la influencia sobre la política de los estados de las cuestiones geográficas. Una disputa por una frontera, la lucha por acceder al mar o el dominio de una ruta, son ejemplos que en el 2024 seguirán muy vivos y marcarán la agenda de las corporaciones. El conflicto en la franja de Gaza continuará impactando en el precio del petróleo, la Guerra en Ucrania cumplirá en febrero de 2024 dos años distorsionando el mercado de los alimentos; por último los ataques de los hutíes contra barcos mercantes en el Mar Rojo amenazan con estrangular el comercio internacional. La geopolítica para las empresas de todo el mundo es geoeconomía y será una de las grandes preocupaciones en 2024.
En una encuesta realizada estos días por LLYC a los primeros ejecutivos de un centenar de empresas, el contexto económico internacional es el principal desafío que afrontar en el nuevo año que empieza. Las derivadas de este escenario tan volátil se traducen para las empresas en que en opinión de un 75% el auge de los precios en 2024 afectará negativamente a sus márgenes y ventas; un 58% cree que la hiper regulación fruto de la inestabilidad del mundo impactará en su actividad mercantil y para el 57% ante tanta incertidumbre habrá muchas más dificultades para financiar las inversiones y por tanto para el crecimiento de su actividad empresarial.
Parece mentira que hace muy pocos años pensáramos con Fukuyama que la historia había llegado a buen puerto y que nos esperaba una época de abundancia y paz. Ahora nos frotamos los ojos al releer las crónicas de hace nafa del triunfo de la globalización y el auge de la liberalización del comercio internacional. Porque estamos en el proceso contrario desde que la pandemia nos encerró en casa. Vivimos si no en una desglobalización en una ralentización de la globalización (slowbalitation) que ha despertado en todas las naciones un proteccionismo inédito en este siglo que recuerda a los peores momentos de nuestra historia económica. Ahora le llamamos de una manera eufemística como soberanía industrial (homeland economics), pero no es otra cosa que volver a la autarquía, a no depender de los de fuera en tus necesidades básicas. A las empresas europeas acostumbradas a exportar la mayor parte de sus producciones, esto les suena como la distopía de la canción que titula este artículo.
Y mientras tanto zombis del pasado vuelven a ocupar la escena internacional con la Rusia de la guerra fría, la China de la república popular o el Irán que atacaba embajadas; también viejos sátrapas como Maduro en Venezuela o Ortega en Nicaragua ciscándose diariamente en los derechos humanos. Una alerta para las empresas y por tanto para todos nosotros.
Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC
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