(este artículo se publicó originalmente el día 2 de diciembre de 2023 en el periódico La Información)
Corría el año 1986 cuando la cantante mexicana Alaska arrasó en España con su canción “A quién le importa”. Rápidamente se convirtió en un himno para esa generación que ha llegado a nuestros días porque sigue levantando pasiones, no sólo por su ritmo irrefrenable, sino también por una letra que defiende la libertad individual frente a las convenciones sociales.
Aunque han pasado muchos años, casi 40, desde que el compositor Carlos Berlanga escribiese la letra, los economistas nos acordamos perfectamente de esa época de la historia de España en la que los precios de los alimentos sufrieron una subida similar a la que estamos padeciendo en España esta temporada de inflación desbocada. Era el año 1986 y la inflación de la cesta de la compra estaba en el 10% pero desde el año 1973 las tasas no habían bajado de ese guarismo llegando a alcanzar el 30% de carestía. Aquí y ahora, el dato adelantado del IPC de octubre ha confirmado un alza de los precios en los alimentos del 9,5% en el último año y un acumulado de más del 20% desde el comienzo de la escalada inflacionista por la Guerra en Ucrania. El alza del IPC se ha pegado a las arterias de la economía española, de la misma manera que sucedió en la década en la que triunfó la cantante Olvido Gara con su grupo Los Pegamoides.
Estos días me he acordado de la pegadiza canción no solo por lo anterior sino especialmente por el escaso eco que han tenido los nuevos indicadores económicos que confirman unas previsiones muy preocupantes que se unen a una mala coyuntura que consagra inflación y pérdida de renta per cápita. Ahora parece que, como el título de la canción, a nadie le importa ya la economía en España.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha rebajado la previsión de crecimiento para España en 2024. Pasando del 2,3% que auguraban en septiembre, al 1,4% que pronostican ahora. Casi un punto de diferencia, nada más y nada menos. El informe, emitido por la organización, advierte de la necesidad de un ajuste presupuestario para poder mantener controlada la deuda. Una conclusión que confirma un crecimiento muy frágil que dificultará la creación de empleo y los avances en las reformas de competitividad para reducir la brecha con Europa. Al mismo tiempo se constata que el motor de Europa, la economía alemana, sigue parado y no arranca, lo que lleva a pensar que es algo más que una situación transitoria sino un problema de más calado.
Mientras la inflación se enquista, como el colesterol a nuestras venas, la economía española sufre porque no es capaz de mejorar su competitividad, aunque a nadie le importe, a la vista de los debates públicos donde la economía ha desaparecido. Todo ello mientras Europa sigue sin controlar el alza de precios lo que llevará al Banco Central Europeo a mantener su política monetaria restrictiva. Sin esperanza, por tanto, de bajadas de los actuales tipos de interés las dificultades de financiación para las empresas y los hogares serán cada vez mayores, aunque de esto no se hable en el Congreso de los Diputados.
La OCDE no es el único organismo que ha revisado a la baja el crecimiento de España para 2024. BBVA Research lo ha hecho hasta el 1,5%. Esta previsión aleja un escenario de creación de riqueza y bienestar para el país en un contexto del año 2024 en el que las reglas fiscales serán de nuevo muy estrictas y las políticas expansivas de subsidios desaparecerán.
Aunque está de moda acusar siempre a los políticos de todos los males, en este caso, me permito repartir las culpas. Por supuesto que como no hay elecciones en el corto plazo, los temas que afectan a los bolsillos de los ciudadanos han perdido interés para los cargos públicos, pero algo de culpa tenemos también los economistas. A nadie le importa la economía porque, quizás también nos ha sucedido algo parecido a lo que cuenta la fábula atribuida a Esopo del lobo y el pastor. Dos años diciendo que venía una situación económica difícil pero no termina de hacerlo. Bien sea por las inyecciones de ayudas europeas, bien por las políticas expansivas del Gobierno que ha regado de subsidios el país o porque los españoles están utilizando sus ahorros para capear la situación. Sea por lo que sea, la crisis no ha llegado y ahora a nadie le importan los avisos de esos agoreros economistas. Pero, ay, hasta que nos encontremos de bruces con ella y como en el cuento ya no haya tiempo de reaccionar.
Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC
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