lunes, 21 de marzo de 2022

La guerra, nuestra guerra

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 21 de marzo de 2022)



Ahora que parece que ya nos hemos cansado de devorar las imágenes de la invasión de Ucrania es cuando comienza nuestra guerra. En la cuarta semana de ataques rusos, nuestros ojos se han acostumbrado a los resplandores de las bombas y a las caras de pánico de los ucranianos. Pero ahora sí, la guerra de verdad está llegando a España.

Aunque en las noticias Ucrania ocupe cada menos tiempo, en nuestras vidas va a suceder justo lo contrario. La globalización de la que tanto nos hemos beneficiado y que la masacre rusa ha puesto en cuestión, supone que todo está interconectado. Nunca ha sido tan fácil como ahora comprar cualquier producto de cualquier parte del mundo. Viajar, informarse o tener amigos de todas las culturas. Pero detrás de este fenómeno había unas cadenas de suministro que funcionaban como relojes suizos y que las bombas del Kremlin han colapsado. Esta globalización, como si fuese esas construcciones hechas de piezas de dominó, es muy frágil. Ha bastado con que Rusia invada Ucrania para que cayese la primera ficha del dominó que ha arrastrado a la siguiente y así sucesivamente, hasta que la guerra se ha plantado en nuestras vidas. Ya no es una imagen de destrucción que olvidas al apagar tu móvil. Es algo más profundo que ha venido para quedarse.

Nuestra guerra la vemos ya en las baldas vacías del supermercado, en la factura de la luz que no para de subir o cuando llenes el depósito de tu coche esta semana e incrédulamente constates que son 20 euros de más. Ya ven esta guerra los empleados de la automoción que no pueden seguir trabajando porque los cables de Ucrania imprescindibles para producir un coche ya no llegan. Se han dado cuenta de la guerra los obreros de las acerías que les han mandado a casa porque no compensa seguir con la fábrica abierta con el aumento del coste de la energía. Esos hijos que este fin de semana no han celebrado el día del padre, porque a muchos militares les han movilizado en nuestro propio país. O los taxistas que no pueden subir precios, pero en la gasolinera no piensan lo mismo; o los ganaderos que ya no tienen pienso para sus animales y que por ello han descubierto que venía de las llanuras ucranianas. Por no hablar de las familias de vaqueros que no tienen donde almacenar la leche porque los camioneros hartos de pagar los platos rotos de la guerra han decidido plantarse. Prueba a preguntar a las familias que viven del turismo si saben lo que es la guerra de Ucrania y comprobarás que está guerra ya nos está salpicando en cancelaciones de viajes y vuelta a los ERTEs y al desempleo de cientos de miles de compatriotas. Uno de cada diez euros de los ahorros de toda tu vida se habrá esfumado antes de que termine el año por la inflación también cebada desde Moscú.

Ahora sí, la guerra está aquí.

Iñaki Ortega es doctor en economía en La Universidad de Internet UNIR y LLYC



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