(este artículo se publicó originalmente en el número de lanzamiento de la revista GLOBAL SQUARE el 12 de diciembre de 2017)

“Un joven elefante que vivía en la sabana observaba diariamente con
admiración la agilidad con la que la ligera gacela sorteaba obstáculos e
incluso ataques de los temidos leones. Los acrobáticos saltos de la
gacela se le asemejaban a los pasos de un baile de salón amenizado por los
acordes de Chopin. El paquidermo decidió dedicar varias semanas a
practicar giros y pasos de baile hasta que una mañana le propuso ansiosamente
al antílope bailar juntos. La gacela dudó porque los cinco mil kilos de su
amigo frente a sus solo cincuenta eran demasiada diferencia pero el
entusiasmo del joven elefante terminó por convencerla. Los dos animales
comenzaron a bailar como si de un vals se tratase y en el primer giro de la
danza, la pata del elefante se posó, por error pero con toda la fuerza de sus
cinco toneladas de peso, en la frágil columna de la gacela que murió aplastada
en el acto”.
Lo que precede este párrafo es una fábula. Un género compuesto por una
composición literaria breve con intención didáctica en la que los personajes
son animales que presentan características humanas. Esas enseñanzas o
aprendizajes que lo definen aparecen siempre al final del cuento y se conocen
popularmente como moraleja. No traslades a los demás tus culpas, es la moraleja
en la recordada fábula “La zorra y las uvas” y en “El león y el ratón” se
aprende a nunca despreciar las promesas de los pequeños porque puede que un día
se cumplan.
Las metáforas con el mundo animal en la literatura económica no son nuevas:
los tigres asiáticos a principios de este siglo para referirse a las entonces
emergentes potencias asiáticas de Corea, Singapur, Taiwán y Hong-Kong; los
PIGS, acrónimo acuñado por medios anglosajones para referirse peyorativamente a
los países mediterráneos acuciados hace unos años por problemas de déficit y
balanza de pagos, son solo algunos ejemplos. En el campo del emprendimiento, en
el año 1979, el profesor del MIT David Birch sorprendió al mundo con su
informe “Job generation process”, al atreverse a poner en entredicho el
paradigma dominante a favor de la gran empresa. Birch demostró que las
nuevas y pequeñas unidades empresariales generaban en Estados Unidos la mayor
parte del empleo neto y explicó estas dinámicas de creación y destrucción de
puestos de trabajo, utilizando para ello analogías zoológicas que aunque han
pasado décadas siguen hoy muy vigentes. Los elefantes vienen a corresponderse
con compañías bien asentadas, que cuentan con un tamaño que les procura
seguridad y capacidad para conseguir ingentes recursos, aunque se ven lastradas
por pesados organigramas y procedimientos. Las gacelas, por el contrario, son
empresas muy pequeñas, jóvenes y vulnerables, pero gozan de una agilidad a la
hora de innovar que les permite dar grandes saltos y alcanzar velocidades
impensables para el elefante. Por último, ya en nuestros días, los unicornios
se han traído de la mitología al mundo de la inversión, para definir las nuevas
empresas que tienen una valoración de 1000 millones de dólares. Linkedin, Uber
o Airnbn son ejemplos de esos unicornios tan deseados por los fondos de
inversión.
También las moralejas han estado presentes en la doctrina económica y tras
dos años de estudio el informe sobre emprendimiento corporativo que he tenido
el honor de coordinar y que ha llevado por subtítulo “elefantes y gacelas
bailan sin pisarse” ha dado lugar a cuatro enseñanzas. La primera es que
este fenómeno ha pasado en unos pocos años de ser una realidad
desconocida en las grandes empresas a convertirse en uno de los ámbitos de
actuación más recurrentes en cualquier plan estratégico. Ante un escenario cada
vez más cambiante y competitivo las organizaciones ven en el emprendimiento
corporativo una vía para adoptar los exitosos modelos de innovación disruptiva
de las startups, ya sea tendiendo puentes de colaboración con estas
mediante fórmulas de innovación abierta o promoviendo el espíritu emprendedor
de sus propios trabajadores. Esta investigación permite aportar algunas
claves para facilitar que las empresas incumbentes y las emergentes trabajen
juntas a fin de que las primeras innoven y sean más competitivas y las segundas
logren alcanzar unas altas cotas de escalabilidad. En segundo lugar y
gracias al contraste entre dos encuestas hechas a intraemprendedores y a los
propios directivos, hemos demostrado que el masivo apoyo al emprendimiento
corporativo en España manifestado por las empresas muestra más deseos que
realidades. La tercera enseñanza es que la existencia de exitosos programas en
multinacionales españolas demuestra que a pesar de la juventud del fenómeno ya
hay buenas prácticas que permiten abonar el camino para los que empiezan ahora.
La última lección aprendida es que son muchos los obstáculos a sortear
para implantar estrategias efectivas de innovación abierta e
intraemprendimiento en las grandes corporaciones porque además de las
dificultades propias de hacer crecer negocios emergentes se encuentran inercias
de las grandes empresas que no respetan las peculiaridades del mundo startup.
En la vida real es muy difícil que dos especies tan distintas puedan
ensayar una danza, al menos no sin que la gacela, corra un alto riesgo de ser
apisonada por las toneladas del elefante. Pero lo que en principio solo podría
ocurrir en un cuento, que bailen ambos animales, sí puede convertirse en una
realidad en el ecosistema empresarial. En última instancia es el propósito que
ha llevado a los autores de esta investigación ha sido precisamente ese:
demostrar con datos empíricos y casos reales que grandes empresas y
emprendedores han empezado a bailar en España al son del mismo compás y que, a
pesar de algunos pisotones inevitables, todo apunta a que formarán un gran
tándem. Hace unos días en la sede la Fundación Rafael del Pino se pudo escuchar
a los consejeros delegados de empresas de sectores tan dispares como Enagás,
Telefónica, CAF o Vocento comentar su fructífero trabajo con emprendedores.
Explicaron cómo, no sin dificultades, los elefantes están empezando a bailar
sin pisar a las gacelas. Hace unos años el profesor del MIT Clayton Christensen
vaticinó que las empresas diseñadas en el siglo XX para triunfar, están
abocadas a fracasar en el siglo XXI, salvo que adopten la mentalidad startup.
Por ello y si queremos que nuestro cuento además de tener final feliz nos ayude
a afrontar el futuro de nuestra economía con más garantías, tendremos que
escribir un nuevo final en el que el elefante aprenda a bailar poco a poco con
la gacela sin hacerle daño. De modo y manera que un día, no muy lejano, ambos
anímales deleiten a toda la sabana bailando armónicamente.
Iñaki Ortega es profesor de la Universidad de Deusto y ha coordinado el
Informe sobre Emprendimiento Corporativo en España promovido por CISE y
Santander Universidades
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