lunes, 15 de septiembre de 2025

¿Es la Vuelta?

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 15 de septiembre de 2025)


Un día cualquiera de septiembre de buena mañana, miles de personas emprenden una marcha hacia una montaña cercana a su ciudad. Jóvenes, mayores y niños; hombres y mujeres; de izquierdas y de derechas; nacidos aquí o de fuera; en familia o con amigos. Por un día apenas habrá móvil y redes sociales; solo aire libre y deporte. Animar a los tuyos y respetar a los otros porque todos ellos se ganarán ese día el jornal. 

Así viene siendo una etapa de La Vuelta ciclista a España desde hace 90 años. Un lugar de encuentro de los aficionados a las dos ruedas en el que la ideología no importa en beneficio del disfrute de las calles tomadas por un día por la bicicleta y sobre todo de la admiración al esfuerzo titánico del pelotón. 

Miles de aficionados toman cada curva con sumo respeto para ver pasar apenas unos instantes al centenar de ciclistas profesionales. Un fugaz espectáculo que merece la pena no tanto por esos segundos fugaces de pedaladas de los esforzados deportistas, sino por la oportunidad de sentirse por un día como ellos. Bien porque ese público ha subido esa mañana el mismo puerto de montaña, bien porque en amena caminata se han ascendido esas pendientes con amigos. También por disfrutar de las calles de tu localidad teñidas por una vez de una serpiente multicolor; las risas con amigos y familia o en definitiva volver a sentir que es posible la diversión sin un móvil en la mano. 

Nadie pone una pega a todo lo anterior, es un consenso que abusamos de la tecnología en detrimento de la vida sana y el deporte, también que cada vez hay menos cosas que nos unen y que se reproduce peligrosamente todo lo que nos polariza. A pesar de lo anterior este año, no ha sido así. La Vuelta se ha reventado y las etapas se han convertido en una lucha campal hasta el desastre final de la suspensión de Madrid, ceremonia de entrega de premios incluida. 

Alguien decidió hacer de juez y condenar a un equipo ciclista por llevar el nombre de Israel en su maillot. La acusación era que esos jóvenes deportistas que cada día pasan de media seis horas en las bicis para terminar etapas de cientos de kilómetros eran los culpables de la guerra en Gaza. Las pruebas, ninguna, porque no hay organismo oficial del deporte internacional -pero tampoco español- que haya puesto una objeción a la participación de dicho equipo en competiciones oficiales. La razón, usar el altavoz de este espectáculo deportivo seguido en todo el mundo para apoyar a Palestina. 

¿Solo eso? Me temo que no, porque lo que hay detrás no son cuatro radicales a la vista de las declaraciones de ayer del presidente de Gobierno, lo que parece es que se trata de movilizar y unir a votantes –hoy disgregados políticamente– con la excusa de la guerra en Gaza, criminalizando todo lo que no comulgue con la ortodoxia de la izquierda.

Es un ensayo, es calentar motores. Ahora es contra Israel, mañana será Eurovisión, las empresas americanas o los toros, al otro la Iglesia y por supuesto cuando haya cambio político el turno le tocará a un gobierno de derechas. Y entonces las manifestaciones violentas como las de ayer serán por los precios de la vivienda, la factura de la luz o la calidad de la sanidad, como si esos problemas solo aflorasen cuando gobiernan unos. Y los escraches, las banderas usadas como porras, las vallas a modo de trincheras y el odio a la policía volverán, con más fuerza si cabe que este mes de septiembre contra los pobres ciclistas.


Iñaki Ortega es doctor en economía

miércoles, 3 de septiembre de 2025

Doña Elisa

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 1 de septiembre de 2025)


La última vez que estuve con ella me dijo que no la llamase así porque le hacía mayor. Tenía ya 100 años. Genio y figura. Nació en 1925 y murió la semana pasada en su casa de Madrid. Un siglo de vida en el que vivió dos dictaduras, una república y, por fin, una monarquía parlamentaria, pero sobre todo vio nacer a sus 15 hijos y lo que es peor asistir a la muerte prematura de su marido, dos de sus vástagos y a punto la suya misma. Con doña Elisa se muere un carácter de sacrificio y superación vencido por un mundo hedonista y egoísta. Hoy pensamos que es mejor tener perros que hijos o por lo menos nos compensa más porque nos salen más baratos, dan menos problemas y nos obedecen. No encontramos tiempo para cuidar a nadie más que a nosotros y pensamos que con ello alcanzaremos la inmortalidad. La vida de centenarias como doña Elisa nos recuerda que es más importante para envejecer pensar menos en uno mismo y más en los demás. Todos esos longevos han querido seguir cumpliendo años porque tenía un sentido su vida, muy alejado de mirarse en el espejo o de compadecerse sino de hacer felices a los demás. Piensa en esos superancianos que tienes cerca y verás siempre frugalidad, generosidad y alegría. 

En el tanatorio un sacerdote recordó a los que estábamos allí que sin ella no vivirían la mayoría de los que escuchábamos esas palabras. Quince hijos, 32 nietos y 26 bisnietos… y los que vendrán. Dejar huella en la tierra no pasa exclusivamente por firmar una obra de arte o tener un alto desempeño profesional sino –aunque se nos olvide– en hacer mejor el mundo que te recibió, aunque sea a tu costa. Hoy suena extraño, nos hemos acostumbrado a celebrar el ego con las redes sociales y ocultar los sacrificios porque todo han de ser éxitos personales. 

Doña Elisa sacó adelante su familia cuando enviudó hace medio siglo, le dio tiempo de formar parte de consejos de administración, presidir una compañía, disfrazarse de Santa Claus cada Navidad para repartir un regalo a toda su prole o compartir cada alegría y cada tristeza –nunca en soledad– siempre en familia. Montar en bicicleta hasta los 80 años, disfrutar del fútbol y de cada visita como si fuese la última de su vida. Una fe inquebrantable que le ayudó a soportar penalidades siempre con sonrisa y valentía. Todo lo que tenía lo compartió con los demás sin dejarse nada para ella, su felicidad era la de los demás. Repartió todo y en especial su cariño con ecuanimidad sin juzgar a nadie ni a nada. 

Valores que quizás en este mundo en el que solo tenemos como prioridad a uno mismo han de reivindicarse ahora que empieza de nuevo el curso. Cuando veamos, que lo veremos, la discordia, la soberbia, el egoísmo, el extremismo en nuestro trabajo o en las noticias, no estaría mal pensar en todos estos ancianos que frisan la edad centenaria y cómo lo han logrado: con poco de lo anterior y mucho de los valores de personas como doña Elisa.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 18 de agosto de 2025

Un estío impostado

 (este artículo se publicó originalmente en el diario 20 minutos el día 19 de agosto de 2025)

No se si está en la naturaleza humana o si lo ha acelerado las redes sociales, pero no nos gusta ser menos que nadie.

Este verano lo hemos visto al abrir cualquier aplicación en el móvil. La mejor puesta de sol, la foto en una paradisíaca playa, los espectaculares fuegos artificiales, la paella más rica y por supuesto la foto del barco. Todo protagonizado en primera persona por amigos y conocidos. Vamos que es difícil encontrar a alguien que no haya subido a sus perfiles sociales esos momentazos. Todos somos como los famosos/influencers y sus vidas de lujo. ¿Acaso lo dudabas?

Y a pesar de que la realidad es otra y como personas de carne y hueso no todo es felicidad en nuestras vidas, por alguna razón exclusivamente contamos signos de que la vida nos sonríe. Aunque no sea verdad. Da igual. Lo importante es lo que parece. Y hacemos lo que sea para que sea así. Si al final no probé la paella o me monté en el barco de alquiler solamente para la instantánea, es lo de menos.

Hemos entrado en una carrera frenética por estar en los sitios instagrameables, lo de menos es si me lo paso bien, me lo puedo permitir o miento como un bellaco. Y esto no sólamente se aplica al turismo sino también al exhibicionismo creciente del desempeño profesional en la redes temáticas.

No es nuevo. Impostar una vida es viejo. El añorado Mario Vargas-Llosa se fajó como novelista en los años 50 del siglo pasado, escribiendo -en su época del colegio militar- cartas de amor para sus colegas. No eran originales del amante firmante pero funcionaban, igual que el filtro de los retratos que subimos a redes sociales y que hace posible una primera cita o ese título académico fake del político de turno que adorna su curriculum el día de su toma posesión.

Nos resistimos a no ser perfectos y en lugar de asumirlo, jugamos a aparentar serlo. Lo malo es que acabamos creyendo nuestras mentiras... hasta que un día la verdad nos explota en la cara. No viajamos tanto, no somos tan guapos y no hemos estudiado lo suficiente.

Internet (y la ciencia) nos permite ahora saber que si tengo mejor físico o más estudios tendré más éxito en la vida. Y en lugar de optar por el esfuerzo de conseguirlo, acabamos buscando atajos, aparentes mentirijillas sin importancia como tunear ,ya sea mi foto de perfil o mi curriculum. Pero el tuneo es eso, un apaño que dura poco y acaba exhibiendo la cruda realidad: tengo michelines y sólo el graduado escolar.

La perversión del mundo actual es que gracias a la inmediatez de la redes sociales hemos llegado a pensar que podemos engañar a todo el mundo y precisamente es lo contrario. Hoy es imposible mentir sin ser descubierto. A pesar de los incentivos para hacerlo (los likes o las palmaditas en la espalda de los conmilitones) siempre se acaba sabiendo. Por eso, en pleno verano de postureo viajero, directivos simulando que leen diez libros en agosto y de la angustia de miles de políticos que creyeron que una carrera universitaria es como un post que puede editarse, conviene tener claro que más vale perder seguidores que la dignidad.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 11 de agosto de 2025

Los CEOs a boxear

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico económico La Información el 8 de agosto de 2025)

Si te suena a chino lo que escribo en la siguiente frase, estás anticuado. La Velada del año V combina boxeo de streamers con actuaciones musicales en Twitch. Es la nueva economía, igual que a finales de los noventa del siglo pasado. Entonces, si no sabías lo que eran las puntocom, el Nasdaq o las stock options, estabas fuera de onda. Ahora, me temo que es igual, si no sabes quién es Myke Towers o The Grefg.

No lo desprecies. No pienses que es cosa de adolescentes y que no es serio, unos youtubers boxeando con cantantes. A finales de los noventa también eran legión los que desdeñaban a esas empresitas tecnológicas que empezaban con la insolencia de querer desbancar a las incumbentes tan sólidas, tan capitalizadas y en sectores con tanto fuste como la automoción y la energía. Hoy la nueva economía de entonces -TICs les llamábamos- domina los rankings de las empresas más exitosas del planeta. Por cierto, empresas tecnológicas sí, pero también de entretenimiento.

Pero volvamos a La Velada. Más de 80.000 personas asistieron en directo este 26 de julio en el estadio sevillano de La Cartuja y por lo menos 9 millones de espectadores la siguieron simultáneamente en Twitch, la red social especializada en videojuegos. Estas magnitudes se multiplican si tenemos en cuenta que esa noche las quedadas de grupos de jóvenes en casas fueron habituales y cada una de ellas sólo contabilizó como un espectador. Por no hablar de los seguidores de los participantes en La Velada -cantantes de éxito como Aitana o Eladio Carrión e influencers como Westcol o Roro- que no han dejado de compartir contenido vinculado a ese espectáculo.

Si la nueva economía de los noventa tenía a Steve Job, el fundador de Apple como gurú, la que nos toca vivir ahora por estos lares tiene como patrón a Ibai Llanos. Ibai nació en Bilbao hace 30 años, estudió periodismo, aunque no llegó a completar la carrera, ya que empezó a comentar e-sports o videojuegos en línea, en 2014, además de alguna narración de partidos del fútbol profesional español. Pero no fue hasta 2020 cuando dio el gran salto. Sus tronchantes retrasmisiones durante el confinamiento hizo que sus seguidores aumentaran exponencialmente y conocido antes millones de jóvenes españoles y latinoamericanos. Desde entonces entrevista a los más famosos deportistas, cantantes e influencers. Por su canal han pasado desde Leo Messi, Bad Bunny o Aitana y también Mbappé o Luis Enrique.

En 2021 se atrevió con la primera velada –a puerta cerrada en Barcelona por las restricciones de la pandemia- con reconocidos streamers boxeando y músicos amenizando, consiguiéndose altas audiencias. En los siguientes años esta idea de La Velada siguió progresando con los mismo ingredientes de youtubers y cantantes; primero en el estadio olímpico de Badalona (2022) y luego en los estadios madrileños del Atlético de Madrid, Metropolitano, en 2023 y Santiago Bernabéu del Real Madrid en 2024, colgando siempre el cartel de no hay localidades. La fórmula ya estaba probada y este año ha sido la consolidación con ingresos millonarios fruto de la venta de localidades, patrocinios y derechos en redes sociales. Al mismo tiempo, su inquieta mente le llevó en 2023, junto al exfutbolista Gerard Piqué, a crear la idea de la Kings League, una liga de futbol de streamers con jugadores semiprofesionales y con invitados especiales como leyendas del fútbol retiradas. Esta liga se asemeja al fútbol convencional, pero con normas diferentes y algunas variaciones para potenciar siempre el entretenimiento entre los espectadores. El cambio físico que ha experimentado en el último año Ibai, ha aumentado su visibilidad y su influencia en millones de jóvenes; ha retrasmitido diariamente durante los últimos once meses su proceso de adelgazamiento que le ha llevado a perder más de 70 kilos. Hoy en día es uno de los streamers más importantes y conocidos del mundo, colaborando con las grandes estrellas globales del fútbol y de la música. Se estima que Ibai tiene un patrimonio neto de unos diez millones de euros, pero, sobre todo, es capaz de inventar una y otra vez nuevas fórmulas de entretenimiento -y por tanto de contenido- inéditas hasta que él las impulsa y siempre acompañadas del apoyo de un público cada vez más numerosos y multigeneracional. En La Velada de este año los espectadores oscilaban desde niños de 8 años a maduritos de cerca de cuarenta años. Esta edición ha confirmado que el entretenimiento, al mezclarse con cultura digital, garantiza atención masiva.

No todo el mundo está a por uvas con este asunto. Por mucho que los que superan los cincuenta años, en su gran mayoría no sepan nada de lo anterior, las empresas que dirigen la generación x o los baby boomers, se están poniendo al día. Por supuesto que compañías disruptivas como Revolut, la fintech de moda, está muy presente en estos eventos. Pero también viejos cantantes como Bustamente han participado e incluso boxeado en anteriores ediciones de La Velada. Marcas clásicas como Coca-Cola, El Pozo, Grefusa Mahou o Alsa no han querido perderse esta Velada del año V. Todas esas y una decena más han considerado el evento una plataforma estratégica para conectar con audiencias jóvenes, digitales y globales. Aunque la cifra exacta puede variar, se estima que cerca de 15 marcas han tenido presencia destacada en diferentes niveles, como patrocinios visibles en el ring; acciones de contenido con influencers y streamers o bien activaciones en redes sociales y en vivo durante el evento.

Las marcas que participaron aprovecharon para conectar con la audiencia joven de forma creativa y contextual. Activaron su presencia mediante colaboraciones con influencers, contenido en redes sociales, menciones en directo, promociones personalizadas, experiencias en vivo y branding integrado en la escenografía. En lugar de limitarse a las colaboraciones de toda la vida, apostaron por formatos nativos del entorno digital, generando visibilidad orgánica y afinidad real con el público objetivo.

Es la hora. Si eres un directivo empresarial toca ponerse los guantes de boxeo y los cascos de música, aunque te cueste. La otra opción es perder esta ola de decenas de millones de clientes.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 4 de agosto de 2025

Ilusiones veraniegas

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico económico La Información el día 4 de agosto de 2025)

Seguro que te ha pasado alguna vez. A mi me pasa mucho. De repente alguien te habla de un asunto que no tenías en la cabeza y a partir de ahí lo empiezas a ver por todos los lados. Cómo es posible que hasta entonces había pasado desapercibido y sin darte cuenta ahora está hasta en la sopa. Enciendes la televisión y aparece en las noticias, lees la prensa y le dedican un artículo, en las redes sociales todo el mundo opina de ello y en las terrazas las mesas de al lado no dejan de comentarlo.

Inaudito pero cierto. A mi me está ocurriendo este verano con las criptomonedas. Mi amigo Dani, en una de las innumerables copas de verano que todas las organizaciones en Madrid nos empeñamos en convocar antes de las vacaciones, me abordó para explicarme que estaba echando a perder mis ahorros con una cuenta corriente en el banco.

Como conozco su vehemencia y a esas alturas del curso ya las fuerzas flaquean para las discursiones, le dejé hablar. En pocos minutos me explicó el dinero que estaba ganando con los bitcoins pero también su fontanero y la panadera de debajo de su casa. Siguió explicándome que eran legión los inversores que ya se habían pasado a las criptomomedas. ¿Las cifras me mareaban o era el coctel con el estomago vacío? El tiro de gracia a mi silenciosa incredulidad me lo dio cuando afirmó que siendo tan pacato no iba a poder pagar las carreras de mis hijos. Con cara de póker me escabulĺí de la fiesta con una excusa poco creíble.

Y al día siguiente el milagro sucedió. En mi buscador del móvil Trump anunciaba la aprobación de la primera ley en su país para apoyar a las monedas virtuales. En la oficina leí que el principal banco americano ofrecía ya prestamos garantizados por criptomonedas. Bajé a la calle y en la sucursal de una entidad financiera vi un cartel que promocionaba la custodia y compra-venta de estas monedas digitales. Me pellizqué por si era un sueño y recibí como respuesta en mi correo electrónico un curso para saber operar con bitcoins ante los requerimientos de los reguladores. Agobiado llegué a casa y mis hijos hablaban del ultimo tiktoker que se estaba forrando con las cripto y mi mujer me dijo que su mejor amiga también tenía unos euros invertidos. Ya en la cama, a mi cabeza vino Milei y Maduro apoyando uno la moneda Libra y el otro la cripto Petro. Agobiado de tanta presión del bitcoin cogí un libro de mi mesilla, firmado por un nobel de Economía que explica las trampas del cerebro. Y leí el sesgo de la ilusión de frecuencia. ¡Menos mal! Una explicación para mi intenso día.

Al parecer cuando algo llama nuestra atención, nuestro cerebro comienza a prestarle más atención y a buscarlo activamente en nuestro entorno. Una vez que hemos notado algo por primera vez y lo hemos asociado con una cierta idea o concepto, tendemos a interpretar las apariciones posteriores de ese algo como una confirmación de que es común o frecuente, incluso si en realidad no lo es y son meras coincidencias.

Con la tranquilidad de que no estaba loco pude dormir bien ese día y seguir con el verano sin tantas alucinaciones...por lo menos hasta que alguien vuelva a activar mi cerebro.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

jueves, 24 de julio de 2025

El turismo español necesita leer los manuales de gestión empresarial

 (este artículo se publicó originalmente en el diario económico La Información el 24 de julio de 2025)


Desde 1984, gracias a un profesor americano, se sabe que las empresas no se deben solamente a sus accionistas sino a otros agentes como clientes, proveedores, gobiernos y por supuesto la opinión pública. La teoría de los stakeholders fue acuñada por Edward Freeman y adoptada inmediatamente por las escuelas de negocios de todo el mundo, de ahí a que se incorporase en todos los planes estratégicos de cualquier empresa. Por mucho que los propietarios de la empresa estén contentos -por ejemplo, con dividendos- si los clientes no lo están, la empresa está abocada al fracaso. De hecho, surgieron sofisticados indicadores para medir esa satisfacción como es el conocido NPS (net promote score), una métrica para saber cómo de probable es que un cliente recomiende la empresa analizada a un tercero.

El turismo en España no es una empresa, en cambio sí es un sector clave para nuestra economía que aporta dos dígitos al PIB y por lo menos 3 millones de empleos. No es una empresa, pero en 2025 cien millones de turistas que vendrán a España serán clientes de nuestro país. No es una empresa, pero sin el turismo cientos de miles de proveedores cerrarían sus negocios. El turismo no es una empresa, pero debería aprender de ella y aplicarse la teoría de los agentes de interés.

Hoy el principal agente de interés del turismo no son los millones de turistas, tampoco los hoteleros o las compañías aéreas y ni siquiera los trabajadores del sector o los proveedores. Quien definirá el futuro del turismo en España serán los españoles, esa opinión pública de la que hablaba Freeman. Hace unos días se presentó el Barómetro de Percepción Turística, una nueva herramienta que analiza la conversación digital de los españoles en este tema. Una suerte de NPS del turismo por comunidades autónomas. El barómetro será una herramienta dinámica lo que permitirá medir y comparar la reputación turística regional. Para ello, ha analizado 4,6 millones de mensajes digitales desde el inicio de la serie en enero de 2022 (más de 1,5 millones en el último año) procedentes de redes sociales, medios online y foros especializados. Cada intervención ha sido clasificada territorialmente y evaluada por su tono (positivo, neutro o negativo) para acabar ofreciendo una nota por comunidad autónoma, donde 0 es el valor más desfavorable y 10 el más favorable. Se calcula combinando dos factores principales: el volumen de conversación y el sentimiento neto de dicha conversación. El informe revela que Madrid y Barcelona concentran más del 40% de la conversación (el 70% si sumamos Andalucía y Canarias). Son estos territorios los más afectados por el clima negativo junto con Baleares y Comunidad Valenciana. Concentran el mayor volumen de mensajes críticos, principalmente relacionados con la saturación y un insostenible modelo urbano. El País Vasco se aproxima a este grupo por el alza en los últimos tiempos de menciones desfavorables.

A pesar del descenso general de la satisfacción, algunos lugares han logrado mantener una reputación positiva sólida durante el último año, a saber, Extremadura, Cantabria y Navarra y Aragón. En definitiva, el barómetro deja una España con claras diferencias en la conversación turística: en el norte y en el interior de la península, la cultura y la naturaleza son el reclamo y trae aparejado un nivel de satisfacción alto de los habitantes. Mientras que, en el litoral y las grandes urbes, la masificación turística y el deterioro del bienestar local han eclipsado los clásicos atributos, arrastrando a la baja la satisfacción con el turismo en la conversación digital.

Además, este barómetro deja claro que la satisfacción de la opinión pública española con el turismo ha ido descendiendo en los últimos años (1,2 puntos en el último trimestre y en 2,5 puntos desde 2022). Tendencia que ha coincidido con la implantación del fenómeno de la gentrificación en los grandes destinos turísticos de España: Cataluña, Madrid, Baleares, Canarias, Andalucía y Comunidad Valenciana. Precisamente esas son las regiones más afectadas por la conversación negativa.

La gentrificación es un término importado del inglés. Los gentry son las clases altas del Reino Unido, por eso cuando un barrio de una ciudad fruto del turismo empieza a expulsar a los residentes de toda la vida en beneficio de propietarios de alta renta venidos de todo el mundo, se habla de gentrificación. Las consecuencias son conocidas, los precios de la vivienda suben e irrumpen grandes tenedores de viviendas turísticas que hacen -ambas derivadas- que los históricos moradores busquen otros destinos más asequibles y tranquilos.

El pueblo acosado por los ricos, una dicotomía que se ha trasladado a la conversación digital en forma de turismofobia, ya que es la forma más sencilla de expresar la rabia ante esta realidad. Por eso toca -siguiendo la teoría de los stakeholders- emprender como país una tarea de prestigiar el turismo y explicar los beneficios del mismo en nuestra economía y bienestar. De otro modo la tentación de los gobernantes será parar ese malestar con políticas públicas populistas que traerán votos, pero no soluciones. Entonces sí estará más cerca el final del turismo español como el de esas empresas que Freeman decía que no escuchaban a sus agentes de interés.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 21 de julio de 2025

La vida era esto

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 21 de julio de 2025)


Lo hemos sufrido muy cerca, lo tenemos ahora mismo merodeando o aparecerá de improviso en un futuro cercano. El cáncer. Lo sabemos, pero cada vez que se presenta sin aviso en nuestro entorno nos afecta como la primera vez. Mi madre lo padeció cuando éramos pequeños y damos gracias a Dios por la bendición de la sanidad pública que la salvó. Desde entonces cada cáncer es un mazazo, el de Óscar, Raquel o el de José Antonio, pero también el de Lucía, Almudena o el de Cata. El protocolo se pone en marcha y el dolor (y el miedo) acampan en los hogares de los enfermos. Los silencios, las dudas y el pudor aparecen en los que los conocemos y todavía disfrutamos de salud.


Ahora le toca a Borja. A todos nos tocará. Y como dice su adorado verso "que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde". La enfermedad es parte de la vida. Como las risas en vacaciones, ninguna de las dos dura para siempre. Kipling decía que "al éxito y al fracaso, esos dos impostores, trátalos siempre con la misma indiferencia". Lo bueno y lo malo es transitorio, no dura para siempre y no define a la persona. Por eso Borja ahora no es un enfermo como tampoco antes era un exitoso político. Borja es un padre, marido e hijo que hará lo que ha hecho desde que le conocí hace más de 35 años, luchar. Y luchar no garantiza el éxito, pero no hacerlo sí te lleva la mayoría de las veces al fracaso. Luchar es la vida. Y te das cuenta al leer a Gil de Biedma o cuando una biografía –como a Borja– te entrena para ello desde muy joven. Abandonar tu hogar, mirar a los ojos a tus asesinos, empezar de cero, sonreír sin ganas, enterrar a tus compañeros, añorar a los tuyos, perder una y otra vez. Es un entrenamiento para lo que le vendrá, como también lo es sentirse querido, recibir ovaciones, ganar elecciones, disfrutar de una familia o que esa chaqueta te siente como un guante. Y eso no te lo quita nadie. Ese adiestramiento siempre sirve. Ahí queda para usarlo cuando toque. Y ahora toca.

No es el primero y no será el último. Porque el cáncer ronda todas las casas. No sé si más o menos que antes. No sé si es porque ya no soy ese joven de los versos del poeta barcelonés. Tampoco tengo claro si los avances médicos han hecho que dolencias latentes ahora aparecen tempranamente o es el maldito covid. Ni idea. Solo sé que mis amigos y mi familia lo sufren y no me gusta. Rezo para que pase pronto, aunque sé que siempre estará el cáncer muy cerca. Rondando.

La vida iba en serio. Es alegría y dolor; es firmar un contrato y también ser despedido; enamorarte y desenamorarte; estar fuerte y sentirte frágil; llorar y reír ¿Acaso no lo sabíamos, querido Borja?

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 7 de julio de 2025

Hipnocracia

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el 7 de julio de 2025)

Siempre hay alguien, generalmente muy leído, que te habla de un libro de un autor inopinado. Si además el escritor es de un país, llamémosle exótico, la recomendación de la lectura es mucho más chic. Hace un tiempo escuché que un autor de Hong Kong estaba arrasando con su libro de título Hipnocracia. La tesis del mismo podría aplicarse perfectamente a lo acontecido este pasado sábado en España. Jianwei  Xun defiende que vivimos en una dictadura digital en la que los algoritmos modulan nuestra conciencia social. Es decir que padecemos una hipnosis colectiva. Vivimos hipnotizados por realidades paralelas que nos impiden ver la realidad.

De hecho, durante todo el fin de semana hemos visto como el congreso del PP emitía un mensaje hipnótico de moderación y preparación para gobernar, al mismo tiempo que la inmensa mayoría de partidos del Congreso le daba la espalda a una supuesta moción de censura para sacar a Pedro Sánchez del Gobierno. Y, oh casualidad, la reunión del Comité Federal del PSOE lanzaba casi simultánemante otro mensaje hipnótico a sus votantes de tranquilidad y de lucha frente a la corrupción en su partido. Da igual que al mismo tiempo un destacado dirigente del PSOE y del Gobierno haya tenido que dimitir por supuesto acoso o que el más alto cargo ejecutivo de ese órgano -hasta hace un puñado de días- ahora esté en la cárcel.

Una hipnosis promovida desde la política para cambiar la conciencia de los españoles y, por supuesto, conseguir los votos suficientes para gobernar. Y es que al mismo tiempo que todas las noticias y los recursos se dedicaban a expandir esos dos mensajes políticos, los problemas reales siguen ahí. Los informativos abrían con Sánchez y Feijóo, pero miles de autónomos no podían descansar pensando en la liquidación del IVA, en el pago del primer pago de la renta o en el cliente que le paga siempre con retraso. Las redes sociales ardían con los mensajes de los dos líderes y un joven matrimonio consumía las horas ora en una plataforma de búsqueda de pisos para poder dar un hogar a la familia que quieren crear ora en los portales de empleo para pluriemplearse. 

La sobremesa del domingo la protagonizaba el cuñado que sabe más de corrupción que los jueces y al mismo tiempo millones de cincuentones españoles se desesperan porque otra empresa rechaza su currículo solo porque peinan canas. Las conversaciones de la máquina del café hoy versan sobre lo soberbio que es este político y lo melifluo que es este otro y mientras tanto un ejército físico o virtual avanza hacia aquí para poner en cuestión nuestra forma de vida. La polarización -que parece que hasta disfrutamos- ha tomado nuestras mentes (y nuestro ocio) y al mismo tiempo miles de paisanos se mentalizan para un verano de colas en estaciones.

Esa hipnosis de explica este libro es tan potente que ni nos damos cuenta de que la padecemos. Y prueba de ello es que el autor del libro engañó durante meses a todo el mundo porque no era asiático sino un italiano que usó la inteligencia artificial (IA) para hacer el primer libro falso de esta nueva época de la IA que nos ha tocado vivir. Por eso, me atrevo a recomendar que al mismo tiempo que nos ponemos al día de todo lo que pasa en la política (o en la empresa) no nos olvidemos, por favor, de lo realmente importante, no vaya a ser que caigamos hipnotizados.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC