jueves, 24 de abril de 2025

¿Nos roban los mayores?

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico económico La Información el 23 de abril de 2025)

En las últimas semanas son varios los informes que han destacado el aumento de la renta de los mayores españoles. Sin duda una buena noticia, pero que se ha trasladado a la opinión pública con la coletilla de que eso agranda la brecha generacional. El silogismo es claro: alta renta de los jubilados y aumento de las pensiones = menores ingresos para los jóvenes.


Para luchar contra esta falsedad que ensombrece el avance social que los españoles hemos logrado, conviene recordar algunas verdades que a base de no repetirlas se han olvidado.

La situación económica desahogada de los mayores es el sueño de cualquier sociedad a lo largo de la historia. Durante miles de años, la edad provecta suponía dejar de producir y por tanto depender de la familia cuando no de la beneficencia. Envejecer era en esos siglos garantía de miseria. Hoy la renta de los mayores les garantiza no solo no depender de nadie -con una renta mediana por encima de sus pares europeos- sino al contrario ayudar a sus descendientes, de hecho, un 60% de los españoles de más de 55 años trasfiere renta a sus hijos. Por no hablar del trabajo no remunerado en cuidados de los mayores con sus nietos que hace posible que cada día en España puedan trabajar miles de padres con hijos menores.

El aumento de los gastos pensionarios no supone que los mayores no aporten a la economía sino al contrario ya que la solvencia de esta cohorte de edad es un motor que aporta ingresos a la demanda agregada y por tanto oportunidades de empleo a los más jóvenes. No puede obviarse que son más de 4 millones de seniors los que siguen trabajando y por tanto pagando impuestos, más de un millón los que son autónomos contribuyendo a las arcas de la seguridad social. Pero por si fuera poco los mayores de 55 años protagonizan casi el 40% de todo el consumo del país, en especial en disciplinas como el turismo, el ocio y la alimentación que mueven la economía de nuestro país. Los mayores no son los culpables de que cada vez haya menos jóvenes por mor de la nueva pirámide poblacional y ni mucho menos de que las empresas ofrezcan empleos más precarios que hace décadas o que cada vez se grave el trabajo con mayores impuestos. Tampoco que la vivienda se haya vuelto inaccesible y ni mucho menos de que los jóvenes hayan balanceado ocio y trabajo. Sí son responsable de haber trabajado más años y con más valor añadido que ninguna generación a lo largo de la historia, sí también de haber logrado -gracias a la incorporación de la mujer al mercado laboral- que por primera vez haya más de dos ingresos en los hogares de los seniors y sí -por último- de haber conseguido financiar sus hogares con hipotecas a doble dígito y el sudor de su frente que con una probabilidad alta heredarán sus descendientes.
Por eso, querido lector, cada vez que leas eso de la batalla generacional, te ruego que tengas presente todo lo anterior y no caigas en la trampa de buscar víctimas y culpables en función de la edad del DNI. Las respuestas a la desigualdad no están en las pensiones o en las canas, al contrario esos conceptos son la garantía de una sociedad digna. Pero me temo que explicar la precariedad de las cohortes más jóvenes daría para otro artículo en que los aludidos ya no serían los mayores sino las políticas públicas y también las empresariales.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

martes, 15 de abril de 2025

Nunca se calla

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 14 de abril de 2025)


Seguro que tienes uno cerca. Puede aparecer en tu vagón de tren y estar dos horas hablando sin parar en voz alta. Es el mismo que en la sala de espera del médico explica la evolución y síntomas de su enfermedad con todo lujo de detalles. Es posible que te coja por banda en una fiesta el tiempo que le plazca para contar lo bien que le va la vida, aunque apenas sepa quién eres y logre que te quedes sin bebida. Le reconocerás porque habla –casi grita– por teléfono para todo el restaurante, sus videoconferencias en la oficina a todo volumen impiden que nadie haga nada más y los cumpleaños de sus niños son radiados por él como si fuese la final de la liga de fútbol.

En las cenas es el único que habla e interrumpe sin rubor tus intentos de meter baza, cuando toca hacer ejercicio es el que mejor conoce ese deporte y sus trucos sin ahorrarse el mínimo detalle. Y pobre de ti si te pilla en la máquina del café porque es una proeza librarte de su perorata antes de media hora.

Dice que es tu amigo pero no sabe nada de tu vida aunque tú conozcas hasta el nombre del tabernero del bar de su pueblo, el de los amiguitos de sus sobrinos y las andanzas de sus socios. No sabe dónde vives, qué familia tienes, qué haces en tus vacaciones o si vas a cambiar de trabajo. Porque jamás te pregunta por ti y cuando lo hace... ¡cuidado! Es una excusa para responderse a sí mismo durante tanto tiempo como los discursos de Fidel Castro.

Y acaba consiguiendo que tires la toalla. En la bici ya no hablas, solo le escuchas sus rollos que repite sin pudor alguno, en el metro ha logrado que te pongas unos cascos para no oírle, en familia solo juegas con los niños, en las reuniones acabas optando por mimetizarte como si fueras un mueble más de la oficina y en las quedadas tienes una risa impostada como congelada. Te ha quitado la energía con esas charlas interminables sobre sus viajes, series y, cómo no, el penúltimo pódcast que no has de perderte por nada del mundo. Definitivamente te ha anulado y acabas sintiéndote transparente.

Pero un día dices basta y le interrumpes. Y sientes una satisfacción que no conocías que te lleva a hablar más. Y le cuentas a quien se tropiece contigo el último viaje y luego el argumento completo del libro que estás leyendo. Cada vez te gusta más lo que sientes y ya no puedes dejar de hablar a tus amigos y a cualquiera que tengas cerca sobre todo lo que te pasa porque todo ello es muy importante y todo merece la pena que la gente lo oiga. Lo tuyo es siempre mucho más interesante. Y vuelves a ser feliz aunque a veces reconozcas como familiar el gesto de los que asienten mientras te escuchan.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 14 de abril de 2025

Raro, raro, raro

 (este artículo se publicó originalmente en el Periódico de Cataluña y otros diarios de Prensa Ibérica el 13 de abril de 2025)

En economía se usa el concepto de raro cuando un bien es escaso y por tanto su cantidad disponible está por debajo de la demanda. Donald Trump ha hecho popular este término con las tierras raras al incluirlas en sus condiciones para la paz en Ucrania. El presidente de Estados Unidos ha exigido el control de esas tierras raras para seguir apoyándoles militarmente: defiende que es simplemente la contraprestación por el gasto militar del Ejército norteamericano desde la invasión rusa. Conviene recordar que en la doctrina económica no solo son raros los bienes como esos terrenos con minerales que se usan en la fabricación de móviles, placas solares o en resonancias magnéticas, sino también habilidades que exigen una super especialización. Esa destreza para las negociaciones, de las que se ufana el 47º inquilino de la Casa Blanca. La pericia para mercadear, en el caso de esas minas ucranianas es discutible, porque explotar esas tierras no será fácil ni barato y muchas de ellas están en territorio ocupado por los rusos. Pero, sobre todo, el Día de la Liberación pondrá a prueba esa supuesta cualidad divina que tiene Trump para los acuerdos mercantiles.

Era septiembre de 1943 y en el barrio de Arguelles de Madrid nacía en el seno de una acomodada familia un bebé con tanto pelo y tan azabache que su padre, un simpático médico, dijo en voz alta delante de la madre y el personal sanitario "raro, raro, raro". Esta frase ha pasado a los anales de la televisión porque quien la pronunció era el doctor Julio Iglesias Puga, padre de Julio Iglesias, quizá el artista español más famoso de todos los tiempos. Dos décadas después, el padre del cantante, dijo de nuevo "raro, raro, raro" al escuchar los planes de su hijo de abandonar la carrera de Derecho por la farándula. Pero la frase se hizo archiconocida muchos años después, siendo ya un anciano cuando consideró así a todos esos maridos que decían que no habían sido infieles.

No sabemos lo que dijo el padre de Trump al ver nacer a su hijo, tampoco su opinión sobre que eligiese la política frente a una exitosa carrera empresarial, o al respecto de la monogamia (que practicó toda su vida), pero sí estoy seguro que los aranceles a Europa, lugar donde nacieron sus padres, le habrían resultado "raro, raro, raro". Más allá de sus lazos afectivos y de sangre con Alemania y Escocia, Fred Trump fue un exitoso empresario inmobiliario que promovió apartamentos para las personas de todo el mundo que fueron a trabajar el siglo pasado a la gran manzana. Para Fred -y para cualquiera- es raro promover una voladura del sistema de libre comercio del que tanto se ha beneficiado Estados Unidos, si además esa decisión trae consigo las siguientes consecuencias:

1. Desazón en los estados agrícolas e industriales. Allá dónde más votos obtuvo Trump, más se van a resentir del cierre del libre comercio con despidos y bancarrotas de negocios.

2. Caída de la bolsa y colapso de la deuda. El mercado ha respondido con inéditas pérdidas bursátiles comparables a los días peores días de la historia los mercados de capitales.

3. Reserva Federal. El supervisor económico americano ha aseverado que esta política traerá un auge de los precios y una recesión.

4. Ruina de sus amigos. Los colegas de las grandes tecnológicas que asistieron a su toma de posesión. Amazon, Google, Facebook y Tesla han perdido cientos de miles de millones por la decisión de su aplaudido presidente.

5. Maltrato a sus socios estratégicos. No solo Europa sino Corea del Sur y Japón, históricos aliados de Estados Unidos frente al comunismo y expansionismo chino, han sido vejados con los nuevos aranceles.

6. Incomodidad a sus aliados políticos globales. Los partidos nacionalistas de todo el mundo que adoraban a Trump ven ahora como los aranceles lesionan su discurso de patriotas.

7. Rusia. Para colmo, solo Rusia, el histórico enemigo americano, queda fuera del castigo arancelario.

El tiempo quitó la razón al doctor Iglesias Puga sobre la fealdad raruna de su hijo al nacer y acabó convirtiéndose, según subrayó la revista People en 1978, en el hombre más atractivo del mundo. Tampoco acertó al poner en cuestión por rara su carrera musical a la luz de la aparición año tras años del cantante en la lista de Forbes de los más ricos.

Por eso quizás en el futuro nos pueda pasar lo mismo con la rareza de la patada en el tablero arancelario del presidente americano. Quien sabe si en unos años se hablará del acierto de la medida y se escriba en los libros de historia como otro New Deal del presidente Franklin D. Roosevelt en el siglo XX y el "América para los americanos" de finales del XIX con el presidente James Monroe. Hasta entonces no tenemos otro remedio que repetir "raro, raro, raro". 

Iñaki Ortega es doctor economía en UNIR y LLYC

lunes, 31 de marzo de 2025

Cuál es tu kit de superviviencia

 (este artículo se publicó originalmente en el diario 20 minutos el 31 de marzo de 2025)

La penúltima ocurrencia de algún avispado asesor en Bruselas ha sido el anuncio a bombo y platillo de un kit de supervivencia. Estoy imaginándome a los funcionarios europeos dándole vueltas a cómo convencer a la opinión pública de que ahora toca reducir el gasto social para poder aumentar las inversiones en defensa. Sin Estados Unidos para defendernos y con los rusos en nuestra frontera oriental, no hay más remedio que dedicar gran parte del presupuesto a crear y equipar un Ejército europeo. Pero ¿cómo explicar a los europeos que han vivido todos estos años en la arcadia feliz que ahora hay que gastar en tanques, misiles y bombas de racimo…?

Es entonces cuando, me imagino, surge la niñería del kit de supervivencia. Porque es la demostración de que la administración comunitaria nos considera a todos menores de edad y no nos pueden contar la cruda realidad. Y como si fuésemos unos párvulos a los que entretener, nos dan el juguete de esa mochila que tenemos que preparar por si hay una emergencia.

Seguro que esos burócratas aplaudieron al asesor –de futuro prometedor– por la idea feliz del kit. Los más mayores se vinieron arriba recordando los refugios nucleares de los años 60 en Estados Unidos y lo bien que vinieron para alentar el odio a los soviéticos. El resto coincidieron en que era la vía más sibilina para que los europeos se diesen cuenta de que entrábamos en una época de peligros en nuestras fronteras del sur y del este. Al mismo tiempo que celebraban el constructo, los disensos comenzaron a aparecer. Qué cosas han de estar en ese listado, porque ahora las bombas serán también cibernéticas y las amenazas no vendrán solo por el cielo sino por internet. Y cómo no, el kit no debería ser solo para la guerra porque hay otras amenazas tan o más importantes. Muy fácil de arreglar, propuso nuestro asesor, también ese neceser de emergencias lo será para los desastres naturales y por supuesto para las crisis climáticas y hasta sociales. Y respecto a qué meter o no en el kit, esa es la parte más brillante de la estrategia –defendió el asesor–, que los europeos se entretengan poniendo o quitando elementos de esa bolsa de emergencias. Démosles entretenimiento mientras nosotros vemos cómo conseguir el dinero y el proveedor para tener un escudo antimisiles a la altura del de Israel.

Dicho y hecho. La semana pasada la Unión Europea anunció en boca de la comisaria belga Hadja Lahbib una guía para que todos podamos preparar un kit de supervivencia de 72 horas para estar listos en caso de emergencias. No pueden faltar en ese equipamiento elementos esenciales para subsistir sin ayuda externa durante al menos tres días. Y Europa nos dice que hemos de tener agua, alimentos, medicamentos, el documento de identidad (no vaya a ser que no podamos pagar a Hacienda en ese eventual encierro), dinero en efectivo (nada de bitcoins que igual no funcionan) y linternas, mecheros y todo lo que un buen explorador lleva encima.

Y ahora estamos aquí todos discutiendo que si es más importante una vela que una linterna, un libro que un cargador de móvil, las latas mejor de atún que se sardinas, nada de agua sino pastillas desaladoras y la brújula mejor que la navaja suiza… Mientras tanto, la guerra (la física y la digital, que es la más factible) sigue acercándose a nuestras fronteras. Ojalá que estos días tan entretenidos hayan servido para armar la defensa de nuestro Estado de derecho y nuestro sistema de libertades, pero me temo que eso aún está muy lejos y por tanto vendrán más excentricidades. Estemos atentos.

miércoles, 26 de marzo de 2025

¿Ya no somos pacifistas?

 (este artículo se publicó originalmente en el diario La Información el 26 de marzo de 2025)


Ahora que hablamos de rearmarnos, comprar tanques e invertir en misiles y al mismo tiempo la sociedad ni se ha inmutado con ello, conviene entender cuáles son los mecanismos que provocan cambios tan profundos en la opinión pública. Hasta hace muy poco, Europa defendía un pacifismo que nos llevaba a mirar por encima del hombro los afanes armamentísticos de Estados Unidos o Israel. Pontificábamos sobre un mundo en paz basado en las relaciones comerciales y el diálogo, quizás espoleados tras dos recientes guerras mundiales en nuestras fronteras. De hecho, algunos países habían consagrado ese anti-belicismo en sus constituciones y los movimientos del “no a la guerra” monopolizaban los medios de comunicación y la cultura. Pero de repente, todo ha cambiado y desde Alemania pasando por los nórdicos -históricamente neutrales- han acometido una deriva militarista sin que haya rechistado nadie. ¿Cómo es posible este cambio?

Nos puede ayudar a responder esta pregunta el momento en el que vivimos con dos conflictos armados a las puertas del continente y el "Tío Tom" americano abdicando de su responsabilidad para con nosotros, pero si aun así no queda claro me atrevo a recurrir a la psicología: las investigaciones en el siglo pasado de un estadounidense de nombre Abraham Maslow nos ayudarán. Este profesor pasó a la historia porque impulsó junto a Carl Rogers una nueva manera de entender la psicología, en la que el foco dejaba de ponerse en los trastornos mentales y las enfermedades, en beneficio del potencial del ser humano para superarlos. El paradigma se conoce con el término de "psicología humanista" y es la base de la mayoría de las teorías de la motivación. 

Parece ser que una dura infancia con unos padres que no le dieron el mínimo afecto le marcó tanto como la guerra -que le pilló demasiado mayor para alistarse- y le llevaron a investigar sobre las causas del odio y la insatisfacción. De ahí a divulgar, con la llegada de la paz, su contribución más exitosa: la pirámide de Maslow o de las necesidades humanas. La tesis es que las necesidades de las personas pueden jerarquizarse, de modo y manera que existen primero las más básicas (comer, beber o un lugar dónde dormir), luego las de seguridad (no tener miedo a que te maten) y a continuación las sociales (tener amigos), las de estima (que valoren mi trabajo) siendo las últimas las de autorrealización (sentirse bien con uno mismo). Maslow ordena estas necesidades en una pirámide donde en la base están las de supervivencia y en la cúspide las de autosatisfacción. 

Su teoría defiende que no puede aspirarse a las necesidades de la parte alta sin tener resueltas las de abajo. A nadie le mueve tener amigos en la vida si no tienes dónde dormir o dicho de otra manera poco sentido tiene pretender que la gente se movilice por las hambrunas africanas si en tu vecindario han entrado los okupas o has agotado tu paro. Por tanto, a medida que cubrimos las necesidades más básicas e imprescindibles para la supervivencia van surgiendo otras cada vez más complejas, pero solo en el caso de que las primeras se cumplan. Europa y España, como repite Josep Borrell, han vivido en un jardín en el que todo era armonía y abundancia, pero de bruces nos hemos dado cuenta de que estamos en la jungla donde nada está asegurado… ni siquiera la vida. De ahí que los discursos elevados del pacifismo, más cercanos a la autorrealización que a las necesidades básicas, se hayan esfumado en beneficio del pragmatismo de conseguir una Europa segura que sea capaz de parar amenazas por el este y por el sur. 

En la psicología industrial la motivación es el proceso por el cuál un directivo es capaz de proporcionar la energía necesaria a los empleados para que se esfuercen en alcanzar un objetivo. La motivación no es un rasgo de la personalidad o la habilidad de una persona, sino algo que se puede generar y reforzar. Siguiendo a Maslow de nuevo, una persona no puede ser motivada por el afecto si no están satisfechas las necesidades de seguridad. Tampoco es posible incentivar a una persona con la satisfacción del reconocimiento si quedan sin cubrir necesidades fisiológicas. Hoy en Europa hay muchas personas en riesgo de pobreza, otras tantas que temen por su seguridad en barrios tomados por bandas, no pocas que no llegan a fin de mes y una mayoría que no puede permitirse una vivienda. ¿A alguien le sigue extrañando, por tanto, que a muchos europeos les hayan dejado de importar temas tan prosaicos como el "no a la guerra" o "el pacto verde" sacralizados en siglas como DEI, ESG o RSC?

La esperanza la encontramos también en la pirámide de las necesidades. Nunca dejemos de esmerarnos en el bien común para aspirar a lo siguiente.

Iñaki es doctor en economía en UNIR y LLYC

sábado, 22 de marzo de 2025

Las mejores tecnoempresas y algo más

 (este artículo se publicó originalmente el día 16 de marzo de 2025 en los periódicos del grupo Prensa Iberica)

Palantir o Nvidia. No hay más opciones. Si todavía sigues pensando que las empresas tecnológicas líderes en la actualidad son Google o Meta, toca actualizarse. Incluso si la hiperexposición de Elon Musk en estos primeros meses de gobierno de Donald Trump en Estados Unidos te ha hecho pensar que Tesla es la mejor, me temo que es un error. Por mucho que compres en Amazon a diario o que tu teléfono móvil siga siendo Apple, así como que los programas de ordenador tengan el logo de Microsoft, todas esas compañías mencionadas ya forman parte del pasado.

Nvidia y Palantir son el presente. Ambas firmas tienen en común que no están en la mente del pueblo, que han crecido prácticamente a tres dígitos en los últimos años y que están en sectores inopinados. También ambas empresas fueron fundadas en Estados Unidos por emprendedores extranjeros (uno de Taiwán y el otro de Alemania) y necesitaron fondos público-privados para arrancar.

Nvidia nació como NV (Next Visión), pero se corrigió el nombre para facilitar su recuerdo y se le añadió un sufijo para así jugar con la palabra latina envidia o, lo que es lo mismo, la empresa tecnológica que a todo el mundo le habría gustado fundar. Hoy en día es la segunda compañía más valiosa del planeta y sigue dirigida por su fundador, el taiwanés Jen-Hsun Huang. Su desempeño es espectacular a pesar de que nació vinculada al sector de los videojuegos para ir desembocando en su porfolio actual de software, chips, API (interfaz de programación de aplicaciones), procesadores de gráficos y, por supuesto, mucha inteligencia artificial (IA). Si hace cinco años el lector hubiera invertido 1.000 dólares, actualmente tendría 18.437. No está mal, ni con criptomonedas se habría alcanzado semejante rentabilidad. A lo largo del 2024 consiguió en algunos momentos ser la primera empresa en capitalización y este año será la que mas beneficios logrará. No tiene techo Nvidia.

Palantir es una piedra esférica con poderes que permite ver el presente a distancia. El nombre se menciona en el libro El señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien, y parece ser que a uno de sus fundadores, el alemán Peter Thiel, le hacía gracia que la empresa cogiese el nombre de ese legendario vidrio oscuro que permitía proyectarse en otro momento espacial. Palantir nació para dedicarse a la ciencia de datos, en especial para agencias públicas de inteligencia. Si se prefiere, espionaje y prevención de cibercrimen y delitos antiterritoristas con un espectacular software de nombre Gotham, como la ciudad del superhéroe Batman. Y de ahí a los servicios financieros y a estar prácticamente en todas las industrias que aspiran a trabajar con datos para conseguir alto rendimiento empresarial. El periódico Financial Times ha dejado por escrito que 2024 fue el año en el que Nvidia se comió el mundo y 2025 pertenece a Palantir. Viene de ser el valor más rentable y, en un escenario en guerra, la capacidad de crecimiento de esta empresa, que se define a sí misma como «una herramienta letal», es ilimitada.

Sin duda, Thiel y Juang son los hombres de moda y alguno incluso se ha atrevido a catalogarlos como la tecnocasta. Ricos y poderosos al mismo tiempo que muy influyentes en el lugar donde hoy se conforma la opinión pública, que es internet. Thiel es el padre de la nueva ola libertaria que tiene como máximo exponente al multimillonario Musk, que se ha creído que saber hacer negocios le da patente de corso para hacer proselitismo político a lo largo y ancho del planeta sin tener ni idea de las circunstancias de cada país. Thiel empezó muy joven con el ajedrez hasta ser considerado un maestro. Juang, en cambio, pasó por un reformatorio y su primer trabajo consistió en lavar platos en una cafetería, la misma en la que 15 años después creó su exitosa compañía. 

Los dos son extranjeros en América y seguramente fueron mirados con cierta desconfianza en sus años mozos. Por eso mismo me he acordado de la mítica frase que el fundador de Microsoft, Bill Gates, suele repetir en sus encuentros con estudiantes: "Ten cuidado con cómo tratas a los frikis de tu clase o de tu barrio, porque seguramente acabarás trabajando para uno de ellos". Quién iba a pensar hace unos años que el limpiaplatos taiwanés que salía todos los días al contenedor con la bolsa de basura del restaurante iba a liderar la primera empresa del globo y que el introspectivo estudiante alemán de Filosofía que ensayaba jugadas de ajedrez aislado en el campus acabaría siendo el personaje más influyente del momento con empresas de éxito, pero sobre todo marcando la agenda política del vicepresidente estadounidense, J.D. Vance, y, por tanto, del propio Trump. Así que cuidado de quién nos reímos o a quién despreciamos, de niños y de mayores.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR Y LLYC

lunes, 17 de marzo de 2025

Vivir seguros

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 17 de marzo de 2025)

Me gusta ver a la Policía Nacional patrullando por mi barrio. También que la Guardia Civil esté en la autopista cuando hay un accidente. Por supuesto, observar a la Policía Municipal intentando ordenar un atasco. Y exactamente igual cuando los Mossos o la Ertzaintza vigilan los edificios oficiales. Me siento bien cuando las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado están presentes. Es la misma sensación que unas buenas farolas en una calle oscura o una gasolinera abierta en plena noche en una carretera secundaria. Seguridad ante eventuales peligros.

Hoy ya no son imaginaciones, las peores amenazas son reales. Algunos de nuestros socios europeos no tienen ni la menor duda. Rusia invadió Ucrania por segunda vez hace tres años y en esta ocasión, los polacos tuvieron claro que su frontera estaba amenazada y había que prepararse. Algo parecido sintieron en Noruega o Finlandia, lo que llevó a este último país a unirse hace unos meses a la OTAN para proteger sus lindes con los rusos. Las repúblicas bálticas, Estonia, Lituania y Letonia, saben lo que es ser invadidas por Rusia y desde 2022 están listas para un eventual ataque. Esa frontera está al rojo vivo, pero la del sur con África no está precisamente fría.

Si alguien ve muy improbables y lejanos esos puntos calientes de nuestro país o muy remota la posibilidad de una guerra en el corazón de nuestro continente, me temo que es como aquellos que no ven peligro en esa calle oscura o en la carretera solitaria. Muy parecidos a los que minusvaloran a los okupas porque son pocos casos o los que quitan importancia a los hurtos porque siempre han existido.

Pero es que también están los que les enfada invertir en la defensa de un país y estos días lo estamos viendo con el debate sobre el gasto militar. Nunca he entendido al que le molesta la presencia de la policía, sea del cuerpo que sea. Despotrican cuando ven un uniforme o una sirena, sea en la manifestación de turno o en un festejo deportivo o musical. ¿Algo que ocultar?, ¿acaso prefieren el desorden y el incumplimiento de la ley? No lo sé, aunque observo que con la discusión de reforzar nuestro Ejército sucede algo muy parecido.

¿Quién puede oponerse a estar más protegido? ¿A qué clase de personas les pone de los nervios que su país esté más seguro ante sabotajes rusos o chinos? La respuesta es que a los mismos que les saca de sus casillas ver a la policía por las calles; esos que no les importaría que los regímenes autócratas mencionados influyesen a su favor en unas elecciones o que no les duelen prendas defender a Putin, la dictadura china, cubana, venezolana o nicaragüense… a pesar de que esos Estados –supuestamente tan igualitarios– lleven décadas armándose hasta los dientes y violando sistemáticamente los derechos humanos.

Por supuesto que siempre hay personas bienintencionadas que apuestan por vías pacíficas para la resolución de conflictos, pero esos mismos paisanos no dejan las puertas de su casa abiertas por la noche, se preocupan por bajar las persianas o dar dos vueltas al cerrojo de la entrada. La prevención es disuasión en el hogar y me temo que ahora toca lo mismo también en nuestro continente y en nuestro país.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

sábado, 15 de marzo de 2025

Los hombres fuertes vuelven al poder

(este artículo se publicó originalmente en el diario La Información el día 5 de marzo de 2025)

Las polémicas decisiones del presidente Trump en las primeras semanas de su mandato tras su incontestable victoria electoral han desempolvado la vieja teoría del liderazgo de Thomas Carlyle. Este filósofo de hace dos siglos defendía que el destino de la humanidad debería dejarse a los «hombres fuertes», líderes superiores en inteligencia y personalidad porque solo ellos salvarían a la sociedad. Para este profesor escocés el progreso de la civilización habría sido posible exclusivamente por un puñado de grandes hombres con ambiciosa visión y capacidad de arrastrar voluntades.

Esta teoría quedó olvidada por su machismo, no solo porque citaba una sola mujer con liderazgo a lo largo de la historia, sino también porque los investigadores de esta rama de la ciencia a medio camino entre la economía y la psicología, la descartaron con númerosos experimentos empíricos. Varias universidades americanas durante el siglo pasado estudiaron el comportamiento de cientos de directivos con alta autoestima, inteligencia y fuerza para comprobar que eso no garantizaba resultados excepcionales. Tener rasgos de personalidad de un líder no traía asociados comportamientos de liderazgo y ni mucho menos, por tanto, desempeños fuera de la común.

En cambio, se demostró que la mejor forma de liderar una empresa o un país es aquella que se adapta a las circunstancias, de modo y manera que en ocasiones habrá que tomar decisiones participativas, en otras unilaterales y siempre teniendo en cuenta el entorno. Este liderazgo conocido como de contingencia o situacional enterró definitivamente en el baúl de la historia la teoría victoriana del hombre fuerte. Al mismo tiempo que triunfaba en la literatura de la psicología industrial pero también en la cúspide de las empresas y los países, los líderes conocidos como transformacionales. Modelos a imitar para los seguidores, personas buenas que hacen que los demás quieran ser así. Este nuevo líder hace mejor a los que les siguen y les transforma para bien. Obama, Merkel en la política o Amancio Ortega y Bill Gates en la empresa.

Pero las amenazas de estos tiempos, guerras, crisis económicas o incluso las pandemias han resucitado esos hombres fuertes transaccionales. Precisamente porque trasladan a la sociedad un acuerdo tácito con sus accionistas o votantes “si me das el poder de ser CEO/Jefe de Estado yo te devolveré dividendos/tranquilidad”. Ante ingentes problemas parece que son necesarios poderosos líderes transaccionales, porque el pacto es sencillo: si se les apoya, solucionarán los entuertos. Al mismo tiempo el seguidor se tapará los ojos ante los métodos usados para arreglar este mundo.

Trump y su bochornosa reunión con Zelenski es un claro ejemplo, como antes lo fue Putin en Rusia. Ahora Milei en Argentina o Bukele en El Salvador. A punto estuvo la izquierda insumisa de Melenchon en Francia o la derecha extrema de Alice Weidel en Alemania, cuestión que ya lograron Fico en Eslovaquia y Orban en Hungría. Grupo que se une a los clásicos hombres (siempre) fuertes del comunismo chino, cubano o venezolano.

Pero lo curioso del momento actual y de la vuelta a ese casposo modo de mandar es que por primera vez en la historia la política y la empresa van paralelas. Trump empresario y político (acordando la paz y haciendo negocios con las tierras raras) ha contagiado a los aspirantes de todo el planeta en ambas disciplinas. El alumno aventajado es Elon Musk acostumbrado a un liderazgo empresarial de macho alfa que desprecia a los trabajadores y sacraliza los beneficios que tiene en el nuevo vicepresidente de los Estados Unidos, J.D. Vance la horma de su zapato que se ha atrevido a dejar por escrito dicha teoría en el best seller con su biografía.

En cualquier caso, conviene no caer en la trampa de este neofeudalismo político-económico y confundir contundencia con extremismo o rigor con radicalismo. La fortaleza de los valores de un líder no son patrimonio de estos personajes, sino que a lo largo de la historia son muchos los líderes que sin caer en las actitudes sectarias las han cultivado. Nadie duda que la contundencia de Churchill o de Teresa de Calcuta no eran incompatibles con la bondad. Al mismo tiempo el alto rendimiento de Ana Botín en el Banco de Santander o Steve Jobs en Apple no impidió su alta consideración y la fidelidad a sus equipos. Porque si la historia nos ha enseñado algo es que esos estilos de liderazgo pasarán pero si caemos en estas trampas mentales de asociar clarividencia a radicalismo, las consecuencias son siempre nefastas.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

miércoles, 5 de marzo de 2025

¿No tienes traje?

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el 3 de marzo de 2025)

Siempre he defendido que los hombres perdemos mucho con la tendencia actual de no llevar traje y corbata. Nuestros padres y abuelos, con independencia de dónde trabajaran y vivieran, tenían una chaqueta y corbata para las grandes ocasiones. Una celebración, una entrevista de trabajo, un funeral o hasta ir al médico exigía una vestimenta formal para mostrar respeto.

Daba igual si esa ropa era buena o mala, a la moda o antigua, barata o cara, el traje era una prenda en el armario de cualquier hombre español. No hay foto familiar sin un antepasado con su americana y corbata oscura. Y esa imagen de elegancia quedaba en la retina grabada de sus descendientes porque el traje masculino precisamente se inventó para ayudar a la apariencia del hombre ocultando un exceso de grasa en el abdomen o unos hombros poco musculados. Las hombreras y la longitud de la chaqueta por debajo de los glúteos, sin duda, mejoraban la imagen de cualquiera. Si a ello se le añadía una camisa blanca y una corbata, el resultado era un paisano con aspecto pulcro al mismo tiempo que lanzaba un mensaje de formalidad y preocupación por agradar.

Los que defienden que el traje es una prenda elitista no saben qué responder ante el precio de las zapatillas que se han puesto de moda o de esas sudaderas que arrasan y cuestan más que tres trajes en una tienda popular. No es el argumento económico lo que ha hecho que se abandone el traje sino la supuesta comodidad de prescindir de la obligación de anudarse la corbata y ponerse una chaqueta y unos zapatos oscuros. El problema es que ese confort en demasiadas ocasiones está reñido con la estética. Un traje sienta bien a cualquiera porque se diseñó para eso, pero me temo que el estilo chándal actual fue inspirado por jóvenes deportistas americanos, que no se parecen mucho al español medio.

Así pensaba yo hasta este viernes. Y ha tenido que ser la encerrona que sufrió el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, en su reunión con Donald Trump en el despacho oval de la Casa Blanca lo que me ha hecho cambiar de opinión. Zelenski acudió vestido con ropa militar como lleva haciéndolo desde hace tres años, cuando comenzó la invasión de su país por parte de Rusia. Lo ha hecho con mandatarios de todo el mundo, desde jefes de Estado a reyes, pasando por el Papa o religiosos de todo credo. El presidente ha defendido esa indumentaria del Ejército ucraniano como una muestra de respeto a los militares en el frente, cientos de miles de fallecidos y a los ciudadanos que tan mal lo están pasando con millones de ellos desplazados de sus hogares. Y muchas veces ha dicho que tiene un traje preparado para vestirlo cuando acabe la guerra. Todo público y notorio.

Trump recibía a Zelenski bromeando, con un toque de ironía, con lo elegante que venía a la Casa Blanca. Pero las cosas se torcieron cuando el vicepresidente JD Vance apeló a la diplomacia con Rusia tras el fracaso de la guerra, lo que provocó una respuesta de Zelenski que enfadó a Donald Trump. "No estás en posición de decirnos qué va a pasar con nosotros... Sin nosotros, no tienes las cartas para ganar... Estás jugando con la vida de millones de personas y con la tercera Guerra Mundial y lo que estás haciendo es muy poco respetuoso... Va a ser muy difícil hacer negocios así. Tienes que ser más agradecido... Sin nosotros estás acabado", le espetó el presidente, llegando incluso a mandar callar a Zelenski.

Aun así, en plena conversación, retransmitida por televisión, entre Trump y Zelenski sobre un eventual acuerdo con Rusia para un alto el fuego, un periodista con tono burlesco le echó en cara si no tenía traje y cómo mostraba tan poco respeto así vestido en la sede de la presidencia de los Estados Unidos. La pregunta formaba parte de una estrategia para humillar al ucraniano y de paso a los políticos que le habían apoyado en el pasado. El tiempo dirá si le ha funcionado o no a Trump esta puesta en escena, pero a mí sí me ha afectado, y aunque sea por unos días, dejaré de alabar el traje para reivindicar el coraje y el mensaje del suéter negro de Zelenski.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 17 de febrero de 2025

La mayoría de edad (de Europa)

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el 17 de febrero de 2025)

Desde un punto de vista legal en la mayoría de los países europeos los 18 años es la frontera para alcanzar la vida adulta. Eso supone poder conducir, comprar alcohol, entrar en una discoteca, pero también votar, adquirir una casa o hasta ir a la cárcel. Otra cosa diferente es emanciparse, o lo que es lo mismo vivir independiente y asumir responsabilidades fuera del hogar familiar. Ahí la edad media supera los 26 años en Europa. No es fácil, porque además de un empleo que permita pagar gastos básicos como vivienda o alimentación, supone tener que gestionar imprevistos y ser muy consciente de que ya no hay padres para ayudar o vigilar que todo es correcto. Eso hace que cada año la edad de emancipación se retrasa, hasta que ya es insostenible seguir en casa de los padres, bien por edad o bien porque los progenitores dicen basta.

Europa se encuentra en este momento de emancipación, pero no voluntaria. Llevamos décadas retrasando la decisión de ser independientes en materia de defensa. Nos hemos acostumbrado a que la responsabilidad de protegernos de los enemigos externos recaía en Estados Unidos. Y ahora, sin darnos cuenta, nos han abierto la puerta para salir del calor del hogar. La administración Trump llevaba meses avisando, el nuevo presidente lo había dicho en mítines, en los debates electorales y hasta en artículos y documentos, pero los europeos -como esos hijos consentidos- hemos hecho caso omiso. Nos pedían los americanos aumentar nuestro presupuesto en defensa, pero nosotros preferíamos plantar árboles; exigían tropas para proteger las fronteras, en cambio nosotros defendíamos acuerdos comerciales con el enemigo para aplacarles; rogaban luchar juntos contra las plataformas digitales chinas pero nosotros optamos por poner multas e impuestos a las redes sociales americanas… La realidad es muy parecida a esos hijos que los padres les piden que ahorren para independizarse pero siguen saliendo a cenar todos los días, que respeten los horarios y sean corresponsables de las tareas hogareñas, pero siguen comportándose como menores de edad cuando superar los treinta, hasta que un día te encuentras las maletas en la puerta.

Estados Unidos y Europa compartían un hogar: Occidente, pero no los gastos. A los europeos nos gustan los impuestos y las normas, en cambio odiamos las armas y Trump ha dicho hasta aquí hemos llegado. Si vivimos juntos, asumimos las cargas (y beneficios) juntos y si no es así, a emanciparse toca. El nuevo gobierno americano ha tomado decisiones en una clara dirección: Europa ya no es parte de mi familia y tendrá que formar la suya propia con lo que ello supone, desde pagar su ejército a defender sus intereses en una jungla mundial en el que no es el más fuerte y ni siquiera puede aspirar a tratar de tú a tú al grupo de los que toman las decisiones: todos ellos armados hasta las cejas con muchas bombas y poca ética.

Emanciparse nunca es sencillo, pero siempre imprescindible para ser consecuente con la edad que reza el DNI. Europa es mayor de edad y ahora ha de demostrarlo, será difícil y será mejor para todos.


Iñaki Ortega, es doctor en economía en UNIR y LLYC 

domingo, 16 de febrero de 2025

“Madman Theory” y la política trumpista

(este artículo se publicó originalmente en el diario El Levante el 15 de feberero de 2025)

Octubre de 1969, el presidente de Estados Unidos ordena a una docena de aviones militares cargados de armas nucleares que atraviesen Alaska y vuelen cerca de territorio soviético. Es la Guerra Fría con un enquistado conflicto en Vietnam, la maniobra de Richard Nixon pretendía que los rusos creyesen que estaba dispuesto a usar armas nucleares. Años después su jefe gabinete lo explicó en el libro “Los fines del poder” y acuñó la teoría el loco (Madman Theory) como la táctica usada por Nixon para hacer creer al enemigo que podría apretar el botón nuclear.  El presidente estadounidense quería que los líderes soviéticos pensaran que era lo suficientemente impredecible como para usar armas nucleares si no se llegaba a un acuerdo favorable para su país, de ahí esos bombarderos volando a metros del espacio aéreo soviético para así demostrar su disposición real a usar fuerza extrema.

La estrategia no es nueva, son varios los investigadores que han demostrado que un estadista puede formular amenazas más efectivas si es percibido como demente por las naciones rivales. “Si el líder es capaz de transmitir que está loco de forma limitada a un tema concreto, entonces a veces puede tener éxito”. Mas allá de la política, esta técnica de negociación consiste en hacer que la otra parte crea que eres capaz de tomar decisiones irracionales o extremas si no se cumplen tus demandas. La idea es que el miedo a lo impredecible lleve a la otra parte a ceder en la negociación para evitar consecuencias negativas.

Ahora que Trump comienza su segundo mandato con polémicas medidas conviene no olvidar esta teoría repasando en primer lugar el pasado reciente. En 2017 siendo presidente amenazó que respondería con “fuego y furia” si Corea del Norte atacaba los intereses de Estados Unidos en el mundo; no hubo ataque porque los coreanos no escalaron la tensión Unos meses antes anunció a bombo y platillo la construcción de un muro en la frontera con México que pagarían además sus propios vecinos del sur; tampoco se inició esa muralla porque el país azteca aplicó una restrictiva política migratoria.

Pero si ahora analizamos sus primeras decisiones veremos la misma táctica. Anunciar que Estados Unidos debía “recuperar” el Canal de Panamá y así conseguir -con el miedo a una invasión- retirar a los chinos del control de esta vía de transporte. O pasarse toda la campaña alardeando de que su palabra favorita del diccionario es aranceles para en los primeros días tras su toma de posesión firmar una orden de un 25% de impuestos al comercio con México y Canadá que se retira tras conseguir 10.000 soldados respectivamente en sus fronteras del norte y sur pagados por Sheinbaum y Trudeau.

Trump podrá ser un bravucón, pero no es estúpido. Por ahora la estrategia del loco con los aranceles le ha funcionado y veremos si la de exigir Groenlandia se salda o no con un mayor presupuesto de defensa de la Unión Europea. Tampoco ha de descartarse que la boutade de acabar con la guerra de Ucrania en 24 horas o los resorts de Gaza, traigan al fin y a la postre una paz en la zona acorde a los intereses americanos, que por otro lado siempre serán mejores para nosotros que los del imperialismo ruso o los terroristas islámicos.

Decía que Trump tiene verbo flojo, aunque capacidad contrastada para los negocios. Y el presidente americano es el que menos interés tiene en una guerra comercial, aunque demuestre lo contrario. De hecho, su fortuna familiar está basada en esa apertura, pero sobre todo la prosperidad del mundo y en particular la de Estados Unidos está construda sobre el libre comercio. Ha sido así desde el nacimiento de la nación americana que se benefició de la desaparición del régimen económico mercantilista de la Europa de los siglos XVI, XVII y XVIII basado en aranceles para proteger su industria. Estados Unidos también en 1947 fue uno de los principales impulsores y firmantes del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT). Tras la Segunda Guerra Mundial el país de Trump buscaba promover la recuperación económica global y evitar los errores proteccionistas que habían contribuido a la Gran Depresión. Por ello, apoyó la creación del GATT para reducir barreras comerciales y fomentar el libre comercio. Es más no se entiende el exitoso “soft power” americano en el mundo sin sus multinacionales que han convertido la cultura estadounidense con su cine, moda y hasta comida en el principal atributo para seguir siendo el primer país del mundo.

Por eso y mucho más, cuando veamos a Trump fuera de sí firmando órdenes inopinadas de aranceles recordemos la frase que Maquiavelo en el siglo XVI dejó escrita “en ocasiones una cosa muy sabia es simular locura”.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

martes, 11 de febrero de 2025

Una infiltrada en los Goya

(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 Minutos el día 9 de febrero de 2024)

En plena Ilustración, la desconfianza a una universidad reacia a las nuevas ideas propició la creación de las academias que no eran otra cosa que sociedades culturales generalmente agrupadas por disciplinas. A lo largo de los siguientes siglos se fueron creando las academias de la historia, la de bellas artes o la de ciencias morales. Todas tenían por costumbre premiar a los mejores de su ámbito cada año. En España y en todo el mundo. Quizás los galardones más conocidos son los premios Nobel de la academia sueca que datan de 1901, aunque los que han cogido protagonismo en la era audiovisual son los premios Oscar de la academia estadounidense del cine que se entregan desde 1929.

Aquí no fue hasta mediados de los ochenta cuando se crea la academia española del cine y con ello la entrega de los premios Goya. Años antes los franceses instauraron sus premios Cesar y los italianos los David; todos a imagen y semejanza de Hollywood buscaban no solo el reconocimiento a los mejores sino también la promoción del cine patrio con una gala siempre televisada repleta de estrellas y actuaciones.

Me gusta ver los Goya, aunque reconozco que desde hace años a regañadientes por la intromisión de la política. Los cineastas acaban creyendo que su ideología es la de sus espectadores y se empeñan en convertir la gala en una sucesión de consignas. 

Desde el No a la Guerra contra Aznar, pasando por las críticas a Rajoy por las políticas de vivienda o los lugares comunes de actores y actrices denunciando el cambio climático o la condena al franquismo, como si no fuese algo compartido por una inmensa mayoría. Pero al mismo tiempo en estos años jamás una mención al auge del populismo de izquierdas o del independentismo y apenas algún comentario sobre el terrorismo etarra. Por supuesto los asuntos sociales ocupan más espacio en las intervenciones en el caso de que gobierne la derecha, ya que si es un partido progresista el que manda, los asuntos como las guerras en la que participa España, la pobreza o la corrupción desaparecen de la agenda. Un experimento sencillo es comprobar si el bar donde toma usted el café se habla de las mismas cosas que escuchamos a los actores.

Aun así, soy uno de los siete millones de españoles que me atornillo al sofá de casa para ver la entrega de los premios. Siempre descubro una película que se me escapó de la cartelera y eso me permite reconciliarme con el buen cine español, a pesar de los pesados que se empeñan en agradecer el premio a todos los amigos de su cuadrilla amén de padres, cuñados y sobrinos. Pues bien, esa era mi actitud la noche de este sábado, tirando a arrepentido, después de casi cuatro horas de ceremonia, cuando la Academia sorprendió, a eso de la 1.30 de la madrugada, concediendo el premio a la mejor película "ex aequo" a dos títulos, El 47 y La infiltrada. 

Y María Luisa Gutiérrez, la productora de la película de una policía que se hace pasar por etarra para detener a los terroristas, tomó la palabra. Y lo que nunca se escucha en los Goya pudo oírse: "la democracia se basa en la libertad de expresión, y esta se sustenta en que, aunque yo esté en las antípodas de lo que piensas tú, te respete y tengas el derecho a decir lo que piensas". Ninguna idea es mejor que otra y ningún asunto debe ser vetado: "es una historia (la de las víctimas de ETA) que hay que recordar, porque la memoria histórica también está para la historia reciente de este país".

Me acosté pensando que esta academia sí era la misma que las del Renacimiento que nacieron para expresar lo que no se podría decir en otros foros. Que dure.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

viernes, 7 de febrero de 2025

El efecto pendulo

(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 Minutos el día 3 de febrero de 2025)

No hace falta desempolvar un manual de cuando estudiabas bachillerato para recordar que un péndulo puede ser cualquier objeto colgado de un hilo que con un movimiento oscila de un lado a otro. La ley física que lo explica está basada en la gravedad y Newton lo resumió con su famosa máxima: para cada acción, hay una reacción igual y opuesta.

El movimiento del péndulo se usa en los relojes que estaban en los salones de nuestros abuelos o en esos aparatos, los metrónomos, que usan los pianistas para seguir el compás y aunque no lo sepas, también en los móviles de hoy en día para contar pasos o girar la pantalla.  Pero lo más actual no es la aplicación a los smartphones de este principio de la física que Galielo Galilei estudió hace cinco siglos. El efecto péndulo permite explicar perfectamente la conducta de una gran mayoría de personas de nuestro tiempo. Comportamientos generalmente extremos que tienen impacto en la economía, en la política y en las relaciones sociales.


Los psicólogos lo están estudiando y han llegado a la conclusión de cómo las personas, cuando están ancladas en un comportamiento radical que se quiere abandonar, necesitan explorar el lado contrario. Sin embargo, este cambio no se produce, por desgracia, de manera paulatina, sino que es pendular, yéndose estas personas, por tanto, de un polo a justo el contrario.

En el ámbito económico se observa en las políticas fiscales y monetarias. En tiempos de crisis, las autoridades recurren a medidas de estímulo agresivas, como la inyección de dinero con bajos tipos de interés o reduciendo impuestos, para fomentar el crecimiento y el consumo. Sin embargo, una vez superada la crisis, optan por drásticas medidas en la dirección opuesta, como el aumento de las tasas de interés o los recortes en el gasto público, con el fin de controlar la inflación y reducir la deuda.

Lo estamos viendo también con las políticas medioambientales en las que se ha pasado de una superproducción normativa de leyes ecologistas al momento actual de frenazo en seco. Por no hablar del control de las redes sociales con la verificación de datos que hasta hace poco era toda una censura previa para ahora haberse eliminado y dejar que reine la ley del más fuerte en las plataformas sociales.  En el terreno político, el péndulo se manifiesta en la alternancia entre gobiernos de derecha e izquierda. Lo hemos vivido en España y ahora en Estados Unidos, un partido llega al poder, e implementa inmediatamente políticas que buscan revertir las medidas de sus predecesores. Da igual que sean buenas o malas. Y qué decir de cómo la actriz española transexual Karla Sofía Gascón ha pasado de la noche a la mañana de heroina a villana.

Nada que no se vea en nuestro ámbito más cercano, como ese familiar conocido por sus excesos y ahora se acuesta a las diez para correr maratones y hacer ayuno o esa amiga que defendía la vida ordenada y familiar hasta que un cambio de estado civil le lleva a prácticamente vivir en los bares de copas

Por eso frente a la vieja ley del péndulo me atrevo a recomendarte que nos quedemos con Aristóteles y su también antigua defensa de que en el punto medio está la virtud. No es fácil porque la fuerza de gravedad es potente, pero se trata de hacer un esfuerzo e intentarlo. A todos nos iría mejor.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

domingo, 26 de enero de 2025

Enamorados

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 20 de enero de 2025)

Los españoles que ya han superado los cincuenta son felices. Así podría afirmarse si ese estado de ánimo tiene que ver con la ausencia de problemas de salud o económicos y con que el amor esté muy presente en sus vidas. El último barómetro senior de la Fundación MAPFRE ha estudiado cómo son los más de 16 millones de españoles mayores de 55 años que suponen una de cada tres personas de nuestro país. Agárrense que hay curvas, a la vista de los hallazgos.

Los resultados muestran un grupo de edad sin preocupaciones económicas (58%) que además confían en que su bienestar no empeorará (73%) y eso permite que más de 8 millones de seniors -la mitad del colectivo- ahorre todos los meses. También una mayoría aplastante (80%) cuida su alimentación o hace ejercicio físico (58%) lo que da sentido a que apenas visiten el médico, en concreto casi ocho de cada diez van menos de una vez por mes.

Tener resueltos estos temas es importante pero muchas veces no garantiza la felicidad, en cambio querer y sentirse querido aparece siempre en cualquier estudio como uno de los elementos para una vida plena. Y los españoles mayores responden masivamente (84%) que están enamorados. Casi diez millones de españoles beben los vientos por su pareja, sienten esas mariposas en el estómago y conforme a este barómetro, algo más. Porque el estudio les ha preguntado por su vida sexual, algo tabú hasta ahora. De hecho, conviene recordar que hasta hace poco la estadística oficial de hábitos familiares dejaba de preguntar por la vida íntima a las cohortes que superaban los sesenta años.

Pues bien, los seniors defienden (63%) que el sexo es clave para una buena calidad de vida; la mitad de ellos está satisfechos con su vida sexual…de lo que se infiere que a unos cuantos millones de canosos les gustaría algo más de actividad sexual. Así que, -también teniendo en cuenta de que con la edad se pierde el deseo (57%)- algunos de ellos, cientos de miles, se han lanzados o bien a la botica para mejorar sus relaciones o bien a plataformas de citas en internet para encontrar una pareja para ese sexo que añoran. Que nadie piense que en un grupo tan amplio como los seniors, esto solo sucede en los más jóvenes de ellos, es decir en los que tiene cincuenta o sesenta, porque los porcentajes mencionados se mantienen muy altos también en los septuagenarios en incluso en los que están en lo ochenta o más. La única diferencia aparece en el género. Y es que, los hombres seniors son más enamoradizos que ellas, dan mucha más importancia al sexo que las mujeres (74% frente a 53%) y les gustan mucho más las pastillas para mejorar su vida íntima. No obstante, las seniors que utilizan las aplicaciones para ligar son nada más y nada menos que el doble que los hombres.

Ahora después de leer estos datos, por favor, a quitarse esos clichés absurdos sobre la edad y a redescubrir que todos esos seniors que tenemos delante.

 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC