miércoles, 11 de junio de 2025

Resentidos

 (este artículo se publicó originalmente el día 9 de junio de 2025 en el diario 20 Minutos)

Así estamos. Resentidos. Lo ha dicho el ministro Óscar Puente para calificar a Eduardo Madina por atreverse a criticar la deriva del socialismo español. Y, aunque parezca mentira, una mayoría nos sentimos tan resentidos como Madina. Tengo el orgullo de conocer a Eduardo desde hace tres décadas. La primera vez que le vi ambos no superábamos los 20 años y Madina defendía con pasión las siglas del PSOE en el País Vasco. Era un joven estudiante en una época en la que militar en un partido no nacionalista en esa parte de España te costaba la vida. Sus compañeros socialistas vascos, Fernando Buesa en el año 2000 o Enrique Casas en 1984, fueron asesinados en Vitoria y San Sebastián por ello. Eduardo se salvó de milagro en 2002 de una bomba terrorista en los bajos de su coche en la margen izquierda de Bilbao, pero, aunque su cuerpo quedó mutilado, sus ideas salieron de ese atentado más fuertes.

Lo recuerdo perfectamente. Salió del hospital y no cambió un ápice sus palabras sabiendo la desgracia que le habían supuesto. Y siguió. Vaya que siguió. De las juventudes socialistas al Congreso de los Diputados y de ahí a disputar con coraje y por dos veces a Pedro Sánchez la secretaría general del PSOE. Valentía y coherencia. Tras su segunda derrota en 2017 emprendió una trayectoria profesional fuera de la política que no le ha impedido seguir participando activamente en el debate social del país con la misma convicción y honestidad.

Digo que nos sentimos resentidos -como ha dicho el ministro- porque para una mayoría de españoles que vivió con dolor los años de terrorismo las palabras de Puente son como volver a sentir esa misma desazón. Sí, estamos resentidos como reza la etimología de la palabra: sentimos de nuevo -con ese infame ataque a una víctima del terrorismo- algo parecido a cuando ETA mataba y los que les apoyaban encima vilipendiaban al asesinado una vez muerto. Por encima de las siglas políticas, los españoles, da igual de qué partido fueran, sintieron el asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997 como el de un hermano o el de Fernando Múgica en 1996 como el de un padre. Unidos frente a la tragedia, miembros de un país por encima de las legítimas diferencias políticas.

¿Qué ha pasado en esta tierra para llegar al extremo en el que un miembro del Gobierno tache de resentido a una persona a la que se le debe tanto y cuya hoja de servicios a la democracia es excepcional? Es difícil encontrar a alguien que hable mal de Eduardo Madina, en su partido o en el de enfrente; en su empresa o en la de la competencia; de sus mismas ideas o de las contrarias. Y sé muy bien de lo que hablo porque en estos años he estado muchas veces en la otra orilla de Eduardo. Y jamás dudé ni conocí a una persona que dudara de su honradez intelectual.

Ahora que solo nos ocupa el penúltimo escándalo, toca recordar que Eduardo Madina representa lo mejor de este país, lo mejor de nuestra historia reciente y lo que tanto echamos de menos en este preciso cuarto de hora: concordia, decencia y altruismo.


Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

sábado, 31 de mayo de 2025

La brecha de género también afecta a las mujeres trabajadoras mayores de 55 años

(este artículo se publicó originalmente en la revista académica The Conversation  el 27 mayo de 2025)




Las diferencias entre hombres y mujeres han sido objeto habitual de análisis de todo tipo: desde sociales a educativos pasando siempre por los laborales. Sin embargo, el cruce de edad y género no había tenido la misma consideración en España. El centro de investigación Ageingnomics de la Fundación Mapfre ha publicado el IV Mapa de Talento Senior, que mide la presencia de las mujeres mayores de 55 años en el mercado laboral español.

Los resultados del estudio no son alentadores. Muestran las cinco brechas que perjudican a las mujeres séniores frente a los hombres de su misma franja de edad:



1.Trabajan menos.

2.Tienen menores salarios.

3.Sufren mayores tasas de desempleo.

4.Ocupan menos puestos directivos.

5. Hay menos mujeres emprendedoras mayores de 55 años.

Todos estos factores generan, por ejemplo, un impacto directo en sus pensiones. Al tener menores bases de cotización, las mujeres cuando se jubilan reciben pensiones más bajas que las de los hombres.Al revisar las cinco brechas ya nombradas se entiende mejor cómo es la discriminación laboral contra las mujeres en el colectivo de los séniores.

En lo referente al empleo, si usamos como indicador la tasa de actividad –es decir el porcentaje de mujeres que trabajan–, el análisis del grupo de edad de 55 a 69 años muestra que la tasa de trabajo por cuenta ajena de las mujeres es inferior en casi 10 puntos a la de los hombres. Usando la tasa de desempleo, vemos que el paro femenino sénior es cinco veces mayor que el de los hombres.

También el trabajo por cuenta propia está más extendido entre ellos que entre ellas. Hay solo 365 000 mujeres autónomas frente a 673 000 hombres trabajando por cuenta propia. Esta diferencia se mantiene en todos los grupos de edad de la población sénior, pero la brecha crece conforme avanzan los años de vida laboral y se acerca la edad legal de jubilación.

La brecha salarial de género se ha ido acortando entre menores de 44 años. Pero a partir de esa edad va creciendo, hasta llegar a un 27 % entre los séniores mayores de 65.

Por último, es especialmente significativa la diferencia que existe en la categoría de directores y gerentes a partir de los 55 años. No son muchos porque, lógicamente, los puestos de la alta dirección son reducidos (239 800), pero hay dos veces y media más hombres (172 900) que mujeres (66 900) en esta categoría, cuando encontramos mucha más población femenina que masculina a partir de los 55 años.

Las mujeres séniores trabajan menos y reciben menores salarios que los hombres de las mismas edades a pesar de que, de media, son más y vivirán más años. Esas, sumadas a otras lagunas de cotización que sufren las trabajadoras durante su trayectoria laboral –derivadas de la maternidad o de los cuidados de familiares, cuando no de la informalidad de sus empleos–, son causas determinantes de la brecha de género en pensiones.

Una menor pensión de jubilación reduce la capacidad de las mujeres de acceder a los cuidados necesarios en la edad avanzada, limita su capacidad de consumo y repercute en la capacidad de crecimiento del PIB nacional.

No obstante, también detectamos algunos datos para la esperanza. Por ejemplo, hay más mujeres funcionarias mayores de 55 que hombres (27 y 17 % respectivamente). Y aunque hay menos mujeres que hombres entre la población sénior trabajadora, su nivel de cualificación es algo mejor: más de un 40 % de las séniores ocupadas poseen un título universitario, un factor que facilita el trabajo y reduce los riesgos del desempleo.

Además, las tasas de crecimiento de la población activa sénior femenina son mayores que las de los varones: entre 2008 y 2022, la de ellos fue de un 60 %, mientras que la de ellas alcanzó el 150 %, lo que reduce la brecha de género en ese sector del mercado laboral. En 2023 había unos 5 millones de trabajadores, de los que un 53 % eran hombres y el 47 % restante, mujeres. Adicionalmente, la ratio de emprendedoras también crece. Todo esto apunta a que disminuyen las brechas y habrá mejores oportunidades para las futuras mujeres trabajadoras séniores.


Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 26 de mayo de 2025

Hoy no me puedo levantar (absentismo)

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el día 26 de mayo de 2025)


Será por la alergia al polen –este año está siendo brutal– o por la astenia primaveral que te deja sin fuerzas, pero hoy me siento como si las pilas se me hubiesen agotado. Al sonar el despertador me ha venido a la cabeza la mítica canción de Mecano. Y es que es así, «hoy no me puedo levantar». Cada lunes una mayoría de los más de 20 millones de españoles que trabajamos nos sentimos de esa manera. Cuando eres joven por los excesos del fin de semana; si tienes familia porque los niños agotan; y al peinar canas, los años se notan y parar durante dos días hace que cueste arrancar. Sacamos fuerza de no se sabe dónde y nos vamos a trabajar. Sí se sabe, esas fuerzas salen del compromiso, de la responsabilidad y de un sentido del deber adquirido, generalmente gracias a los valores de la familia y la educación recibida.

Pero hoy, un millón y medio se quedarán en la cama. Es lo que se llama absentismo laboral y una de las causas de la falta de productividad de nuestra economía. Las ausencias hacen que la producción de las empresas –como es normal– disminuya porque hay menor mano de obra o –en el caso del sector terciario– el servicio sea peor y se acabe lesionando. Además, los salarios se siguen pagando, aunque no se asista al puesto de trabajo, con lo que se remunera un trabajo que no se ha realizado. Por último, el absentismo injustificado genera una sobrecarga en los empleados que sí acuden religiosamente a cumplir con sus tareas, lo que acaba minando la moral de los cumplidores y, a la larga, desmotivándoles.

Uno de los grandes logros de nuestra sociedad es la asistencia social ante la enfermedad y, de ese millón largo de absentismo, una parte importante son bajas laborales. Y no puede ponerse un solo pero. Es decir, la realidad es que cada día hay cientos de miles de trabajadores que están malos, lesionados o tienen que ir al médico, y nuestro sistema les protege. En cambio, uno de cada cuatro del millón largo que faltan al curro cada día no tienen ninguna excusa. Son más de 300.000 españoles que hoy, teniendo contrato en vigor, apagan el despertador y siguen durmiendo, abren el ojo y ven una serie porque, y sigo citando a Mecano, «el fin de semana me dejó fatal».

Es un drama para un negocio no saber si el lunes podrá subir la persiana o no. Y también –muchas veces– un desastre para los trabajadores que faltan sin motivo aparente. Los expertos dicen que detrás de esos miles de ausentes no está solamente una cara de cemento armado, sino también circunstancias familiares complejas que no se quieren contar y eso lleva al absentismo o, incluso, a situaciones de estrés o acoso en el trabajo que con la ausencia evitas.

En cualquier caso, sigue habiendo cientos de miles de trabajadores que se pasan el lunes cómodamente zanganeando, seguramente porque saben que la impunidad le protege, bien porque es difícil de demostrar que la jaqueca era tan fuerte, bien porque la empresa no puede permitirse echarles. La realidad seguro que es una mezcla en la que también estará que, en algunos sectores, encontrar un trabajador –aunque parezca mentira con las cifras de paro que tenemos– sea una odisea tal que a los empresarios les compense seguir con el absentista.

Ana Torroja en la misma canción decía «hay que ir al trabajo, no me da la gana» y así nos va, con tantos españolitos haciendo caso en esto a la solista de Mecano.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

domingo, 25 de mayo de 2025

Mejor camellos que unicornios (para invertir)

(este artículo se publicó originalmente en El Periódico de Cataluña el día 25 de mayo de 2025)

En los últimos 10 años, las grandes corporaciones y los inversores suspiraban por las empresas apodadas como unicornios. Uber, Airbnb y OpenAI, y por nuestros lares Cabify y Glovo, eran los objetos de deseo. Una rara avis de compañía que consigue en los tres primeros años de vida una capitalización global superior a mil millones de dólares. Como en el mito del unicornio -un caballo con un cuerno en la frente que al que lo poseía le permitía alcanzar la inmortalidad-, el dinero buscaba con fruición ese animal entre las start-ups de medio planeta. Pero eso ha pasado a la historia. Los unicornios han abandonado definitivamente los manuales de empresa para volver a los libros de ciencia ficción.

Desde hace dos años, apenas han surgido unicornios en el panorama empresarial, entre otras cosas porque la coyuntura es más volátil y el dinero más pacato y huye del riesgo. Tampoco ha ayudado la burbuja de valoraciones de esas empresas incipientes que finalmente fueron un fiasco como WeWork y Peloton. Pero sobre todo porque las grandes empresas han ocupado con su músculo financiero y de innovación el espacio que hace solamente un lustro quedaba libre para los emprendedores.

Ahora los inversores buscan ingresos más estables, certezas, aunque los crecimientos no sean tan explosivos como los de los unicornios. Se ha dejado de confiar en el carácter milagroso de esa fantasiosa cornamenta, al igual que los poderosos de antaño se dieron cuenta de lo absurdo de beber pociones para alcanzar la vida eterna hechas con el cuerno, de un animal que solo existía en la imaginación de los juglares.

Lanzadera, la herramienta de Juan Roig y Mercadona para detectar las innovaciones del futuro y principal incubadora de empresa en España, lo ha dicho alto y claro: "Viene una época de camellos ante la escasez de unicornios". Esto no supone que se hayan extinguido los unicornios, simplemente quiere decir que todo fue una fantasía, en realidad nunca existieron y lo que se ha esfumado con ellos es una época. Unos años en los que quisimos creer en start-ups mitológicas con sus múltiplos exponenciales y su potencia multiplicadora. Y obviamos lo que teníamos alrededor, empresas solventes que todos los años ganaban dinero, aunque no tuviesen el adjetivo de disruptivas ni ROE (return on equity, por sus siglas en inglés) de hasta tres dígitos.

Los camellos con su joroba, su sucio color y su gesto indolente no pueden competir con la belleza del unicornio, un joven aguerrido caballo con brillante cuerno que sale de su cabeza en la que también caben unos hermosos ojos azules. El capital riesgo y las grandes empresas se dejaron seducir por una quimera y ahora han vuelto prosaicamente a mirar a su alrededor. ¿Qué especie sobrevive en las peores condiciones? y ¿qué empresas mantienen su actividad con independencia de la coyuntura? Son dos preguntas que se responden con la misma palabra, camello, un animal diseñado para sobrevivir sin comida ni agua durante meses, para ahorrar la energía necesaria para andar y cargar sin descanso.

Las empresas camello que ahora se buscan son aquellas nacidas para sobrevivir. Equilibran el crecimiento y el flujo de caja. Son capaces de sobreponerse a los mercados de capitales desérticos, donde la financiación es escasa y solo pueda subsistirse con fondos propios.  

Son compañías austeras con los recursos medidos para funcionar y por tanto con escasa necesidad de financiación frente a los unicornios que necesitan miles de litros de agua -una inyección constante de fondos- para lograr la ansiada escalabilidad. Esos unicornios gastan siempre más dinero del que ganan para poder desarrollar -se supone- increíbles servicios que les harán multimillonarios. Los camellos ahorran siempre esfuerzos y también agua para así nunca dejar de contar con reservas, al igual que las empresas del mismo nombre, que desde el minuto uno tienen beneficios.

Las empresas unicornio priorizan el crecimiento sobre la rentabilidad, lo que las aboca a la financiación continúa del capital riesgo para no morir y a una peligrosa dicotomía: el éxito o la ruina. Las empresas camello tienen objetivos menos glamurosos, como administrar costes y mantener el empleo, pero se mantienen en el tiempo siempre con ebitdas positivos.

Los inversores se han despertado de una especie de embrujo que permitía hacerse rico invirtiendo en empresas que solo eran un dosier que lo aguantaba todo por el mero hecho de ser catalogadas como candidatas a unicornio. Ahora al haber cesado el influjo toca volver a la realidad, a los camellos: empresas que ganan dinero solucionando problemas a sus clientes y solo sobreviven si gastan menos de lo que ingresan. 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y en LLYC

Hay canas que no se pueden ocultar

 (este artículo se publicó en la revista Estrategias de Inversión el 24 de mayo de 2025)


Las canas son el resultado del paso del tiempo, el primer síntoma externo de que nos hacemos mayores. Surgen por la pérdida de melanina en el pelo y todos hacia los 55 años, con el pelo gris, comenzamos a formar parte de la cohorte que se conoce como generación plateada (silver generation), precisamente por el color plata de las canas. Las mujeres (y algunos hombres) las ocultan y es muy respetable, aunque en este artículo lo que busco en enseñar el efecto de las canas en las mujeres en el mercado laboral. Un efecto muy poco estético.

Las diferencias que existen entre hombres y mujeres han sido un tema habitualmente abordado en los análisis de todo tipo desde sociales a educativos pasando siempre por los laborales. Sin embargo, el cruce de edad y género no ha tenido la misma consideración; de hecho, podemos considerar como inédito el estudio de medición de la presencia de la mujer mayor de 55 años en el mercado laboral que ha promovido el centro de investigación Ageingnomics de la Fundación MAPFRE.

Las conclusiones del mismo no son alentadoras porque evidencian que persisten cinco importantes brechas entre los hombres y las mujeres seniors. En concreto esas cinco diferencias perjudican a las mujeres de 55 años de la siguiente manera: trabajan menos que los hombres de su edad, tienen menores salarios que ellos, mayores tasas de desempleo, hay muchas menos mujeres gerentes que hombres senior y también menos mujeres emprendedoras de 55 años. Todo esto tiene un impacto en las pensiones de esas mujeres que al tener menores bases de cotización optan a unas más bajas pensiones que los hombres.

Si ponemos el foco en cada una de las anteriores, aunque sea someramente se entenderá mejor cómo la discriminación contra las mujeres en el mercado laboral es mayor entre el colectivo de los seniors.

En lo referente al empleo de las mujeres seniors, si usamos como indicador la tasa de actividad, es decir el porcentaje de mujeres que trabajan, el análisis de la cohorte de 55 a 69 años permite concluir que, en este grupo de edad la brecha de género es evidente teniendo tasas de trabajo por cuenta ajena las mujeres inferiores en casi 10 puntos a los hombres. En el caso de que usemos la tasa de desempleo el resultado es que el paro femenino senior es cinco veces mayor que el de los hombres.

En el trabajo por cuenta propia sucede que está mucho más extendido entre los hombres que entre las mujeres. Hay solo 365.000 mujeres autónomas frente a 673.000 hombres trabajando por cuenta propia. Este diferencial se mantiene en todas las cohortes de edad de la población sénior, pero crece la brecha conforme avanzan los años de vida laboral y nos acercamos a la edad de jubilación legal.

La brecha salarial entre hombres y mujeres prácticamente es nula en las edades inferiores a los 44 años, pero a partir de esa edad es de dos cifras siendo un 27% entre los seniors de mas de 65 años. Sin duda, la discriminación salarial de las mujeres senior estropea el avance que ha experimentado nuestro país en este campo.

Por último, es especialmente significativa la diferencia que existe en la categoría de directores y gerentes a partir de los 55 años. No son muchos porque, lógicamente, los puestos de la alta dirección son reducidos (239.800), pero hay dos veces y media más hombres (172.900) que mujeres (66.900) en esta categoría, cuando como todos sabemos hay más mujeres que hombres a partir de los 55 años.

Al mismo tiempo nuestro informe detecta algunos datos para la esperanza. Hay más mujeres seniors funcionarias que hombres y en general tienen una mayor preparación las mujeres de esa edad. También las tasas de crecimiento de la población activa senior femenina son mayores que las de los hombres y lo mismo sucede con su ratio de emprendimiento, lo que puede indicar un mejor futuro.

En cualquier caso, lo que toca ahora es no ocultarlo (como las canas) y seguir contando este edadismo de la mujer senior del que tan poco se habla. 

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

sábado, 24 de mayo de 2025

Chinches en la economía

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico económico La Información el 21 de mayo de 2025)



Las imágenes han dado la vuelta al mundo. El aeropuerto de Madrid, capital del país del planeta que junto a Francia más turistas recibe, asolado por una plaga de insectos como pulgas y chinches. El aeropuerto Adolfo Suarez Madrid-Barajas es la joya de la corona del auge del turismo español, con más de 66 millones de pasajeros en 2024 y unas modernas infraestructuras fruto de gravosas inversiones de los últimos años y no menos baratas minutas a arquitectos de renombre como Rogers o Lamela. Luminosos pasillos, limpias salas de espera, cúpulas coloridas y espectaculares, así como la mejor restauración y comercio para la puerta de entrada a España. Como dejó escrito Oscar Wilde "nunca hay una segunda oportunidad para causar una primera buena impresión", de modo y manera que en la retina de los visitantes queda grabada para siempre su primera visión de nuestro país, un lugar moderno y atractivo.

Pero todo se ha torcido. Primero fueron unos pocos que usaron Barajas como hogar. Las ventajas eran evidentes, un lugar seguro y limpio a salvo de las inclemencias del tiempo. Seguramente detrás de esos primeros sintecho de aeropuerto había una historia de un viaje truncado por la fatalidad o una petición de asilo fallido, ahora es todo muy diferente. Medio millar de personas malviviendo en recovecos de las terminales, drogadictos, alcohólicos o enfermos con patologías variadas conviven seguramente con asilados y otros que les ha abandonado la fortuna o les persiguen deudas pendientes de todo tipo. Pronto comenzaron los problemas de salubridad con olores y suciedad acumulada que han propiciado la colonia de insectos que ha llamado la atención de los medios de comunicación.

Mientras las administraciones han discutido sobre quién tenía la competencia para actuar, la noticia de los chinches ha corrido como la pólvora. Trabajadores con ronchas de picotazos o videos del desastre subidos por turistas. El Ayuntamiento de Madrid defiende que solo puede intervenir, por ley, con las personas sin hogar empadronadas o censadas por los servicios sociales madrileños. Casi cien personas han atendido de dicho perfil pero quedan 400 en el limbo de las competencias entre cinco ministerios, los de Transportes, Interior, Derechos Sociales, Migraciones y Sanidad. 

El gestor del aeropuerto, AENA cuyo capital mayoritario depende del Estado, optó por pedir responsabilidades a la ciudad para que actuara seguramente porque en el Gobierno no tienen claro quién hace qué. El acuerdo que acabamos de conocer era de manual, basta con tomar el nombre y apellidos de cada sin hogar para con esa filiación saber qué institución ha de actuar. Y no será por normas porque -y solo citando dos- desde la Estrategia Nacional para la Lucha Contra el Sinhogarismo en España de 2023 a la Constitución Española del 1978 establecen respectivamente que la competencia en la atención a los sinhogar y a los solicitantes de asilo es del Estado.

Cada día alrededor de 200.000 pasajeros llegan a Barajas. Turistas españoles y de todo el mundo pero también muchos que viajan por motivos profesionales. A nadie se le escapa que muchos de ellos son inversores, de ocio o en activo, que toman buena nota de la situación. De nuevo, resuena la frase "nunca hay una segunda oportunidad para causar una primera buena impresión" y pronto sabremos -a la luz de las cifras de Inversión Extranjera Directa (IED) del Banco de España- si el escritor inglés tiene razón también en este asunto.

Dejo para la reflexión del lector si hay otros chinches en la economía española que espanten a los inversores. Si la reciente consulta popular de la OPA bancaria, los cambios en la presidencia en Telefónica o las normativas que lesionan la productividad con costes añadidos como las 37,5 horas son o no como esas plagas, lo conoceremos también muy rápidamente. Por suerte, la contabilidad nacional es muy fiable, para bien y para mal.


Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

jueves, 15 de mayo de 2025

El león peruano

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el 12 de mayo de 2025)


Hay dos opciones para afrontar lo que viene. O esconderse o plantarle cara. No es sencillo porque no sabemos exactamente qué es lo que está por llegar. Intuimos que tiene que ver con la tecnología y con la inteligencia artificial. Prevemos que perderemos nuestro empleo y de poco servirá nuestra formación. Sentimos que la polarización con sus mejores amigos, las noticias falsas y la censura, han acampado en nuestro entorno. Pero esta semana hemos encontrado una certeza, un ejemplo para saber cómo encarar este futuro tan incierto. El nuevo Papa.

León XIV no ha dejado de lanzar mensajes desde el jueves de la fumata blanca. Ha sido ágil y audaz. Ágil porque en apenas cuatro días ya ha puesto sobre la mesa los asuntos que marcarán su papado: la paz y la unidad. Y ha practicado la audacia al situar la inteligencia artificial en el mismo plano que supuso la revolución industrial hace 130 años cuando el anterior Papa de nombre León denunció la explotación obrera.

Robert Prevost ha elegido y nos muestra el camino para el nuevo liderazgo. Nada de ocultarse en la relativa comodidad en la que vivimos o resguardarnos en la cómoda prudencia de no saber qué pasará. Atreverse a poner nombre y apellidos a las amenazas es el primer paso de valentía para vencerlas. El odio entre nosotros que lleva a los conflictos armados tiene una parte previa que es la polarización y ha de vencerse con la audacia de querer construir puentes, pero también de la mano de la tecnología.

Nos tenemos que ir acostumbrando a este nuevo Papa cuyo nombre elegido nos va a recordar los tiempos de revoluciones, desigualdad y populismo del último pontífice con este nombre: León XIII que gobernó la Iglesia desde 1878 a 1903. Y no solo eso. Cada vez que veamos su gesto conciliador en una iglesia, también veremos a ese león de su nombre. Valiente, poderoso y con determinación. Y nos recordará que para este tiempo que nos ha tocado vivir se necesitan personas que lideren los países, las empresas o sus propias vidas con esos valores.

Científicos y espirituales. Su formación en matemáticas y en leyes le permite conocer mejor nuestro mundo, pero la complementa con el estudio de una moral que está por encima de la ciencia como es la teología.

Fuertes y a la vez integradores. El apoyo recibido por el nuevo Papa de todas las corrientes de la Iglesia en el cónclave ha sido espectacular. Se puede ganar el apoyo de tus iguales sin machacar al rival.

Audaces sin renunciar a la tradición. Situar la inteligencia artificial como una de las prioridades de su papado es coherente con sus antecesores Francisco, Benedicto XVI o Juan Pablo II, que tuvieron la pobreza, la evolución y el diálogo como mantras.

Con los pobres y con los poderosos. No es incompatible. Sus años en las misiones de Perú no le impidieron practicar los cambios para los necesitados desde las estructuras del poder al ser obispo, prior o cardenal.

Por tanto, qué mejor símbolo para tener presente en estos tiempos que ese poderoso león que no se esconde, sino que afronta con valentía lo que está por venir.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

miércoles, 30 de abril de 2025

El Papa Pop

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 28 de abril de 2025)

Se ha ido como llegó. El papa Francisco dirigió las primeras palabras de su pontificado sin oropel alguno, de blanco, con cruz de plata y zapatos de conductor. Y una de sus últimas imágenes, unos pocos días antes de morir, en silla de ruedas con un sencillo poncho y sin los hábitos papales –ni siquiera el solideo en la cabeza– nos indicaba cómo quería ser recordado, como un anciano más, frágil, pero con tanta fe como para ir a rezar a la iglesia. Un pastor de barrio que no cedió ante el lujo vaticano.

Bergoglio siempre manejó a la perfección la comunicación no verbal, que no olvidemos que es la que más impacto tiene, en especial ahora con tanta información que genera al mismo tiempo tanta desatención. Un Papa que en su primer día de ejercicio en febrero 2013 se presentó en una humilde pensión a pagar la cuenta pendiente de los días que estuvo hospedado a la espera de que un nuevo cardenal ocupase el trono de San Pedro. Un pontífice que tres días antes de morir dona sus ahorros a una humilde fábrica de pasta montada por presidiarios.

Un Papa que en su primer viaje oficial se empeñó en llevar en su mano un viejo maletín de cuero negro al subir las escaleras del avión –a pesar de que su equipo ya lo había colocado en la cabina–. Un pontífice que un día antes de morir recibe al segundo hombre más poderoso de la tierra, su némesis, el vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, a pesar de que sus fuerzas apenas le daban para exhalar un breve saludo. Fotografías aseguradas y grabadas en las retinas de medio mundo.

Desde el principio hasta el final, Francisco ha buscado comunicar con sus gestos. Muy consciente de la era pop que le tocó vivir, en la que la imagen es la reina de la comunicación. También, quiso epatar con sus palabras y sus textos, siempre con temas de moda. Pasarán a la historia sus encíclicas como laudato si –dedicada al medio ambiente– o fratelli tutti –en el que glosa la amistad para luchar contra la soledad y las guerras–.

Por supuesto acaparó también titulares con sus palabras gruesas sobre la homosexualidad («hay que ayudar con psiquiatría a los niños gais»); las familias numerosas («no tenemos que reproducirnos como conejos») o sobre la economía de mercado («el capitalismo mata»). Y cómo no, con las redes sociales y la televisión. El primero que estuvo en Twitter, Instagram o YouTube y el que nunca se cansó de dar entrevistas por muy controvertidos o polarizados que fuesen los periodistas.

Cuántos directivos de organizaciones mucho más pequeñas que la Iglesia deberían aprender de su valentía y genialidad para manejar las herramientas del momento y así trasladar el mensaje del catolicismo del siglo XXI. A modo póstumo, este fin de semana, se cobró su último gran triunfo en su propio funeral: la foto de Donald Trump y Volodomir Zelenski en la catedral de San Pedro, que puede cambiar el destino de la guerra en Ucrania. Descanse en paz un Papa bueno, un buen Papa.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC


jueves, 24 de abril de 2025

¿Nos roban los mayores?

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico económico La Información el 23 de abril de 2025)

En las últimas semanas son varios los informes que han destacado el aumento de la renta de los mayores españoles. Sin duda una buena noticia, pero que se ha trasladado a la opinión pública con la coletilla de que eso agranda la brecha generacional. El silogismo es claro: alta renta de los jubilados y aumento de las pensiones = menores ingresos para los jóvenes.


Para luchar contra esta falsedad que ensombrece el avance social que los españoles hemos logrado, conviene recordar algunas verdades que a base de no repetirlas se han olvidado.

La situación económica desahogada de los mayores es el sueño de cualquier sociedad a lo largo de la historia. Durante miles de años, la edad provecta suponía dejar de producir y por tanto depender de la familia cuando no de la beneficencia. Envejecer era en esos siglos garantía de miseria. Hoy la renta de los mayores les garantiza no solo no depender de nadie -con una renta mediana por encima de sus pares europeos- sino al contrario ayudar a sus descendientes, de hecho, un 60% de los españoles de más de 55 años trasfiere renta a sus hijos. Por no hablar del trabajo no remunerado en cuidados de los mayores con sus nietos que hace posible que cada día en España puedan trabajar miles de padres con hijos menores.

El aumento de los gastos pensionarios no supone que los mayores no aporten a la economía sino al contrario ya que la solvencia de esta cohorte de edad es un motor que aporta ingresos a la demanda agregada y por tanto oportunidades de empleo a los más jóvenes. No puede obviarse que son más de 4 millones de seniors los que siguen trabajando y por tanto pagando impuestos, más de un millón los que son autónomos contribuyendo a las arcas de la seguridad social. Pero por si fuera poco los mayores de 55 años protagonizan casi el 40% de todo el consumo del país, en especial en disciplinas como el turismo, el ocio y la alimentación que mueven la economía de nuestro país. Los mayores no son los culpables de que cada vez haya menos jóvenes por mor de la nueva pirámide poblacional y ni mucho menos de que las empresas ofrezcan empleos más precarios que hace décadas o que cada vez se grave el trabajo con mayores impuestos. Tampoco que la vivienda se haya vuelto inaccesible y ni mucho menos de que los jóvenes hayan balanceado ocio y trabajo. Sí son responsable de haber trabajado más años y con más valor añadido que ninguna generación a lo largo de la historia, sí también de haber logrado -gracias a la incorporación de la mujer al mercado laboral- que por primera vez haya más de dos ingresos en los hogares de los seniors y sí -por último- de haber conseguido financiar sus hogares con hipotecas a doble dígito y el sudor de su frente que con una probabilidad alta heredarán sus descendientes.
Por eso, querido lector, cada vez que leas eso de la batalla generacional, te ruego que tengas presente todo lo anterior y no caigas en la trampa de buscar víctimas y culpables en función de la edad del DNI. Las respuestas a la desigualdad no están en las pensiones o en las canas, al contrario esos conceptos son la garantía de una sociedad digna. Pero me temo que explicar la precariedad de las cohortes más jóvenes daría para otro artículo en que los aludidos ya no serían los mayores sino las políticas públicas y también las empresariales.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

martes, 15 de abril de 2025

Nunca se calla

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 14 de abril de 2025)


Seguro que tienes uno cerca. Puede aparecer en tu vagón de tren y estar dos horas hablando sin parar en voz alta. Es el mismo que en la sala de espera del médico explica la evolución y síntomas de su enfermedad con todo lujo de detalles. Es posible que te coja por banda en una fiesta el tiempo que le plazca para contar lo bien que le va la vida, aunque apenas sepa quién eres y logre que te quedes sin bebida. Le reconocerás porque habla –casi grita– por teléfono para todo el restaurante, sus videoconferencias en la oficina a todo volumen impiden que nadie haga nada más y los cumpleaños de sus niños son radiados por él como si fuese la final de la liga de fútbol.

En las cenas es el único que habla e interrumpe sin rubor tus intentos de meter baza, cuando toca hacer ejercicio es el que mejor conoce ese deporte y sus trucos sin ahorrarse el mínimo detalle. Y pobre de ti si te pilla en la máquina del café porque es una proeza librarte de su perorata antes de media hora.

Dice que es tu amigo pero no sabe nada de tu vida aunque tú conozcas hasta el nombre del tabernero del bar de su pueblo, el de los amiguitos de sus sobrinos y las andanzas de sus socios. No sabe dónde vives, qué familia tienes, qué haces en tus vacaciones o si vas a cambiar de trabajo. Porque jamás te pregunta por ti y cuando lo hace... ¡cuidado! Es una excusa para responderse a sí mismo durante tanto tiempo como los discursos de Fidel Castro.

Y acaba consiguiendo que tires la toalla. En la bici ya no hablas, solo le escuchas sus rollos que repite sin pudor alguno, en el metro ha logrado que te pongas unos cascos para no oírle, en familia solo juegas con los niños, en las reuniones acabas optando por mimetizarte como si fueras un mueble más de la oficina y en las quedadas tienes una risa impostada como congelada. Te ha quitado la energía con esas charlas interminables sobre sus viajes, series y, cómo no, el penúltimo pódcast que no has de perderte por nada del mundo. Definitivamente te ha anulado y acabas sintiéndote transparente.

Pero un día dices basta y le interrumpes. Y sientes una satisfacción que no conocías que te lleva a hablar más. Y le cuentas a quien se tropiece contigo el último viaje y luego el argumento completo del libro que estás leyendo. Cada vez te gusta más lo que sientes y ya no puedes dejar de hablar a tus amigos y a cualquiera que tengas cerca sobre todo lo que te pasa porque todo ello es muy importante y todo merece la pena que la gente lo oiga. Lo tuyo es siempre mucho más interesante. Y vuelves a ser feliz aunque a veces reconozcas como familiar el gesto de los que asienten mientras te escuchan.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

lunes, 14 de abril de 2025

Raro, raro, raro

 (este artículo se publicó originalmente en el Periódico de Cataluña y otros diarios de Prensa Ibérica el 13 de abril de 2025)

En economía se usa el concepto de raro cuando un bien es escaso y por tanto su cantidad disponible está por debajo de la demanda. Donald Trump ha hecho popular este término con las tierras raras al incluirlas en sus condiciones para la paz en Ucrania. El presidente de Estados Unidos ha exigido el control de esas tierras raras para seguir apoyándoles militarmente: defiende que es simplemente la contraprestación por el gasto militar del Ejército norteamericano desde la invasión rusa. Conviene recordar que en la doctrina económica no solo son raros los bienes como esos terrenos con minerales que se usan en la fabricación de móviles, placas solares o en resonancias magnéticas, sino también habilidades que exigen una super especialización. Esa destreza para las negociaciones, de las que se ufana el 47º inquilino de la Casa Blanca. La pericia para mercadear, en el caso de esas minas ucranianas es discutible, porque explotar esas tierras no será fácil ni barato y muchas de ellas están en territorio ocupado por los rusos. Pero, sobre todo, el Día de la Liberación pondrá a prueba esa supuesta cualidad divina que tiene Trump para los acuerdos mercantiles.

Era septiembre de 1943 y en el barrio de Arguelles de Madrid nacía en el seno de una acomodada familia un bebé con tanto pelo y tan azabache que su padre, un simpático médico, dijo en voz alta delante de la madre y el personal sanitario "raro, raro, raro". Esta frase ha pasado a los anales de la televisión porque quien la pronunció era el doctor Julio Iglesias Puga, padre de Julio Iglesias, quizá el artista español más famoso de todos los tiempos. Dos décadas después, el padre del cantante, dijo de nuevo "raro, raro, raro" al escuchar los planes de su hijo de abandonar la carrera de Derecho por la farándula. Pero la frase se hizo archiconocida muchos años después, siendo ya un anciano cuando consideró así a todos esos maridos que decían que no habían sido infieles.

No sabemos lo que dijo el padre de Trump al ver nacer a su hijo, tampoco su opinión sobre que eligiese la política frente a una exitosa carrera empresarial, o al respecto de la monogamia (que practicó toda su vida), pero sí estoy seguro que los aranceles a Europa, lugar donde nacieron sus padres, le habrían resultado "raro, raro, raro". Más allá de sus lazos afectivos y de sangre con Alemania y Escocia, Fred Trump fue un exitoso empresario inmobiliario que promovió apartamentos para las personas de todo el mundo que fueron a trabajar el siglo pasado a la gran manzana. Para Fred -y para cualquiera- es raro promover una voladura del sistema de libre comercio del que tanto se ha beneficiado Estados Unidos, si además esa decisión trae consigo las siguientes consecuencias:

1. Desazón en los estados agrícolas e industriales. Allá dónde más votos obtuvo Trump, más se van a resentir del cierre del libre comercio con despidos y bancarrotas de negocios.

2. Caída de la bolsa y colapso de la deuda. El mercado ha respondido con inéditas pérdidas bursátiles comparables a los días peores días de la historia los mercados de capitales.

3. Reserva Federal. El supervisor económico americano ha aseverado que esta política traerá un auge de los precios y una recesión.

4. Ruina de sus amigos. Los colegas de las grandes tecnológicas que asistieron a su toma de posesión. Amazon, Google, Facebook y Tesla han perdido cientos de miles de millones por la decisión de su aplaudido presidente.

5. Maltrato a sus socios estratégicos. No solo Europa sino Corea del Sur y Japón, históricos aliados de Estados Unidos frente al comunismo y expansionismo chino, han sido vejados con los nuevos aranceles.

6. Incomodidad a sus aliados políticos globales. Los partidos nacionalistas de todo el mundo que adoraban a Trump ven ahora como los aranceles lesionan su discurso de patriotas.

7. Rusia. Para colmo, solo Rusia, el histórico enemigo americano, queda fuera del castigo arancelario.

El tiempo quitó la razón al doctor Iglesias Puga sobre la fealdad raruna de su hijo al nacer y acabó convirtiéndose, según subrayó la revista People en 1978, en el hombre más atractivo del mundo. Tampoco acertó al poner en cuestión por rara su carrera musical a la luz de la aparición año tras años del cantante en la lista de Forbes de los más ricos.

Por eso quizás en el futuro nos pueda pasar lo mismo con la rareza de la patada en el tablero arancelario del presidente americano. Quien sabe si en unos años se hablará del acierto de la medida y se escriba en los libros de historia como otro New Deal del presidente Franklin D. Roosevelt en el siglo XX y el "América para los americanos" de finales del XIX con el presidente James Monroe. Hasta entonces no tenemos otro remedio que repetir "raro, raro, raro". 

Iñaki Ortega es doctor economía en UNIR y LLYC

lunes, 31 de marzo de 2025

Cuál es tu kit de superviviencia

 (este artículo se publicó originalmente en el diario 20 minutos el 31 de marzo de 2025)

La penúltima ocurrencia de algún avispado asesor en Bruselas ha sido el anuncio a bombo y platillo de un kit de supervivencia. Estoy imaginándome a los funcionarios europeos dándole vueltas a cómo convencer a la opinión pública de que ahora toca reducir el gasto social para poder aumentar las inversiones en defensa. Sin Estados Unidos para defendernos y con los rusos en nuestra frontera oriental, no hay más remedio que dedicar gran parte del presupuesto a crear y equipar un Ejército europeo. Pero ¿cómo explicar a los europeos que han vivido todos estos años en la arcadia feliz que ahora hay que gastar en tanques, misiles y bombas de racimo…?

Es entonces cuando, me imagino, surge la niñería del kit de supervivencia. Porque es la demostración de que la administración comunitaria nos considera a todos menores de edad y no nos pueden contar la cruda realidad. Y como si fuésemos unos párvulos a los que entretener, nos dan el juguete de esa mochila que tenemos que preparar por si hay una emergencia.

Seguro que esos burócratas aplaudieron al asesor –de futuro prometedor– por la idea feliz del kit. Los más mayores se vinieron arriba recordando los refugios nucleares de los años 60 en Estados Unidos y lo bien que vinieron para alentar el odio a los soviéticos. El resto coincidieron en que era la vía más sibilina para que los europeos se diesen cuenta de que entrábamos en una época de peligros en nuestras fronteras del sur y del este. Al mismo tiempo que celebraban el constructo, los disensos comenzaron a aparecer. Qué cosas han de estar en ese listado, porque ahora las bombas serán también cibernéticas y las amenazas no vendrán solo por el cielo sino por internet. Y cómo no, el kit no debería ser solo para la guerra porque hay otras amenazas tan o más importantes. Muy fácil de arreglar, propuso nuestro asesor, también ese neceser de emergencias lo será para los desastres naturales y por supuesto para las crisis climáticas y hasta sociales. Y respecto a qué meter o no en el kit, esa es la parte más brillante de la estrategia –defendió el asesor–, que los europeos se entretengan poniendo o quitando elementos de esa bolsa de emergencias. Démosles entretenimiento mientras nosotros vemos cómo conseguir el dinero y el proveedor para tener un escudo antimisiles a la altura del de Israel.

Dicho y hecho. La semana pasada la Unión Europea anunció en boca de la comisaria belga Hadja Lahbib una guía para que todos podamos preparar un kit de supervivencia de 72 horas para estar listos en caso de emergencias. No pueden faltar en ese equipamiento elementos esenciales para subsistir sin ayuda externa durante al menos tres días. Y Europa nos dice que hemos de tener agua, alimentos, medicamentos, el documento de identidad (no vaya a ser que no podamos pagar a Hacienda en ese eventual encierro), dinero en efectivo (nada de bitcoins que igual no funcionan) y linternas, mecheros y todo lo que un buen explorador lleva encima.

Y ahora estamos aquí todos discutiendo que si es más importante una vela que una linterna, un libro que un cargador de móvil, las latas mejor de atún que se sardinas, nada de agua sino pastillas desaladoras y la brújula mejor que la navaja suiza… Mientras tanto, la guerra (la física y la digital, que es la más factible) sigue acercándose a nuestras fronteras. Ojalá que estos días tan entretenidos hayan servido para armar la defensa de nuestro Estado de derecho y nuestro sistema de libertades, pero me temo que eso aún está muy lejos y por tanto vendrán más excentricidades. Estemos atentos.

miércoles, 26 de marzo de 2025

¿Ya no somos pacifistas?

 (este artículo se publicó originalmente en el diario La Información el 26 de marzo de 2025)


Ahora que hablamos de rearmarnos, comprar tanques e invertir en misiles y al mismo tiempo la sociedad ni se ha inmutado con ello, conviene entender cuáles son los mecanismos que provocan cambios tan profundos en la opinión pública. Hasta hace muy poco, Europa defendía un pacifismo que nos llevaba a mirar por encima del hombro los afanes armamentísticos de Estados Unidos o Israel. Pontificábamos sobre un mundo en paz basado en las relaciones comerciales y el diálogo, quizás espoleados tras dos recientes guerras mundiales en nuestras fronteras. De hecho, algunos países habían consagrado ese anti-belicismo en sus constituciones y los movimientos del “no a la guerra” monopolizaban los medios de comunicación y la cultura. Pero de repente, todo ha cambiado y desde Alemania pasando por los nórdicos -históricamente neutrales- han acometido una deriva militarista sin que haya rechistado nadie. ¿Cómo es posible este cambio?

Nos puede ayudar a responder esta pregunta el momento en el que vivimos con dos conflictos armados a las puertas del continente y el "Tío Tom" americano abdicando de su responsabilidad para con nosotros, pero si aun así no queda claro me atrevo a recurrir a la psicología: las investigaciones en el siglo pasado de un estadounidense de nombre Abraham Maslow nos ayudarán. Este profesor pasó a la historia porque impulsó junto a Carl Rogers una nueva manera de entender la psicología, en la que el foco dejaba de ponerse en los trastornos mentales y las enfermedades, en beneficio del potencial del ser humano para superarlos. El paradigma se conoce con el término de "psicología humanista" y es la base de la mayoría de las teorías de la motivación. 

Parece ser que una dura infancia con unos padres que no le dieron el mínimo afecto le marcó tanto como la guerra -que le pilló demasiado mayor para alistarse- y le llevaron a investigar sobre las causas del odio y la insatisfacción. De ahí a divulgar, con la llegada de la paz, su contribución más exitosa: la pirámide de Maslow o de las necesidades humanas. La tesis es que las necesidades de las personas pueden jerarquizarse, de modo y manera que existen primero las más básicas (comer, beber o un lugar dónde dormir), luego las de seguridad (no tener miedo a que te maten) y a continuación las sociales (tener amigos), las de estima (que valoren mi trabajo) siendo las últimas las de autorrealización (sentirse bien con uno mismo). Maslow ordena estas necesidades en una pirámide donde en la base están las de supervivencia y en la cúspide las de autosatisfacción. 

Su teoría defiende que no puede aspirarse a las necesidades de la parte alta sin tener resueltas las de abajo. A nadie le mueve tener amigos en la vida si no tienes dónde dormir o dicho de otra manera poco sentido tiene pretender que la gente se movilice por las hambrunas africanas si en tu vecindario han entrado los okupas o has agotado tu paro. Por tanto, a medida que cubrimos las necesidades más básicas e imprescindibles para la supervivencia van surgiendo otras cada vez más complejas, pero solo en el caso de que las primeras se cumplan. Europa y España, como repite Josep Borrell, han vivido en un jardín en el que todo era armonía y abundancia, pero de bruces nos hemos dado cuenta de que estamos en la jungla donde nada está asegurado… ni siquiera la vida. De ahí que los discursos elevados del pacifismo, más cercanos a la autorrealización que a las necesidades básicas, se hayan esfumado en beneficio del pragmatismo de conseguir una Europa segura que sea capaz de parar amenazas por el este y por el sur. 

En la psicología industrial la motivación es el proceso por el cuál un directivo es capaz de proporcionar la energía necesaria a los empleados para que se esfuercen en alcanzar un objetivo. La motivación no es un rasgo de la personalidad o la habilidad de una persona, sino algo que se puede generar y reforzar. Siguiendo a Maslow de nuevo, una persona no puede ser motivada por el afecto si no están satisfechas las necesidades de seguridad. Tampoco es posible incentivar a una persona con la satisfacción del reconocimiento si quedan sin cubrir necesidades fisiológicas. Hoy en Europa hay muchas personas en riesgo de pobreza, otras tantas que temen por su seguridad en barrios tomados por bandas, no pocas que no llegan a fin de mes y una mayoría que no puede permitirse una vivienda. ¿A alguien le sigue extrañando, por tanto, que a muchos europeos les hayan dejado de importar temas tan prosaicos como el "no a la guerra" o "el pacto verde" sacralizados en siglas como DEI, ESG o RSC?

La esperanza la encontramos también en la pirámide de las necesidades. Nunca dejemos de esmerarnos en el bien común para aspirar a lo siguiente.

Iñaki es doctor en economía en UNIR y LLYC

sábado, 22 de marzo de 2025

Las mejores tecnoempresas y algo más

 (este artículo se publicó originalmente el día 16 de marzo de 2025 en los periódicos del grupo Prensa Iberica)

Palantir o Nvidia. No hay más opciones. Si todavía sigues pensando que las empresas tecnológicas líderes en la actualidad son Google o Meta, toca actualizarse. Incluso si la hiperexposición de Elon Musk en estos primeros meses de gobierno de Donald Trump en Estados Unidos te ha hecho pensar que Tesla es la mejor, me temo que es un error. Por mucho que compres en Amazon a diario o que tu teléfono móvil siga siendo Apple, así como que los programas de ordenador tengan el logo de Microsoft, todas esas compañías mencionadas ya forman parte del pasado.

Nvidia y Palantir son el presente. Ambas firmas tienen en común que no están en la mente del pueblo, que han crecido prácticamente a tres dígitos en los últimos años y que están en sectores inopinados. También ambas empresas fueron fundadas en Estados Unidos por emprendedores extranjeros (uno de Taiwán y el otro de Alemania) y necesitaron fondos público-privados para arrancar.

Nvidia nació como NV (Next Visión), pero se corrigió el nombre para facilitar su recuerdo y se le añadió un sufijo para así jugar con la palabra latina envidia o, lo que es lo mismo, la empresa tecnológica que a todo el mundo le habría gustado fundar. Hoy en día es la segunda compañía más valiosa del planeta y sigue dirigida por su fundador, el taiwanés Jen-Hsun Huang. Su desempeño es espectacular a pesar de que nació vinculada al sector de los videojuegos para ir desembocando en su porfolio actual de software, chips, API (interfaz de programación de aplicaciones), procesadores de gráficos y, por supuesto, mucha inteligencia artificial (IA). Si hace cinco años el lector hubiera invertido 1.000 dólares, actualmente tendría 18.437. No está mal, ni con criptomonedas se habría alcanzado semejante rentabilidad. A lo largo del 2024 consiguió en algunos momentos ser la primera empresa en capitalización y este año será la que mas beneficios logrará. No tiene techo Nvidia.

Palantir es una piedra esférica con poderes que permite ver el presente a distancia. El nombre se menciona en el libro El señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien, y parece ser que a uno de sus fundadores, el alemán Peter Thiel, le hacía gracia que la empresa cogiese el nombre de ese legendario vidrio oscuro que permitía proyectarse en otro momento espacial. Palantir nació para dedicarse a la ciencia de datos, en especial para agencias públicas de inteligencia. Si se prefiere, espionaje y prevención de cibercrimen y delitos antiterritoristas con un espectacular software de nombre Gotham, como la ciudad del superhéroe Batman. Y de ahí a los servicios financieros y a estar prácticamente en todas las industrias que aspiran a trabajar con datos para conseguir alto rendimiento empresarial. El periódico Financial Times ha dejado por escrito que 2024 fue el año en el que Nvidia se comió el mundo y 2025 pertenece a Palantir. Viene de ser el valor más rentable y, en un escenario en guerra, la capacidad de crecimiento de esta empresa, que se define a sí misma como «una herramienta letal», es ilimitada.

Sin duda, Thiel y Juang son los hombres de moda y alguno incluso se ha atrevido a catalogarlos como la tecnocasta. Ricos y poderosos al mismo tiempo que muy influyentes en el lugar donde hoy se conforma la opinión pública, que es internet. Thiel es el padre de la nueva ola libertaria que tiene como máximo exponente al multimillonario Musk, que se ha creído que saber hacer negocios le da patente de corso para hacer proselitismo político a lo largo y ancho del planeta sin tener ni idea de las circunstancias de cada país. Thiel empezó muy joven con el ajedrez hasta ser considerado un maestro. Juang, en cambio, pasó por un reformatorio y su primer trabajo consistió en lavar platos en una cafetería, la misma en la que 15 años después creó su exitosa compañía. 

Los dos son extranjeros en América y seguramente fueron mirados con cierta desconfianza en sus años mozos. Por eso mismo me he acordado de la mítica frase que el fundador de Microsoft, Bill Gates, suele repetir en sus encuentros con estudiantes: "Ten cuidado con cómo tratas a los frikis de tu clase o de tu barrio, porque seguramente acabarás trabajando para uno de ellos". Quién iba a pensar hace unos años que el limpiaplatos taiwanés que salía todos los días al contenedor con la bolsa de basura del restaurante iba a liderar la primera empresa del globo y que el introspectivo estudiante alemán de Filosofía que ensayaba jugadas de ajedrez aislado en el campus acabaría siendo el personaje más influyente del momento con empresas de éxito, pero sobre todo marcando la agenda política del vicepresidente estadounidense, J.D. Vance, y, por tanto, del propio Trump. Así que cuidado de quién nos reímos o a quién despreciamos, de niños y de mayores.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR Y LLYC

lunes, 17 de marzo de 2025

Vivir seguros

 (este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 17 de marzo de 2025)

Me gusta ver a la Policía Nacional patrullando por mi barrio. También que la Guardia Civil esté en la autopista cuando hay un accidente. Por supuesto, observar a la Policía Municipal intentando ordenar un atasco. Y exactamente igual cuando los Mossos o la Ertzaintza vigilan los edificios oficiales. Me siento bien cuando las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado están presentes. Es la misma sensación que unas buenas farolas en una calle oscura o una gasolinera abierta en plena noche en una carretera secundaria. Seguridad ante eventuales peligros.

Hoy ya no son imaginaciones, las peores amenazas son reales. Algunos de nuestros socios europeos no tienen ni la menor duda. Rusia invadió Ucrania por segunda vez hace tres años y en esta ocasión, los polacos tuvieron claro que su frontera estaba amenazada y había que prepararse. Algo parecido sintieron en Noruega o Finlandia, lo que llevó a este último país a unirse hace unos meses a la OTAN para proteger sus lindes con los rusos. Las repúblicas bálticas, Estonia, Lituania y Letonia, saben lo que es ser invadidas por Rusia y desde 2022 están listas para un eventual ataque. Esa frontera está al rojo vivo, pero la del sur con África no está precisamente fría.

Si alguien ve muy improbables y lejanos esos puntos calientes de nuestro país o muy remota la posibilidad de una guerra en el corazón de nuestro continente, me temo que es como aquellos que no ven peligro en esa calle oscura o en la carretera solitaria. Muy parecidos a los que minusvaloran a los okupas porque son pocos casos o los que quitan importancia a los hurtos porque siempre han existido.

Pero es que también están los que les enfada invertir en la defensa de un país y estos días lo estamos viendo con el debate sobre el gasto militar. Nunca he entendido al que le molesta la presencia de la policía, sea del cuerpo que sea. Despotrican cuando ven un uniforme o una sirena, sea en la manifestación de turno o en un festejo deportivo o musical. ¿Algo que ocultar?, ¿acaso prefieren el desorden y el incumplimiento de la ley? No lo sé, aunque observo que con la discusión de reforzar nuestro Ejército sucede algo muy parecido.

¿Quién puede oponerse a estar más protegido? ¿A qué clase de personas les pone de los nervios que su país esté más seguro ante sabotajes rusos o chinos? La respuesta es que a los mismos que les saca de sus casillas ver a la policía por las calles; esos que no les importaría que los regímenes autócratas mencionados influyesen a su favor en unas elecciones o que no les duelen prendas defender a Putin, la dictadura china, cubana, venezolana o nicaragüense… a pesar de que esos Estados –supuestamente tan igualitarios– lleven décadas armándose hasta los dientes y violando sistemáticamente los derechos humanos.

Por supuesto que siempre hay personas bienintencionadas que apuestan por vías pacíficas para la resolución de conflictos, pero esos mismos paisanos no dejan las puertas de su casa abiertas por la noche, se preocupan por bajar las persianas o dar dos vueltas al cerrojo de la entrada. La prevención es disuasión en el hogar y me temo que ahora toca lo mismo también en nuestro continente y en nuestro país.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC