domingo, 3 de enero de 2021

Edadismo laboral

 (este artículo se publicó originalmente en El Correo el día 2 de enero de 2021)


El año 2020 ha terminado con un triste récord de prejubilaciones. Nunca hubo tantas personas con cincuenta años que hayan tenido que salir de su empresa. Grandes corporaciones de la banca o la energía, en un clima de paz social, han aprovechado la pandemia para reducir plantillas. Al mismo tiempo sindicatos y empresarios también se han puesto de acuerdo en criticar al ministro Escrivá por querer acabar con la jubilación forzosa. Todos ellos defienden el relevo generacional para reducir el desempleo juvenil pero como demostró el trabajo empírico de los profesores Munnell y Yanyuan de la Universidad de Stanford, retrasar la jubilación no provoca ningún tipo de desplazamiento de empleo. El otro argumento que usan es la supervivencia, puesto que la crisis y la digitalización han hecho aflorar un exceso de personal. Pero donde no hay lógica económica es que el ajuste recaiga exclusivamente sobre los trabajadores mayores. Es simplemente una demostración de edadismo, término acuñado por el gerontólogo Robert Butler para definir la discriminación contra las personas de más edad.

Estos días también el Banco de España ha informado que el 40% de los trabajadores se prejubila antes de alcanzar la edad legal, lo que no ayuda precisamente a sanear la Seguridad Social y ralentiza el proceso de alinear la edad de retiro con la demografía. Es sabido que las prejubilaciones son un pacto que permite cobrar pensión sin perder beneficios: el trabajador no pierde, la empresa gana porque reduciendo gastos es más competitiva, pero qué pasa con la economía y por tanto con el bien común.

El envejecimiento es imparable y la cohorte entre los 55 y 70 años, representa ya un 19,4% de la población total frente al 8,8% de los jóvenes de entre 16 y 24 años, esa brecha seguirá aumentando sin freno en las próximas décadas. Al mismo tiempo la realidad socioeconómica de los seniors -como recuerda el Círculo de Empresarios y la Fundación Trasforma- está afectada no solo por procesos de prejubilación y de reemplazo por trabajadores de menor edad, sino también por mayores tasas de paro, especialmente de larga duración, que afectan negativamente a su futuro y elevan el gasto en protección social.

Que no haya talento senior trabajando puede también afectar negativamente al crecimiento. Entre 2018 y 2033, según CaixaBank, la caída de la fuerza laboral reduciría 0,4 puntos el crecimiento anual español. Asimismo, según el Índice Edad de Oro de la consultora PwC, prolongar la vida activa de los mayores (hasta alcanzar tasas de ocupación en torno al 78% que disfruta Nueva Zelanda frente al 53% español), representaría un incremento de más de 15 puntos del PIB nacional. Pero y he aquí la paradoja, los emprendedores de más de 55 años no dejan de aumentar superando ya a los menores de 30 años, como indica el informe GEM. Con su propia empresa los seniors demuestran lo que no les permite el mercado laboral, una cultura del esfuerzo, experiencia para adaptarse a los cambios o destreza para resolver problemas.

Estamos a tiempo de frenar esta sangría de bienestar para lo que es imprescindible un pacto por el talento senior y contra el edadismo. Un acuerdo -esta vez sí- de todos, que pase por desincentivar la jubilación anticipada y fomentar la ampliación voluntaria de la vida laboral; rediseñar las políticas activas de empleo dando mayor peso a la formación continua; flexibilizar las condiciones laborales con nuevos modelos de carrera profesional y medidas fiscales para favorecer el reclutamiento, la promoción y la retención de trabajadores de mayor edad.

Iñaki Ortega es profesor de Deusto Business School

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