(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 Minutos, el día 11
de enero de 2021)
La borrasca Filomena ha
paralizado la vida en muchos lugares de España y confinado a millones de
ciudadanos en sus casas. La tormenta de nieve acompañada de un frío inédito ha
congelado nuestra habitual actividad. Imposible comprar el pan o dar un paseo,
salir a comer o quedar con un amigo. Tras la nieve ha llegado el hielo que lo
ha congelado todo. Y si peligrosa es la nevada, bloqueando calles y aislando a
personas, el hielo es sinónimo de accidentes y devastación.
Pero no siempre el frío es malo.
La congelación natural ha sido utilizada a lo largo de la historia para
conservar alimentos y de ese modo paralizar el proceso natural de
descomposición. Aunque no fue hasta el
siglo pasado cuando se generalizó la congelación en la industria de productos
alimenticios y a la vez en los hogares con la llegada del frigorífico. De ese
modo, todos podemos conservar en casa alimentos en perfecto estado durante
mucho tiempo. Pero, si la conocida como “cadena de seguridad del frio” se
rompe, o lo que es lo mismo en algún momento se interrumpe el frío y se
descongela la comida para volverse a congelar, el alimento se estropeará y no
podrá consumirse.
Ahora piensa en cuánta similitud
con los peores momentos de la pandemia. Los comercios cerrados, la preocupación
por acumular alimentos y el pánico ante lo imprevisible, de nuevo disfrazarnos
para salir a la calle y la sensación de miedo y fragilidad. Pero aún hay más.
Confinarnos y desconfinarnos para volver al confinamiento, rompiendo
imprudentemente la “cadena de seguridad” -esta vez sanitaria-. La nieve y
Filomena -sin quererlo- nos recuerdan que, aunque estemos encerrados en casa,
no podemos dejar de actuar para lo que venga después. Retirar la nieve de
nuestras terrazas para que no se hiele y lastime a nadie; limpiar las tuberías
para que no se bloqueen cuando lleguen las heladas o podar los sufridos árboles
por el peso de la nieve que eviten accidentes. Por eso, esta misma semana, que
hemos conocido que las ayudas, como los ERTEs, se mantendrán por lo menos hasta
mayo, no podemos dejar de pensar que tarde o temprano vendrá el deshielo de la
economía. El apoyo público ha congelado la actividad empresarial, pero nos
tendríamos que preguntar qué estamos haciendo ahora para que cuando llegue ese
deshielo económico no sea un drama. Qué decisiones están tomando los gobiernos,
pero también nosotros en nuestro ámbito personal, para cuando lleguen los
despidos, los cierres empresariales y la recesión. Acaso estamos aprovechando
estos tiempos para reciclarnos, ahorrar o reinventar nuestros negocios. Dónde
están los planes para reflotar empresas o recualificar a millones de
trabajadores. No se trata de aguar la fiesta ni de ser un agorero sino
simplemente ser previsor a la luz de todos los informes económicos conocidos.
Filomena con su brutalidad de
extraordinario fenómeno atmosférico nos puede hacer reflexionar que en plena
borrasca– o en pleno covid19- hay que actuar para evitar futuros males mayores.
Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y
profesor de la UNIR
No hay comentarios:
Publicar un comentario