(este artículo fue publicado originalmente en América Economía el día 23 de junio de 2015)
La Real Academia
de la Lengua define ecosistema como
la comunidad de seres vivos cuyos procesos vitales se relacionan entre sí y se
desarrollan en función de los factores físicos de un mismo ambiente. El término
proviene de la biología y fue acuñado en 1930 por el botánico inglés Roy Clapham. La gran aportación del concepto residía en que los
ecosistemas forman una serie de cadenas que muestran la interdependencia de los
organismos dentro del sistema; si se rompe un eslabón, es muy difícil
recuperarse.
Durante los últimos
años la economía mundial ha vivido una mejora evidente de la estabilidad
económica y política, un interés creciente por reformas económicas y un
crecimiento considerable fundamentalmente centrado en las economías emergentes.
Sin embargo, tanto los salarios como la calidad de vida en muchos países en
vías de desarrollo todavía muestran una distancia sustancial con respecto al
mundo desarrollado.
Durante mucho
tiempo se pensó que la prosperidad económica en un territorio solo podría
llegar a través de una gran intervención: una inversión mastodóntica, la
llegada de una multinacional, la organización de un gran evento internacional,
incluso mediante la promulgación de una nueva ley o un cambio de gobierno. La
realidad es tozuda y la experiencia de territorios dinámicos como Corea,
Dinamarca o Canadá demuestra que los cambios no vienen de arriba sino de muchas
pequeñas actuaciones sistémicas, que los anglosajones llaman bottom-up.
El
emprendimiento representa esa capacidad de cambiar las cosas y ha mostrado a lo
largo de la historia, tal y como atestigua el informe mundial Global
Entrepreneurship Monitor/GEM, el potencial suficiente para reducir esa brecha
siempre y cuando sea capaz de evolucionar desde sus formas más primarias,
basadas en la necesidad que caracterizan las experiencias emprendedoras de los
países emergentes.
El Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) a través de su agencia de innovación, el
Fondo Multilateral de inversiones (FOMIN), lo tiene muy claro, y por ello lleva
años colaborando con los países de la región para incentivar emprendimientos
dinámicos, promover una cultura ad hoc, potenciando redes de inversores ángeles,
incubadoras y aceleradoras que liberen el talento innovador; sin olvidar los programas
para desarrollar las fuentes de financiamiento y las inversiones en fondos de
capital semilla y emprendedor (venture capital, en ingles).
Por suerte para
nuestra región, el apoyo a los emprendedores es hoy una de las prioridades de
prácticamente todas las instituciones públicas y privadas. Pero apoyar a las
nuevas empresas no significa que todo lo que se haga en materia de
emprendimiento esté bien hecho. La positiva experiencia de la capital de
España, Madrid, junto con el estudio de los ecosistemas emprendedores más
exitosos de todo el mundo y el riesgo de una cierta burbuja en este terreno por
la inflación de actuaciones, nos lleva a recomendar el seguimiento de la regla
de las cuatro Es para todos aquellos que quieran ayudar a los nuevos
empresarios.
Primera E. Estorbos.
El introductor de la Ilustración en lengua castellana, Melchor Gaspar
Jovellanos, dejó escrito que la más importante tarea de las leyes era levantar
los estorbos que impedían que la actividad económica fluyese. Más de dos siglos
después de su cita, eliminar obstáculos a los emprendedores ha de ser la
principal tarea de cualquier programa en la materia. Por ello la primera
pregunta que se debe hacer a los emprendedores es cómo se les puede hacer la
vida más fácil, eliminando estorbos que les impidan crecer.
Segunda E. Emprender ligero. La multinacional japonesa
TOYOTA aplicó los principios de lean manufacturing para, a través de su
productividad, convertirse en la empresa líder en automoción. Las más exitosas
empresas en Estados Unidos han adaptado esos principios de Japón para hacer
viables sus compañías, y lo han llamado lean startup. Podríamos traducirlo al
castellano como “emprender ligero” puesto que la clave para estos visionarios
es no malgastar recursos en proyectos que no se sabe si tendrán respuesta positiva
por parte del mercado. Emprender ligero permite cambiar el rumbo del proyecto
sin grandes trastornos. Ellos lo llaman iterar o pivotar el plan de negocio.
Esa coherencia ha de aplicarse también a los recursos dedicados a los
emprendedores por las instituciones: programas ligeros que solo crecen si son
exitosos, es decir si tienen respuesta positiva de los beneficiarios, que es la
validación del mercado.
Tercera E. Ecosistema.
Como hemos mencionado los ecosistemas de la naturaleza son una serie de cadenas
de interdependencia. En economía los ecosistemas emprendedores son la clave
para que las nuevas empresas surjan y finalmente generen empleo. Cualquier
programa de intervención en este terreno ha de fortalecer ese ecosistema y no
romper el equilibrio entre sus agentes, a saber instituciones del conocimiento,
administraciones públicas, grandes empresas y los propios emprendedores. Buscar
el rédito a corto plazo y el protagonismo unilateral es síntoma de que no se
está respetando la tercera E.
Cuarta E. Evaluar resultados. De poco servirá nada de lo anterior si
no disponemos de métricas objetivas que nos permitan saber si las actuaciones
de apoyo a emprendedores están eliminando obstáculos, reforzando los agentes
del ecosistema y lo más importante, si están logrando retorno social en
términos de empleo o bienestar social. Monetizar los resultados de los
programas de apoyo a emprendedores también es imprescindible para que los
financiadores de los programas de apoyo vean que son rentables socialmente.
Innovar, validar
y pivotar. Esa misma filosofía lean que
practican las startups es la que
mejor explica la evolución de Madrid Emprende a lo largo de sus diez años de
andadura. Lo que empezó siendo una pequeña agencia del Ayuntamiento de Madrid
centrada en la construcción de infraestructuras empresariales, se ha
convertido, gracias al aprendizaje y la iteración continua, en un referente internacional
en materia de emprendedores. Un ecosistema es la suma de muchos, y en este caso
han sido cerca de 150 entidades públicas y privadas las que han hecho posible que
se haya apoyado a más de 150.000 emprendedores y empresarios, o que Madrid se
haya convertido en una de las ciudades de la Unión Europea con más espacios
dedicados a los nuevos empresarios, con una tasa de supervivencia del 90% de
las empresas instaladas en sus incubadoras, teniendo muy presente que cada euro
invertido en esas infraestructuras se ha recuperado multiplicado por dos en
impuestos recaudados.
Es precisamente
la diferencia entre ecosistemas que funcionan y los que no lo que ha propiciado
nuestra búsqueda de sistematización de un proceso de transferencia de buenas
prácticas. Al no ser entornos equiparables, Europa y Latinoamérica-Caribe, es
imprescindible adaptar las estrategias de éxito a las particularidades
concretas de cada ecosistema, ya que al tener diferentes características, la
implantación de la agenda no obtendría los resultados esperados.
Las nuevas empresas
de la economía digital que están cambiando hoy la economía global, ponen de
manifiesto que los cambios empiezan desde abajo y que los emprendedores no han
dejado de ser, como afirmó el siglo pasado el economista austriaco Schumpeter,
los protagonistas de la actividad económica por su capacidad para prever el
futuro.
Al igual que la
biología nos habla de ecosistemas, los principios de la física nos dicen que el
agua siempre empieza a hervir por abajo. En economía los emprendedores,
aquellos que el FOMIN/BID busca fomentar y fortalecer, con
su capacidad innovadora, perseverancia, ilusión y conciencia social, son el
motor que, desde abajo, puede promover el cambio hacia una sociedad más
sostenible en Latinoamérica y Caribe.
Por Iñaki Ortega Cachón, Doctor en Economía y Director de Deusto Business School en Madrid. Fue Director General de Madrid Emprende de 2005 a 2014 y Susana García Robles, Oficial Principal de Inversiones a cargo del Grupo de Financiamiento en Etapas tempranas, Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN)/Banco Interamericano de Desarrollo (BID)
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