(Artículo publicado el 28 de marzo en Cinco Días y firmado conjuntamente por el Profesor de la Universidad Internacional de la Rioja Iñaki Ortega y el Profesor de la Universidad Complutense de Madrid Francesco Sandulli)
La
actividad emprendedora determinará cómo y cuando España saldrá de la crisis. En
una reciente investigación económica los profesores Koellinger y Thurik de la
Erasmus University de Rotterdam han demostrado que, contrariamente a lo que se
pensaba, el ciclo económico no es un factor exógeno a la actividad emprendedora
y que el emprendimiento en épocas de crisis económica es el factor determinante
de cómo y cuando una economía volverá a un ciclo expansivo.
Este hecho debe hacer reflexionar a los responsables de las políticas
económicas sobre la necesidad de impulsar en el actual contexto de crisis una
decidida transición de una economía del management a una economía emprendedora.
Esta transición permitirá que el tejido empresarial en España tenga incentivos
a la ampliación de la frontera de posibilidades de producción, en lugar de
seguir operando dentro de ella. Asimismo, los datos del Global Entrepreneurship
Monitor para 2012 y del Directorio Central de Empresas del INE para 2012
indican que la actividad emprendedora y la microempresa están capeando la
crisis mejor que la mediana y gran empresa. Ahora es el momento de aprovechar
esta inercia con una política decidida de fomento de la economía emprendedora.
A la hora de diseñar los objetivos de la política que promueva esta nueva
cultura se debe tener en cuenta que la economía emprendedora se fundamenta en
tres pilares: conocimiento, riesgo y financiación.
En relación al conocimiento, España no es una excepción a la denominada
European Paradox, por la cual el proceso de transformación de conocimiento en
emprendimiento es muy ineficiente en Europa. Aplicando las lecciones aprendidas
en otros países, el responsable de política emprendedora debería en primer
lugar preocuparse por conseguir fondos para aumentar el stock medio de capital
intelectual disponible en España, atrayendo a individuos altamente cualificados
del exterior y fomentando la retención de talento nacional. Además es urgente
que el emprendimiento sea una prioridad máxima en las políticas de las universidades
españolas para que éstas se integren como un elemento más del sistema
productivo y adopten una actitud mucho más activa en la comercialización de su
tecnología y conocimiento, tal y como ya sucede por ejemplo en la Universidad
de Mondragón. Para fomentar la comercialización del desaprovechado conocimiento
universitario, es necesario promover en primer lugar su oferta, reconsiderando por
ejemplo los actuales incentivos académicos a la creación de empresas de base
tecnológica, e impulsar su demanda, reduciendo por ejemplo la elevada
complejidad administrativa y tributaria asociada a los incentivos a la I+D
externa en ámbito privado o a los mecanismos de fomento de la transferencia
tecnológica como el patent box. Las políticas emprendedoras deberían potenciar
el aumento del capital relacional de los emprendedores a través de programas de
inmersión en redes de emprendedores como los planteados por Startup Loans en el
Reino Unido.
El segundo pilar de la economía emprendedora es el riesgo. Aunque el riesgo es
intrínseco a la actividad emprendedora, excesivos niveles de incertidumbre
constituyen una barrera infranqueable para el emprendedor. El riesgo del
emprendedor depende de la eficiencia de los mercados y la facilidad para que en
España se produzcan fenómenos de creación destructiva . Una forma que tienen
las administraciones de reducir el riesgo del emprendedor, especialmente la de
corte más innovador por ser la que sufre las cotas más altas de incertidumbre,
es facilitar el acceso a la contratación pública a la iniciativa emprendedora.
Para muchas empresas en Silicon Valley el sector público fue su primer cliente facilitando
la supervivencia inicial de la empresa. En España, la Ley de Economía
sostenible no ha conseguido resolver los problemas que plantea la Ley de
Contratos del Sector Público a los interventores de las distintas
administraciones a la hora de aprobar contratos de productos innovadores o
empresas nuevas. Estos problemas explican en gran medida por qué en España no
existe una fuerte demanda temprana pública de productos innovadores. Este papel
de fomento de la demanda temprana también puede ser jugado por la gran empresa,
pero sería necesario sustituir los actuales incentivos a la I+D interna por el
fomento de la I+D externa y la compra tecnológica.
El riesgo
del emprendedor aumenta con regulaciones adversas. Por ejemplo, diversos
estudios económicos demuestran que la rigidez del mercado laboral, las
excesivas diferencias entre las prestaciones de protección por desempleo entre
autónomos y asalariados, la inseguridad jurídica en la regulación de varios
sectores de actividad, la elevada morosidad pública y privada o la actual falta
de competencia en algunos sectores estratégicos incrementan el riesgo de
emprender en España. Por tanto, incentivar el emprendimiento significa intentar
resolver estos fallos regulatorios sistémicos que protegen el actual status quo
en los mercados y que en muchos casos son intrínsecos a la forma de pensar y a
la cultura del management que impera en España.
El tercer pilar de la economía emprendedora es la financiación. Emprendedores y
financiadores comparten el mismo riesgo. Es muy elevado el número de
investigaciones económicas que demuestran que la política más eficaz para
atraer financiación al emprendimiento consiste simplemente en resolver aquellos
fallos regulatorios sistémicos que aumentan el riesgo emprendedor. En Europa,
Suecia es uno de los mejores ejemplos de cómo modificaciones en la regulación
del sistema financiero, del mercado laboral, del sistema tributario o de los
mecanismos de transferencia de conocimiento pueden hacer florecer un activo
mercado de capitales orientado a la inversión en start-ups. Los ámbitos de potencial
mejora son muchos, desde los incentivos fiscales para las ganancias de capital,
los incentivos fiscales a la inversión de los fondos de pensiones en capital
riesgo, la eficiencia del Mercado Alternativo Bursátil que actualmente tiene
unos costes de salida excesivos o la potenciación de cauces más ágiles de
acceso a microcrédito para fases semilla de start-ups que siguiendo el ejemplo
de la iniciativa americana MicroLoan Program mejoren las actuales ineficaces
fuentes de acceso a microcrédito basadas en la intermediación de entidades
financieras.
La ejecución es tan importante como la estrategia. Hasta el momento, los
esfuerzos públicos de fomento a los emprendedores se caracterizan por su
fragmentación y descoordinación. Esta situación se debe a que el emprendimiento
es un elemento puramente retórico en el discurso político que se sustenta en
políticas coyunturales y en servicios públicos puntuales carentes, en la
mayoría de las ocasiones, de un impacto relevante en la economía española. Es
necesario definir una estrategia global que desarrolle políticas y programas de
fomento del emprendimiento integrales de largo plazo. La estrategia política de
fomento del emprendimiento no será eficaz sin un adecuado mecanismo de control.
En este sentido, la medición de retorno a las políticas públicas como por
ejemplo el ROI (Return on Investment) aplicado con éxito en el caso de Madrid
Emprende se antoja esencial en la transición a la economía del emprendimiento.
La medición del ROI permitirá discernir qué políticas y qué receptores de
dichas políticas son los que generan un mayor retorno, ya que como señala Scott
Shane, uno de los mayores expertos mundiales en emprendimiento, las políticas
horizontales de fomento del emprendimiento, actualmente preponderantes en España,
son mucho menos eficaces que las políticas verticales y discriminantes.
Si no se aprovecha el hecho de que, gracias a la actual crisis económica, el
emprendimiento ha recibido la atención de ciudadanos y políticos, una vez
superada la crisis, todos volverán a pensar en términos de economía del
management y será mucho más complicado que España realice la tan necesaria
transición a la economía del emprendimiento. La triple hélice española
(administración, empresa y universidad) debe asumir el reto de impulsar esta
transición y acelerar el cambio de ciclo económico. Se buscan políticos,
consejeros delegados y rectores emprendedores para ello.
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