(este artículo se publicó originalmente en el periódico económico La Información el día 3 de agosto de 2023)
Durante la última semana de la campaña electoral el presidente Sánchez voló de Bruselas a España por lo menos dos veces. El candidato Feijóo también se desplazó a la capital europea para reunirse con altos cargos comunitarios incluida la presidenta Úrsula von der Leyen. Al mismo tiempo, en las semanas previas a la cita electoral, Europa estuvo muy presente en los discursos. El lector recordará el “bulo” de que en Bruselas había preocupación por un gobierno del PP o el asunto de las reformas comunitarias, como la vuelta a los peajes, que el PSOE negó con poca fortuna.
Pero tras las elecciones la supuesta importancia de Europa se ha esfumado a la vez que la hiperactividad presidencial en este campo. Craso error porque Europa es más importante que nunca para España y ahora Europa nos necesita para seguir avanzando.
En primer lugar, estamos en el semestre de la presidencia española. Aunque parezca que ahora a nadie le importa, el uno de julio comenzó la Presidencia española del Consejo de la Unión Europea. Durante seis meses nuestro país liderará todas las reuniones del consejo, pero también la agenda de la Unión Europea. No hace falta recordar que gran parte de la regulación y de los proyectos de inversión que ponen en marcha el Gobierno de España y las comunidades autónomas, proceden de compromisos adquiridos ante la Unión Europea. Además, existen también otro tipo de acuerdos políticos, alcanzados entre los jefes de Estado y de Gobierno de los Estados miembros, que tienen un alto impacto en el día a día de los ciudadanos y las empresas. Europa ha asumido en los últimos años una posición de liderazgo ambiciosa y transformadora, con objetivos y financiación a largo plazo que dan lugar a un crecimiento regulatorio exponencial, por lo que es fundamental para los agentes económicos y sociales conocer la agenda normativa y las políticas europeas. Solo de esta forma podrán ser actores principales en su definición y desarrollo, y no meros ejecutores de estas. Las leyes no entienden de vacaciones o de descansos poselectorales.
Por otro lado, es un momento especialmente interesante para las empresas españolas porque coincide con la urgente implementación del Plan Next Generation. La Administración Pública española ha debido afrontar uno de los mayores retos de gestión de su historia, al tener que diseñar, negociar y ejecutar el mayor programa de ayudas europeas de la historia: 164.653 millones de euros cuyo plazo de ejecución finaliza a finales de 2026. Y como recuerda la profesora Paloma Baena el reto es aún mayor porque España se autoimpuso, sin que nadie se lo pidiese, el compromiso de tener adjudicados a sus destinatarios todos los fondos destinados a las primeras subvenciones aprobadas, más de 70.000 millones, a 31 de diciembre de 2023. Según los datos recogidos por el Observatorio Europeo de LLYC faltan por comprometer 13.629 de la dotación sin contar los nuevos compromisos aprobados en junio de este año en la conocida popularmente como la adenda que incluyen 94.653 millones adicionales. Y por si esto fuera poco, se nos urge a dar pasos en la dirección de las reformas exigidas para recibir las ayudas, la más urgente la de la propia administración pública. Para las autoridades comunitarias es imprescindible que nuestro país gane transparencia en la ejecución de los fondos; lograr que los controles no lastren la velocidad de ejecución del Plan, sin relajar la eficacia de dicha vigilancia y flexibilizar las condiciones de participación de las pequeñas empresas en las convocatorias. Muchos deberes para tomarse ahora tres semanas de asueto.
Y por último, Puigdemont. El líder de Junts per Catalunya, sigue residiendo en Bélgica prófugo de la justicia española. Todo un sarcasmo escuchar hablar de una unidad europea plena con un condenado por graves delitos en un país comunitario como España moviéndose con libertad en el corazón de Europa. Una "patata caliente" para las autoridades europeas y también españolas que no pueden seguir ignorando la grieta que este hecho supone en la construcción europea. Ironías de la vida, el futuro presidente del Gobierno se decidirá no en la Carrera de San Jerónimo de Madrid sino en una pequeña localidad belga de apenas treinta mil habitantes. Waterloo en el año 1815 fue el final del imperio napoleónico, esperemos que no vuelva a pasar a la historia esta vez por acabar con la ilusión de una Europa unida.
Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR Y LLYC
No hay comentarios:
Publicar un comentario