(este artículo se publicó originalmente como post en el mes de marzo de 2021 en el blog del centro de envejecimiento AGEINGNOMICS de la Fundación Mapfre)
La edad cronológica se está
convirtiendo en una rémora del pasado. Cada vez son más los expertos de todos
los campos que diferencian la edad cronológica (la suma de años que han
transcurrido desde el nacimiento) de la biológica (la edad que tienen los
sistemas, tejidos y células de un organismo con relación a su normal
funcionamiento).
Algo que, por otra parte, siempre
ha estado ahí, por ejemplo, cuando nos dicen «aparentas menos edad», en
realidad nos están transmitiendo que nuestro aspecto (nuestros tejidos, pero
también nuestra actitud) se mantenían mejor que la norma de nuestra edad. Pero
ahora el estudio de la longevidad y la irrupción de la conocida como economía
senior lo están terminando de demostrar.
En el año 2010, los demógrafos
Sergei Scherbov y Warren Sanderson trataron en un artículo publicado en Science
de dar respuesta a cuándo se inicia la vejez. Para ello acuñaron el concepto de
edad prospectiva, que mide la vejez en función de los años que nos quedan de
vida y no de los que ya hemos cumplido.
La edad prospectiva se fija en las características personales, como por
ejemplo la esperanza de vida restante. Estos autores proponen considerar que
una persona alcanza la vejez a la edad en la que su esperanza de vida restante
es de 15 años, independientemente de la edad cronológica que tenga en ese
momento. Proponen medir así el envejecimiento y adaptar nuestras instituciones,
por tanto, a los años que nos quedan de vida y no los que ya hemos cumplido.
La economía senior también es un
fenómeno reciente, trae su nombre de la voz latina senior, más viejo. Su
contrario es júnior cuyo origen es también romance, de iunior, más joven. Ambas palabras se han revitalizado por
influjo anglosajón, de hecho, en las ofertas de empleo es habitual esta
clasificación. Se añade júnior o sénior a un puesto para hacer referencia al
nivel de conocimiento del candidato. Un trabajador júnior es un principiante;
un empleo catalogado como sénior es para un profesional que acumula
experiencia. Los puestos de trabajo con esa seniority no se alcanzan hasta los
cincuenta años y es por ello la edad en que comenzamos a formar parte de esa
nueva economía. Un conjunto de oportunidades derivadas del impacto económico y
social de las actividades realizadas y demandadas por la población mayor de 55
años.
En MAPFRE desde hace más de un
lustro se lleva investigando en este campo hasta crearse en diciembre del año
pasado en el seno de su fundación un centro de investigación que ha tomado por nombre
“ageingnomics”. Un neologismo que surge de la unión de las palabras
envejecimiento (ageing) y economía (economics) para defender que los efectos
producidos por el alargamiento de la vida podrían más que compensar los
negativos y propiciar un estímulo al crecimiento económico. Algunos hallazgos
del nuevo centro de investigación nos ayudan ya a acabar con el mito de la edad
cronológica. La mayoría de los seniors españoles compran por internet, usan
banca electrónica, hacen ejercicio y apenas van al médico, a pesar de lo que
dice su DNI. Por eso se acerca el día en que no nos pedirán el documento de
identidad para conocer nuestra edad sino simplemente cuál es nuestra actitud
ante el resto de vida que nos quede por delante.
Parte de este texto forma parte del debate DIALOGO ABIERTO. PROGRAMA PARA UNA SOCIEDAD LONGEVA promovido por el CENIE (centro internacional sobre el envejecimiento) https://cenie.eu/es/observatorio/dialogo-abierto
Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR
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