(este artículo se publicó originalmente el 1 de octubre de 2018 en el diario La Información en la columna #serendipia)
En los
casinos de Las Vegas un token es el
nombre usado para referirse a las fichas que intercambiables por dinero
para apostar en las salas de juego de la mítica ciudad de Nevada. El termino
token ha desbordado las tragaperras e incluso la numismática (se habla de
tokens como aquellos objetos similares a las monedas,
que se usan en lugar de estas sin serlo) para llegar al mundo de la economía.
No se entiende el funcionamiento de las criptomonedas como el bitcoin sin
entender este concepto. El blockchain, la tecnología llamada a cambiar los negocios,
tiene su base en la creación de un token.
De hecho se ha llegado a acuñar el término “tokeneconomía” para referirse a
cómo los tokens están revolucionando
nuestra economía. Por ejemplo hoy muchas empresas de emprendedores ya confían
en las ICO, ofertas de tokens, para hacer crecer sus startups en detrimento de los clásicos fondos de inversión o venture capital. Se habla ya de que en
muy poco tiempo, apenas unos años, hemos pasado de financiar las empresas en
bolsa (con ofertas públicas de acciones), a usar para ello internet con el crowdfunding (cientos de inversores
particulares que en red financian un proyecto) a en este momento a través de tokens conseguir inversiones más amplias
y seguras.
El
Presidente Pedro Sánchez ha terminado esta semana su gira por Norte América que
le ha llevado a recorrerse miles de millas desde New York a California pasando
por Canadá. Seguro que el blockchain
y los tokens han salido en sus
conversaciones con otros gobernantes, analistas, estudiantes y fondos de inversión.
Aunque en su gira oficial no había parada en Las Vegas y no ha tenido tiempo
para visitar casinos, esas fichas para tragaperras –los tokens- y la cadena de
bloques –blockchain- es hoy el asunto que ocupa a cualquier interesado en la
economía. Lo demuestra por ejemplo que no hay escuela de negocio que se precie
que no esté formando a directivos en este terreno. O que los países más
dinámicos han puesto en marcha legislaciones, llamadas sandbox, para permitir con seguridad pruebas reales de operaciones
basadas en tokens; en España este campo de pruebas en breve llegará a las
Cortes Generales para su tramitación y aprobación antes de noviembre. Pero
países como Reino Unido o Australia ya disponen de esos areneros y hasta una
nación a priori tan poco innovadora como Uzbekistán. Para el que no se enteró
convendría recordar que hace unas semanas el presidente uzbeko, Shavkat
Mirziyoyev, ordenó el establecimiento de un fondo estatal de desarrollo de blockchain. El objetivo del fondo
público es integrar blockchain en
diversos proyectos gubernamentales vinculados a salud, la educación y la
cultura.
Si preguntásemos
al presidente Sánchez, que además es economista, por los tokens nos respondería acertadamente que no son más que el nombre
con el que se conoce una representación digital de un objeto que tiene un
determinado valor. De modo y manera que detrás de cada token hay un valor real lo que permite, como las fichas de Las
Vegas o en su día las acciones, operar con ellos solo que esta vez no se
precisan casinos o mercados físicos ni de valores ya que gracias a blockchain pueden convertirse por
ejemplo en criptomonedas como el bitcoin o ethereum que se expanden sin
cortapisas por el mundo de un modo exponencial.
Esta
semana Julio Faura, presidente del partenariado de empresas españolas Alastria
que apuestan por investigar las potencialidades del blockchain, ante la
pregunta de un descreído alumno de Deusto Business School, explicó que los
tokens están evolucionando tan rápido y tan íntimamente al mundo de la empresa
que son el nuevo paradigma económico. Es normal que no confíes en su
potencialidad, afirmó el experto financiero, porque va todo tan rápido que es
difícil seguir su evolución. Terminó afirmado que el blockchain de hoy no se parece en nada al de apenas un año y medio.
Quizás el presidente Pedro Sánchez ya en España recuerde esas conversaciones en Estados Unidos sobre los tokens e incluso sueñe no sólo con implantarlos en los negocios patrios sino en su propio gabinete. Tener representaciones virtuales de sus ministros le haría pasar menos malos tragos como los que ha pasado este mes de septiembre. De modo que si un ministro defrauda a hacienda o si una ministra miente repetidamente no hace falta cesarles sino simplemente cambiar sus tokens. O incluso cuando no es uno sino, como ahora, media docena de miembros del consejo de ministros los imputados o salpicados, bastaría con hacer una nueva emisión de tokens-ministros y tener de la noche a la mañana un nuevo gobierno impoluto.
La
tokeneconomía ya está aquí; esperemos, eso sí, que todos la interpretemos
correctamente.
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