(este artículo se publicó originalmente en America Economía el dia 21 de octubre de 2018)
¿Qué tienen en común una universidad europea fundada en el siglo XIX, una tecnológica norteamericana que lleva varias décadas entre las cinco empresas más grandes del mundo y un joven organismo internacional cuyo foco es Iberoamérica? La pregunta podría hacerse hoy para muchas otras uniones, aparentemente entre desiguales, que están surgiendo al calor de lo que se ha llamado nueva economía.
En 2006 las cinco empresas más grandes del mundo eran por este orden, la petrolera Exxon Mobil, General Electric, Microsoft, Citigroup y Bank of America. En el verano de 2018, este mismo ranking elaborado por Bloomberg, solo mantiene a Microsoft en el cuarto lugar, siendo la primera Apple, Amazon la segunda, seguida de la matriz de Google y en quinto lugar, Facebook. El cambio no es únicamente de empresas veteranas a empresa jóvenes; tampoco hablamos solo del paso de empresas financieras a tecnológicas. El cambio más importante se ha producido hacia una nueva generación de empresas que parecen haberse hecho imprescindibles en nuestra vida y en el funcionamiento de la economía.
Parece, por tanto, que las empresas y los humanos seguimos tendencias contrarias en cuanto a la edad. Los demógrafos nos confirman que las niñas que nacen hoy en Occidente vivirán más de 100 años. En cambio, profesores como Salim Ismail y Richard Foster pronostican que la edad media de las empresas líderes seguirá cayendo porque las corporaciones no solo se ven forzadas a competir con una nueva generación de empresas, sino que son incapaces de aprovechar el poder de las llamadas tecnologías exponenciales. Este será un proceso de regeneración increíble de la población de las grandes empresas en las que solo sobrevivirán unas pocas que practiquen un nuevo liderazgo y una nueva capacitación.
Salim Ismail es el director del centro de estudios superiores creado en Silicon Valley por Google y la NASA, bajo el nombre de Singularity University y es uno de los expertos que más ha defendido la necesidad de que las empresas usen las tecnologías exponenciales. Este último término, traído del álgebra, se refiere a esas curvas que tienen una forma que comienza creciendo poco pero termina siendo una asíntota al eje de ordenadas. Crecimiento exponencial es el de las empresas más importantes del momento, como las que acabamos de mencionar, precisamente porque usan esas tecnologías exponenciales, pero también practican un nuevo liderazgo. Hasta ahora las empresas se basaban en crecimientos lineales pero ahora, con la llegada de la cuarta revolución industrial (la de la inteligencia artificial), o se crece exponencialmente o será muy difícil sobrevivir.
El fundador de la Singularity University no ha sido el primero en alertar de esta tendencia. A principios del siglo pasado se publicaron los pioneros estudios de Joseph A. Schumpeter sobre la fuerza de la innovación como “destrucción creativa”, es decir aquellas empresas que innovan acaban matando a las que no lo hacen. El profesor de Harvard Business School, Clayton Christensen publicó en el año 2000 su famoso libro El dilema del innovador que predijo que las empresas diseñadas para triunfar en el siglo XX estaban abocadas a fracasar en el XXI, a no ser que se reinventasen conforme al nuevo milenio. Sin olvidar a Steve Blank y Eric Ries que han desarrollado en los últimos diez años la metodología “lean startup” para evangelizar que la forma de crecer de los emprendedores puede ayudar a las corporaciones.
Efectivamente vivimos en un momento basado en la información que se mueve exponencialmente pero muchas grandes empresas se empeñan en mantener estructuras organizativas lineales. Por ello, o incorporan la forma de pensar de los emprendedores, o cerrarán, como pronostica Ismail. Se atribuye al fundador de Netflix la frase de que “las compañías raramente mueren por moverse demasiado rápido pero con frecuencias desaparecen por actuar muy lentamente”. Quizás por eso 8 de cada 10 empresas del índice Fortune 500 han desaparecido en los últimos 50 años. Por ello es imprescindible un nuevo liderazgo en la empresa que apueste por la colaboración, más que la competición entre emprendedores, grandes plataformas y los incumbentes.
La respuesta a la pregunta que se lanzaba en el primer párrafo de este artículo encuentra el sentido del viejo adagio latino vis unita fortior (la unión hace la fuerza) y se aplica porque todos los agentes: empresas, gobiernos, ciudadanos y centros de conocimiento han de trabajar juntos para superar el momento económico actual, y una forma de hacerlo es el emprendimiento. Los emprendedores son lo que ha unido a la Universidad de Deusto, a Microsoft y al Organismo Internacional de Juventud para Iberoamérica para analizar el estado del emprendimiento para los 21 países de esa comunidad. En el año 2017 se entrevistaron a más de 500 expertos con una participación de decenas de investigadores asociados a la red más potente de estudio de este fenómeno: la Global Entrepreneurship Monitor.
Las conclusiones de este estudio nos ponen como tarea pendiente conseguir una auténtica economía emprendedora que afronte con éxito los cambios de la nueva economía. Para ello, son necesarios menos programas públicos de apoyo a emprendedores pero más alineados y coordinados. La política emprendedora no puede ser un elemento retórico y en cambio se necesitan programas integrales, público-privados e insistentes frente a la provisión de servicios concretos o las ayudas coyunturales. Por ello disponer de mecanismos de evaluación para conocer el retorno de las políticas y su comparación con las mejores prácticas nacionales e internacionales se hace indispensable. También hay deberes para los empresarios, ya que han de huir de polémicas al respecto de minusvalorar el término emprendedor y su reciente auge. Frente a la errónea visión de que los emprendedores son aprendices de empresarios merece la pena aprender de los territorios más dinámicos donde esa figura goza de la mayor consideración social. De hecho, el uso masivo de la palabra emprendedor facilita que se rompa con los estereotipos negativos del término empresario.
Pero todavía vamos muy lentos para equiparar Iberoamérica con las regiones más dinámicas del mundo. Precisamente por el unilateralismo en las actuaciones se está impidiendo que bajen las lacerantes tasas de desempleo juvenil y de informalidad o que las condiciones de vida y los salarios de los más jóvenes sigan muy lejos de lo ideal; marcos regulatorios que desincentivan el emprendimiento en los jóvenes; la persistencia y creación de grandes infraestructuras para la innovación desconectadas de los emprendedores y sus necesidades; la sobreactuación gubernamental sin el mínimo análisis previo motivada por la agenda política o económica; el autismo de las grandes empresas a la hora de colaborar en sus programas de emprendimiento corporativo; la continua promoción de espacios para emprendedores desde lo público en claro ejercicio de competencia desleal; la inexistencia de una gran fundación público-privada de ámbito regional que permita que los jóvenes iberoamericanos más brillantes aspiren a emprender en un espacio de más de 500 millones de personas; la ausencia de programas exitosos para desarrollar las fuentes de financiamiento y las inversiones en fondos de capital semilla y emprendedor (venture capital, en inglés) o la utopía de disponer de una auténtica unidad de mercado en la región son ejemplos de actuaciones en la mala dirección.
En cualquier caso, quisiera terminar esta reflexión de un modo optimista, destacando dos cuestiones. Por primera vez un informe ofrece una fotografía completa y rigurosa del emprendimiento juvenil iberoamericano, sin dejar de lado ningún país, sean cuales sean sus circunstancias. El estudio ha analizado más de 10.000 datos sobre la juventud iberoamericana y sus oportunidades para empoderarse a través del emprendimiento. Lo ha hecho usando las fuentes de la encuesta GEM, pero también indicadores ex novo y los datos del Global Entrepreneurship Index (GEI) de modo y manera que podemos afirmar que estamos ante el esfuerzo más completo que nunca se ha hecho en la región para mapear el emprendimiento juvenil.
En segundo lugar, se han identificado buenas prácticas en la región destacando que los esfuerzos público-privados acompañados de un impulso del sistema educativo ya están en los estándares de los territorios emprendedores más dinámicos del mundo. Volando casi por debajo del radar nos hemos encontrado cómo el Estado de Yucatán en México tiene unas fortalezas en materia de programas del gobierno, dinámica del mercado interno y educación emprendedora por encima de las valoraciones obtenidas por el promedio de los 10 mejores ecosistemas emprendedores del mundo, conforme a datos oficiales de 54 países de los cinco continentes. Solamente una demostración palpable de que Iberoamérica Emprende no es una quimera.
Iñaki Ortega es economista y director de Deusto Business School
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