(este articulo se publicó originalmente en el diario 20 Minutos el 8 de diciembre de 2025)
No sigas leyendo si eres de los que considera la mejor época del año la que coincide con estas semanas. Porque si te apasionan los anuncios de perfumes y turrón, disfrutas de calles abarrotadas y pones unos cuernos de alce en el coche además de vestir con un jersey rojo de lana con la cara de Santa Claus, este artículo no es para ti.
En cambio, si ya has entrado en modo gruñón porque no soportas tanto dispendio de luces en las calles, lo mucho que dura la gripe este año, los atascos a todas las horas por las malditas compras, la sucesión de convocatorias y compromisos, el que te duela la cara de tanto sonreír sin ganas, o empiezas a somatizar lo poco que te gustan esas cenas navideñas con los cuñados empeñados en acabar con las existencias de fuegos artificiales de todo el barrio, estás en el sitio adecuado.
No es fácil afrontar lo que viene porque odias estos días seguramente con razón, ya que echas de menos a la gente que quieres y ahora el calendario te lo recuerda todavía más. Eso es así y no dejarás de sentirlo, como tampoco si te espanta el consumismo que viene porque no puedes permitírtelo y lo que es peor verás la cara de tristeza de tus hijos por no estar a la altura de lo que parece imprescindible para ser feliz esta temporada: gastar y gastar.
Pero en estas semanas de Navidad hay que cosas que pasarán y que estarán debajo de tu radar y quiero contártelas porque son buenas -por lo menos para mi- y pueden reconciliarte con estos días y de paso contigo mismo. Los niños reirán -más que en cualquier época- con cualquier cosa, sea un parque infantil, una cabalgata o un encuentro con primos. Los más mayores también al sentirse acompañados, protagonistas y queridos aunque sea una vez al año.
Los roscones de nata seguirán siendo los más vendidos por mucho que haya más panetones expuestos en las tiendas de alimentación que figuritas del niño Jesús. La lotería nos hará soñar el 22 de diciembre por unos minutos, despertarse ese día con los niños de San Ildefonso de sonido de fondo arrancará una mueca de felicidad al más pintado. El frío en la cara tras horas de viaje en un recalentado coche, autobús o tren; la tranquilidad del salón cuando todo el mundo se va después de la cena de Nochebuena; la cama con sábanas limpias en casa de tu madre; los calcetines de regalo que estrenas feliz porque no se caen como los que llevas ahora; los antiguos amigos aunque estén mayores y pesados; el pasear por las calles que pateaste de pequeño y dejaste para buscar otro futuro.
Y sobre todo un mensaje oculto entre tantas cajas de regalo y guirnaldas, que no es otro que celebramos que un niño indefenso nació en la más absoluta pobreza en Belén hace más de dos mil años para salvar a la humanidad; que los más débiles son los que pueden conseguir lo más fuerte; en los más desvalidos está la mayor enseñanza de estos días, que nos amemos los unos a los otros. Ahora más que nunca.
Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

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