(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 minutos el día 26 de mayo de 2025)
Pero hoy, un millón y medio se quedarán en la cama. Es lo que se llama absentismo laboral y una de las causas de la falta de productividad de nuestra economía. Las ausencias hacen que la producción de las empresas –como es normal– disminuya porque hay menor mano de obra o –en el caso del sector terciario– el servicio sea peor y se acabe lesionando. Además, los salarios se siguen pagando, aunque no se asista al puesto de trabajo, con lo que se remunera un trabajo que no se ha realizado. Por último, el absentismo injustificado genera una sobrecarga en los empleados que sí acuden religiosamente a cumplir con sus tareas, lo que acaba minando la moral de los cumplidores y, a la larga, desmotivándoles.
Uno de los grandes logros de nuestra sociedad es la asistencia social ante la enfermedad y, de ese millón largo de absentismo, una parte importante son bajas laborales. Y no puede ponerse un solo pero. Es decir, la realidad es que cada día hay cientos de miles de trabajadores que están malos, lesionados o tienen que ir al médico, y nuestro sistema les protege. En cambio, uno de cada cuatro del millón largo que faltan al curro cada día no tienen ninguna excusa. Son más de 300.000 españoles que hoy, teniendo contrato en vigor, apagan el despertador y siguen durmiendo, abren el ojo y ven una serie porque, y sigo citando a Mecano, «el fin de semana me dejó fatal».
Es un drama para un negocio no saber si el lunes podrá subir la persiana o no. Y también –muchas veces– un desastre para los trabajadores que faltan sin motivo aparente. Los expertos dicen que detrás de esos miles de ausentes no está solamente una cara de cemento armado, sino también circunstancias familiares complejas que no se quieren contar y eso lleva al absentismo o, incluso, a situaciones de estrés o acoso en el trabajo que con la ausencia evitas.
En cualquier caso, sigue habiendo cientos de miles de trabajadores que se pasan el lunes cómodamente zanganeando, seguramente porque saben que la impunidad le protege, bien porque es difícil de demostrar que la jaqueca era tan fuerte, bien porque la empresa no puede permitirse echarles. La realidad seguro que es una mezcla en la que también estará que, en algunos sectores, encontrar un trabajador –aunque parezca mentira con las cifras de paro que tenemos– sea una odisea tal que a los empresarios les compense seguir con el absentista.
Ana Torroja en la misma canción decía «hay que ir al trabajo, no me da la gana» y así nos va, con tantos españolitos haciendo caso en esto a la solista de Mecano.
Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC