(este artículo de publicó originalmente el 1 de junio de 2020 en el diario 20 Minutos)
Si no entiendes el título de este
artículo empieza a considerarte una antigualla. Así por lo menos me lo han
transmitido mis hijos adolescentes. Nos separan no sólo un puñado de años sino
otros códigos. Cuando en mis clases de Dirección de Empresas llegamos al tema
de la función de la comunicación, les cuento a mis alumnos que para que los
mensajes sean efectivos el emisor y el receptor han de compartir un código.
Comunicar en una empresa no es solo transmitir un mensaje, sino que ha de
entenderse y para eso hay que hablar el mismo idioma sino el que lo recibe no
entenderá nada porque será incapaz de descodificar el mensaje del emisor. Así
me siento con mis hijos.
Hoy la mayor parte del tiempo
libre de los menores de veinte años transcurre en internet. Internet tiene unos
códigos que igual no conoces. Que estén
solos delante de una pantalla no quiere decir que estén aislados. Encerrados en
su cuarto están más socializados que ninguna otra generación a su edad porque
la tecnología les permite divertirse con sus amigos sin salir de casa. Jugar a
las aventuras con Fortnite, a las guerras con Call of Duty, pero también
chismorrear con Meet y hacer el gamberro con TikTok. Además, esos nuevos
códigos han traído nuevos referentes a los que seguir, los youtuber, tan
despreciados por nuestra generación. Chicos y chicas de su edad que acumulan
cientos de miles de seguidores, sin trampa ni cartón, simplemente porque hacen
o dicen cosas para ellos. Estos nuevos líderes juveniles interactúan con su
público a través de mensajes cortos por escrito, mientras juegan con una
consola o se inventan un baile. Y si las cosas no salen bien aparece una sola
letra, la F, en el repositorio de mensajes. Una F de fallo -fail en inglés- que
hace que todos se mueran de risa por el error del youtuber, bien porque el
chiste no ha tenido gracia o porque la ha pifiado en el videojuego. En su
código “F en el chat”, es fallar estrepitosamente y no hay miedo a decirlo.
Seguro que te reconoces gruñendo
porque hoy los niños están todo el día delante de una pantalla, pero, aunque te
cueste entenderlo también es una escuela de valores. Prudencia, responsabilidad
y pragmatismo pueden aprenderse usando internet y la expresión “F en el chat”
nos lleva a la asunción de responsabilidades y la tolerancia a la crítica.
Aprender a reconocer el fallo y no tener miedo a denunciar los errores hacen a
las personas y a los países mejores. Estarás de acuerdo conmigo que mejor nos
iría, si los que somos mayores hubiéramos puesto un “F en el chat” a los que minusvaloraron
la pandemia o a los que compraron test falsos, también a los que se ocupan de
generar división en lugar de unión en el peor momento de la historia reciente
de nuestro país.
Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y
profesor de la UNIR
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