lunes, 15 de junio de 2020

Anestesia para la economía

(este artículo se publicó originalmente el día 15 de junio de 2020 en el diario 20 minutos)


Piensa en la última vez que fuiste al dentista. Imagina por un momento que de nuevo estás tumbado en la camilla con la boca abierta a la espera de que se pongan a funcionar las maquinitas infernales que se ocupan de los empastes. El ruido de esos chismes comienza a sonar porque el dentista ya está hurgando en tus muelas. En ese momento notas un pinchazo de dolor como un latigazo. Te quejas al doctor y dice “no te he puesto anestesia, no sabía si querías usarla”. Absurdo, ¿verdad? Todos necesitamos anestesia. No queremos que el dentista nos haga daño, queremos que nos cure sin dolor.
Algo parecido es lo que ha pasado esta semana pasada en el Congreso con la aprobación, sin votos en contra, del ingreso mínimo vital. También sucedió cuando al principio del estado de alarma hubo que convalidar los ERTEs y el programa del ICO a las pymes. Las ayudas son necesarias y sin ellas el impacto social de la crisis económica causada por la covid19 sería devastador. Todos queremos no sufrir innecesariamente. Necesitamos la anestesia de los ERTEs muchos meses más; los millones de empleados que se han quedado sin poder trabajar por el impacto del parón de actividad necesitan seguir cobrando una parte de su sueldo gracias al Estado y de paso mantener la esperanza de que volverán a sus puestos de trabajo. Hay que seguir con la anestesia de la financiación de la banca pública; el Instituto de Crédito Oficial, ha de continuar prestando dinero a muchísimas empresas que tienen que responder a sus pagos sin apenas ventas y así evitar que entren en quiebra. El ingreso mínimo vital es una buena noticia; son cientos de miles los españoles que necesitarán ese alivio para sacar adelante a sus familias en este momento en el que no habrá un mercado laboral que contrate a los más vulnerables y de otro modo los llevaría inexorablemente a la exclusión.
Los primeros dentistas usaban un lingotazo de licor para que sus pacientes se aletargaran y no sintieran dolor, incluso recuerdo a mi abuela poniéndome un poco de algodón mojado en coñac en la muela que me dolía. En el siglo pasado llegó la anestesia con el éter y de ahí a nuestros días con las sofisticadas jeringas de finísimas agujas que inyectan lidocaína en los tejidos blancos de la boca.
Queremos que el doctor nos cure, ha quedado escrito al principio de este artículo. Pero la anestesia al cabo de unas horas se pasa. La anestesia, solo provoca insensibilidad como su etimología griega nos recuerda, pero no cura. De hecho, si el diente que te han empastado está infectado seguirá doliendo al cabo de unas horas. Por ello, nuestra economía, debe tener anestesia ahora, en el peor momento y cuando más gente sufre. Pero, poco a poco, tendremos que atacar las causas del dolor de nuestra crisis -para curarnos- y sustituir la anestesia por otras soluciones que hagan posible unas nuevas y sanas bases de la actividad productiva española.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la UNIR

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