(este artículo se publicó originalmente los días 28 y 29 de septiembre de 2019 en los diarios de Vocento asi como el Diario de Navarra)
«¿Cómo se atreven? Han robado mis
sueños y mi niñez con sus palabras huecas» Esta ha sido la primera frase que
han escuchado los 91 jefes de estado y presidentes de grandes empresas reunidos
esta semana en Nueva York en la Cumbre de la ONU sobre cambio Climático. Greta
Thumberg quizás la adolescente más famosa de nuestro planeta, convertida ya en
el símbolo del activismo medioambiental, comenzó así su intervención.
Más que un discurso fue el grito
de Greta, dos minutos de palabras como puños emitidos desde el débil cuerpo de
una tímida niña sueca. Greta que ha estado acompañada por otros 12 adolescentes
de varios países, terminó diciendo: "los ojos de las futuras generaciones
están puestos en ustedes. Si optan por fallarnos, nunca se lo
perdonaremos". Pero aún hay más, Iris, una chica francesa de 17 años
amenazó a los asistentes con no ser testigo silencioso ni cómplice de la
destrucción de su propio hogar y una estadounidense de apellido Villaseñor ha
defendido el derecho de los adolescentes a manifestarse en las calles para
quejarse de los políticos y directivos. Estos jóvenes activistas han acusado a
los adultos, en su propia cara y en la capital económica del mundo, de no haber
actuado para parar la emergencia climática.
Pero, qué ha pasado para que
estos niños se atrevan a decir estas cosas ante la mayor concentración de poder
adulto como es la reunión de presidentes de gobiernos y de grandes empresas en
la sede Naciones Unidas. El secretario general de la ONU, António Guterres, que
ha convocado esta cumbre e invitó personalmente a Greta, aportó algunas claves en su discurso. Afirmó
que la naturaleza está enfadada con la generación de los hoy adultos, los
conocidos como baby boomer y generación x. La crisis climática, para Guterres,
ha sido causada por los nacidos antes de los años 80 pero no hay soluciones
para frenar el desastre desde esas cohortes de edad.
Greta y sus amigos pertenecen a
la generación z; la primera en la historia que se ha educado y socializado con
internet en sus casas y han recibido una educación ambiental que les ha
enseñado a ahorrar agua o a reciclar y es algo que forma ya parte de su vida de
una manera natural. Son de ocho millones de jóvenes en España y el 25% de la
población mundial, es decir, 2.000 millones de personas que han forjado su
personalidad con acceso libre a la red. Internet, irreverencia e inmediatez son
palabras que definen a la generación Z y explican el modo en que estos jóvenes,
la primera generación de nativos digitales, están removiendo los cimientos del
consumo y el empleo, pero también de la política.
Los integrantes de esta
generación nacidos entre 1994 -fecha consensuada por los informáticos como el
inicio del internet moderno- y 2009 son autodidactas, creativos, sobreexpuestos
a la información y emprendedores. Internet ha hecho que la unidad de medida del
tiempo se haya acelerado de tal manera que lo que las generaciones anteriores
aspirábamos a tener en un mes ellos lo tienen en un minuto. Música, amigos,
compras, lecturas, viajes se consiguen ahora casi de forma inmediata.
La generación Z nos obliga también
a cambiar el concepto de autoridad porque estos jóvenes son irreverentes y se
lo cuestionan todo. Gracias a internet acceden de modo inmediato a un
conocimiento casi infinito con el cual pueden comprobar si algo es falso o
alguien está equivocado.
La sociedad debe ser muy ágil
para retener su atención, ya que están acostumbrados a moverse de forma rápida
entre dispositivos. Eso significa que las empresas y marcas que pretendan
ganarse a estos jóvenes deben usar todos los canales a su alcance. La mejor forma, la más directa,
es incorporarlos a la empresa. Pero el trabajador Z es irreverente y no duda en
llevar la contraria a los jefes, como lo ha hecho con sus padres en casa,
profesores en la universidad y hasta en Naciones Unidas con el mismísimo Donald
Trump. Pero esa irreverencia también puede ser positiva, ya que es la base para
innovar. La generación Z no solo está revolucionando estos días Nueva York sino
muchas industrias, innovando con sus startups, saltándose anticuadas barreras
de entrada. Estos emprendedores ponen en apuros a las empresas de toda la vida,
consiguiendo modernizar mercados obsoletos y dar mejores y más baratos
servicios a los consumidores.
Para las generaciones anteriores,
el fin justificaba los medios: jefes insoportables, largas jornadas de trabajo
o empresas con “cero” conciencia social. Ahora ya no, para los jóvenes Z los
valores sociales y medioambientales importan mucho a la hora de decidir
trabajar en una empresa o comprar un producto. De hecho, ya no solo las
empresas investigan los currículos de los candidatos, sino que éstos escudriñan
la reputación de sus posibles empleadores.
En Estados Unidos se ha visto
claramente estos días cómo ha saltado por los aires el mito de la indiferencia
juvenil ante las instituciones. Lo que sucede es que quieren otra forma de
ostentar el poder. Por eso participan ya activamente en muchos círculos decisorios
no gubernamentales y en partidos políticos. En las gradas de la sede de
Naciones Unidas todavía resuenan los ecos de las duras palabras de la minúscula
figura de Greta, engrandecida con el apoyo de millones de adultos como el Papa
Francisco y muchísimos dirigentes políticos y empresariales. Ojalá sirva para
algo.
Iñaki Ortega, director de
Deusto Business School y Nieves Rey, directora de comunicación de Ecoembes
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