jueves, 16 de noviembre de 2017

Tres hermanos

(este artículo se publicó originalmente el día 13 de noviembre de 2017 en el diario La Información dentro de la columna #serendipias)




En el año 2014 la Real Academia de la Lengua Española admitió como correcto el neologismo serendipia incorporándose, por tanto, al diccionario. Ahora en esta nueva etapa de lainformacion.com  esos "hallazgos valiosos que se producen de forma accidental" serán el título de mi colaboración periódica. 

Esta palabra no es un anglicismo, como muchos creen, sino que proviene del persa «serendip», que es el nombre en ese idioma de Sri Lanka.  Pero para entender por qué esa isla, conocida hasta hace poco como Ceilán, se convirtió en paradigma de la casualidad hay que recurrir a un cuento que data del año 1300, «Los tres príncipes de Serendip». Tres hijos de un Rey educados exquisitamente adquieren habilidades para de la casualidad conseguir resultados increíbles. Su aventura con un robo de camellos y el modo en que solucionan el entuerto salvándose milagrosamente en el último momento, han divertido tanto que hasta el cine contemporáneo, además de la propia RAE, se han inspirado en el lugar de nacimiento de esos tres príncipes. 

Me gusta la palabra serendipia porque son muchas las veces que de modo casual conseguimos cosas fantásticas.  En la ciencia se ha documentado mucho el fenómeno, de hecho el doctor Fleming descubrió la penicilina debido a que un cultivo, por un descuido, se infectó con un hongo. Incluso detrás del descubrimiento de América hay casualidad porque Colon creía que inauguraba una nueva ruta para llegar a las Indias.  Pero en economía y política poco se ha explotado las poderosas consecuencias de las casualidades y en esta columna abundaré en ello con una pretensión más lúdica que científica. 

Empecemos con un aperitivo para siguientes serendipias.

Esta semana Estados Unidos se despertó con el enésimo ataque de un perturbado con armas de fuego. En la iglesia de una pequeña localidad de Texas un joven expulsado hace años del Ejército asesinó a sangre fría a una veintena de feligreses. Casi al mismo tiempo en España conocimos que el ciclismo es el deporte más practicado en nuestro país. Precisamente surge la serendipia porque aparentemente poco tiene que ver un loco con pistola en Texas con que dos de cada tres españoles tengan una bici. Pero si siguen leyendo encontrarán el vínculo. En España sabemos también de rifles e incluso tenemos una “ciudad armera”, es Éibar, aunque hoy la fabricación de pistolas y escopetas ha sido prácticamente sustituida por otras industrias. Todo empezó tras la primera guerra mundial, momento en el que las ventas de armas de desplomaron. Según se cuenta por aquellos lares, un empresario enfadado al ver tanto perfil de hierro sin usar porque no había pedidos, lo intentó romper de rabia con su rodilla pero solo logró doblarlo. La forma en la que la barra de hierro quedo torcida se asemejaba muchísimo a un cuadro de una bicicleta. Esa casualidad hizo que todo un sector armero se reconvirtiese a fabricar bicicletas, liderado también por tres hermanos, en esta ocasión por los Beistegui con la mítica marca que cogió sus iniciales, BH.

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