martes, 24 de octubre de 2017

Ageingnomics. La economía del envejecimiento

(este artículo se publicó originalmente en el diario ABC el domingo 22 de octubre de 2017)

En castellano pero también en la lengua inglesa, conseguir una nueva palabra a partir de la unión de dos o más palabras ya existentes, es un procedimiento morfológico muy común. Si coordinamos dos lexemas para crear un neologismo estaremos usando la técnica de composición lingüística. Gracias a esa técnica los idiomas se enriquecen ya que incorporan vocablos que explican fenómenos inéditos. 

En economía las palabras compuestas han sido usadas profusamente por teóricos y divulgadores para explicar situaciones excepcionales y nuevas con importantes consecuencias para esa ciencia social. Tras décadas de estancamiento económico, Japón, emprendió en el año 2012 coincidiendo con el segundo mandato del primer ministro Shinzo Abe una nueva política económica basada en tres pilares: estímulos fiscales, reformas estructurales y política monetaria expansiva. Los buenos resultados conseguidos por Abe llevaron a acuñar el término Abenomics para explicar su apuesta por el crecimiento. La hetedorodoxa actuación en clave económica del presidente Trump lesionando el libre comercio y apoyando rebajas fiscales ha llevado también a que cada vez más se use el neologismo Trumpnomics. Pero el fenómeno no es reciente. El siglo pasado en la crisis de los dragones asiáticos, no fueron pocos los analistas que coincidieron en denunciar la obscena acumulación de riqueza de empresarios cercanos, por familia o amistad, a los oligarcas de Taiwán o Malasia. La llamada economía de los amiguetes dio lugar al término en inglés cronynomics, síntoma de la corrupción económica también en países como Rusia o Argentina. De hecho la revista The Economist pública habitualmente un índice sobre este “capitalismo de amigos” a lo largo y ancho del mundo.

En mayo de este año con motivo de la celebración de la conferencia TEDx en la sede de la Universidad de Deusto en Madrid, expertos directivos y académicos, disertaron sobre los retos del envejecimiento para la sociedad, en aspectos tan diferentes como las prestaciones sociales, los nuevos nichos de empleo o la tecnología. El Presidente de Mapfre, Antonio Huertas, presente en ese acto, y seguramente inspirado por lo escuchado, publicó en agosto un artículo en El País con el sugerente título de La economía del envejecimiento. En las líneas que desarrollaban su reflexión mencionó la nueva palabra ageingnomics como resumen de una nueva economía que estaba por llegar en la que aparecerían muchas y nuevas oportunidades fruto del alargamiento de la vida siempre que nos prepararemos para ello, en caso contrario las expectativas no sería muy halagüeñas.

Según las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, la esperanza de vida al nacer a nivel global ha venido creciendo desde 1950 a un ritmo de más de tres años por cada década. A partir del año 2000 se ha incrementado en una media de cinco años. La mayor esperanza de vida en el mundo la tiene Japón con 83,7 años siendo España es el segundo país más longevo de Europa con 82,8 años.  Junto con el aumento de la esperanza de vida, se observa que cada vez un mayor número de personas alcanzan edades extremas. Las distintas líneas de investigación abiertas en el terreno de la genética y de la biotecnología podrían derivar en un cambio disruptivo que prolongue la vida humana más allá de los límites concebibles en estos momentos. Esto es algo que nadie puede descartar y que induce un alto grado de incertidumbre en toda esta situación. 

El aumento de la esperanza de vida implica, sin duda, buenas noticias para el género humano. Sin embargo no son pocos expertos los que creen que estos nuevos  patrones tienen efectos en el funcionamiento económico y, en última instancia, en la dinámica de crecimiento de la economía. Las consecuencias pueden ser buenas, por ejemplo porque se ampliará no solo el tiempo promedio de vida de los individuos, sino que extenderá igualmente su capacidad creadora y, con ella, la posibilidad de contribuir al desarrollo de la sociedad. Pero por otro lado la velocidad en la que se materializan las mejoras en la esperanza de vida es mayor que la velocidad con la que la estructura económica se modifica y adapta. Ello significa que ante un escenario de rápido aumento de la longevidad, sus consecuencias  puedan ser difícilmente internalizadas por el sistema económico con las consecuencias que ello pueden tener sobre los patrones de ingreso, consumo y ahorro, primero a nivel microeconómico y, en última instancia, en el plano macroeconómico.

Ageingnomics resume una forma de afrontar el reto del envejecimiento según la cual los efectos producidos por el alargamiento de la vida podrían más que compensar los efectos negativos y propiciar un estímulo al crecimiento económico. Son cuatro las fuerzas que podrían hacer que la mayor esperanza de vida pueda llegar a convertirse en un factor positivo para el desempeño de la actividad económica.  A saber, el envejecimiento poblacional implicaría necesariamente una ampliación del período de vida laboral y, con este, un aumento en la inversión en capital humano. A partir de esa premisa, los patrones de consumo e inversión conllevarían un incremento de esas variables generando, por una parte, un mayor retorno de los ahorros (durante el período de retiro) y, por la otra, un efecto positivo sobre la productividad de la economía y el nivel total de producto. De igual forma, la mayor inversión en capital humano produciría un incremento del volumen de trabajo efectivo en la economía, incidiendo positivamente sobre el nivel del producto. Además la extensión de la vida laboral debiera producir una mayor satisfacción personal y, con ella, una mayor transferencia de la experiencia laboral acumulada, afectando positivamente a la productividad. Sin olvidar, por último, que la aparición de un nuevo modelo social, con personas cada vez más longevas, propiciará la aparición de nuevas industrias vinculadas al ocio y la salud, que bien aprovechadas por emprendedores pueden generar importantes oportunidades económicas para los territorios que apuesten por ello. Esta visión tan optimista es imprevisible al igual que esos negros augurios que en demasiados ocasiones leemos. Todos ellos son hechos inéditos como el propio término ageingnomics pero, sin duda,  merecen la pena ser escuchados y estudiados.

Iñaki Ortega es director de Deusto Business School


Fernando Mata es director general de Mapfre

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