Mucho antes de que John Maynard Keynes en su Teoría General de 1936 hablase de animal spirits como aquellas emociones que influyen en el comportamiento humano, y más en concreto en los consumidores, los espíritus animales eran algo común para millones de personas en el mundo. Ya en el año 1900 Jack London había escrito su célebre novela La llamada de la selva. El argumento era bien sencillo: un perro que vivía cómodamente en un rancho, por azar o por mala suerte se ve tirando de un trineo en Alaska y de ser un acomodado perro se convierte en un superviviente que logra superar las peores condiciones.
Ese libro de London, que para muchos fue considerado una obra adolescente por ser el protagonista un animal, nos recordaba que en demasiadas ocasiones tras miles de siglos de convivencia con la naturaleza, en nuestro código genético hay algo más que sentido común y racionalidad. Se trata de una llamada interior que consigue aflorar nuestra parte más emocional y que tiene que ver con la supervivencia.
El Premio Nobel concedido ayer a Richard Thaler tiene mucho que ver con esos espíritus animales a los que aludían John Maynard Keynes y Jack London porque no todo es matemática; no todo es racionalidad, sino que en muchas ocasiones, en realidad, los sentimientos y las emociones protagonizan las decisiones que tomamos en nuestra vida y, por supuesto, en el mundo económico.
La Academia Sueca premia por fin, después de muchos años, a un economista que no solo elabora modelos matemáticos, sino que intenta hibridar psicología y matemática. Y parece enviarnos así un mensaje en el mundo de la posverdad al decirnos que no solo importa el tratamiento científico: los algoritmos, las matemáticas, sino que también tienen una gran relevancia la subjetividad y las emociones, lo que entronca directamente con la palabra de momento según diccionario de Oxford, que ya ha incluido este término, el de la posverdad, asociando el impacto de las emociones y percepciones en la objetividad de los hechos.
A lo largo de su carrera, Thaler ha incorporado emoción y sentimiento a la economía y la ha dotado por tanto de una visión más humana. Mientras que la teoría económica que ha imperado hasta el momento descartaba por irrelevantes los comportamientos irracionales a la hora de tomar decisiones financieras, el flamante Premio Nobel de Economía apuesta claramente por lo contrario al construir un puente entre los análisis psicológicos y económicos de los procesos de decisión individuales.
La perspectiva conductual que propone Thaler incorpora a la economía un análisis más realista para concluir que las decisiones financieras --desde la más sencilla del día a día, a la más compleja-- lejos de ser asépticas y racionales, por más información de la que se disponga al respecto, son humanas, en el más amplio sentido de la palabra, incluyendo un cierto componente de irracionalidad.
Los economistas nos enseñaron a conocer esta ciencia humana, la ciencia social a través de modelos, que no son otra cosa que una descripción simplificada de la realidad que nos permite obtener lecciones que pueden extrapolarse en otros análisis. Sin embargo, la visión del nuevo Premio Nobel de Economía supera el famoso instrumento de análisis económico ceteris paribus usado para indicar el efecto de una variable económica en otra, manteniendo constantes todas las demás variables que pudieran afectarle. Pero desde el punto de vista de Thaler, ahora reconocido por la academia sueca, la realidad es tozuda y se cuela por todos los poros de la actividad humana. El premio Nobel nos demuestra que la parte emocional no puede aislarse de las decisiones económicas y que ceteris paribus no puede aplicarse a los sentimientos de los actores económicos. La realidad del momento, ya sea el Brexit , la américa de Trump y ahora Cataluña, nos exige aplicar la racionalidad pero sin obviar el componente emocional.
Iñaki Ortega es economista y director de Deusto Business School
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