Mostrando entradas con la etiqueta espíritus animales. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta espíritus animales. Mostrar todas las entradas

domingo, 26 de febrero de 2023

Píldoras contra la escasez

(este artículo se publicó originalmente en El Periódico de Cataluña, El Levante y el Periódico de España el día 24 de febrero de 2023)

La economía es una ciencia que nace para explicar la escasez. Los recursos son limitados pero no así las necesidades y deseos de las personas, por ello y para evitar la pobreza los agentes han de tomar decisiones. La economía utiliza modelos estadísticos y datos matemáticos a fin de que esas decisiones sean las más adecuadas. Pero no todo siempre es ciencia. Los economistas clásicos como Smith o Hume y más recientemente Keynes, se quejaban de que muchas veces las decisiones económicas son irracionales, casi como si estuviésemos poseídos por espíritus animales que nos llevan a actuar al margen de la lógica y los datos.

Un siglo después de que el economista inglés lamentase los impulsos primarios de muchos actores económicos, en España la emoción vence a la razón en la economía. Las interpretaciones gubernamentales de las cifras del PIB, el empleo, la inflación, los tipos de interés, los salarios, las pensiones o los impuestos, siempre son las mismas. Da igual lo que diga el dato, el guion es siempre idéntico: “qué buena situación la de la economía española gracias a la excelente gestión del gobierno”.

Cerramos el año 2022 con una subida del PIB del 5,5% y el titular dictado por el gobierno es que crecemos más que nadie en Europa, obviando que somos el único país de la eurozona que no ha recuperado el PIB prepandemia. La economía española en febrero de 2023 es más pequeña que en febrero de 2020.  Tres años perdidos.

Superamos la cifra de veinte millones de empleados y la euforia se instala en la sala de prensa del consejo de ministros sin analizar que las horas trabajadas hoy son menos que las de hace tres años o que la factura del desempleo es mayor que antes del covid. Perdemos productividad, pero lo celebramos como si España fuese la nueva Suiza cuando seguimos siendo la pareja de baile de Grecia.

La inflación subyacente se dispara en nuestro país pese a las acciones desesperadas de política económica y los portavoces de los partidos que apoyan al gobierno repiten el argumentario oficial de que somos el oasis europeo de los precios. Poco les importa que en la cola de los supermercados crece la indignación o que el Banco Central Europeo no entienda de fronteras locales y siga subiendo los tipos de interés para frenar el IPC continental. El discurso triunfalista sobre nuestra supuesta ventaja inflacionaria se derrumba cuando los ciudadanos comprueban en sus cuentas las subidas de la cuota de la hipoteca o la ruina de una cesta de la compra por las nubes.

El salario mínimo alcanza en cuatro años una subida del 47% y hay que felicitarse porque somos el país del mundo que más ayuda a los trabajadores con menores ingresos. Quién paga esta decisión del BOE, es lo de menos. Parece muy fácil subir el sueldo por decreto a dos millones de empleados cuando los que pagan las nóminas no trabajan en los ministerios. Pero es muy difícil concluir que cuando suben el precio de un bien (y el salario es el precio del trabajo) estamos provocando que baje la demanda del mismo en el medio plazo. ¿De qué sirve un SMI alto, si lo que se consigue es desincentivar la creación de empleo?

Las pensiones suben con la inflación y celebramos que somos la nación con más dignidad de Occidente con sus mayores. Nada en las soflamas del fin de semana de que la presión fiscal en España es ya de las más altas de Europa o que nuestro gasto social está como el de Suecia o Alemania, sin serlo en nuestra capacidad de generar riqueza. Tampoco se encontrará en esos mítines una sola palabra de reconocimiento a los empresarios que han tenido que asumir una brutal subida de las cotizaciones para pagar la indexaciòn de las jubilaciones. En cambio, el hostigamiento a los empresarios se ha convertido en habitual. No hay día que un ministro ataque a la empresa, cuando la razón indica que solo con muchos emprendedores, España podrá generar la suficiente actividad que acabe con la pobreza que nos ha traído esta crisis.

Pedro Sánchez es doctor en economía y Nadia Calviño economista del estado, por lo que no me cabe duda de que conocen bien la teoría keynesiana. Saben de lo que hablan. No confunden emociones y datos. No están poseídos de ningún espíritu animal. Pero como en la película de ciencia ficción, Matrix, en la que el protagonista vive en una distopía y ha de elegir entre tomar una pastilla azul que le mantendrá en un mundo de plácida fantasía o una pastilla roja para ser consciente de la dolorosa realidad, ambos han tomado una decisión. Los españoles nos merecemos esa pastilla azul, por lo menos este año 2023.  Así, van a hacer todo lo que este en su mano para ello y no es poco, con un presupuesto público inflado por los fondos Next Generation y la recaudación no deflactada.  Los demás no tendremos más remedio que optar entre vivir tranquilos pero engañados o intranquilos pero informados. No será sencillo pero yo lo tengo claro.

Iñaki es doctor en economía en La Universidad de Internet (UNIR) y LLYC


jueves, 12 de octubre de 2017

Espíritus animales


Mucho antes de que John Maynard Keynes en su Teoría General de 1936 hablase de animal spirits como aquellas emociones que influyen en el comportamiento humano,  y más en concreto en los consumidores, los espíritus animales eran algo común para millones de personas en el mundo. Ya en el año 1900 Jack London había escrito su célebre novela La llamada de la selva. El argumento era bien sencillo: un perro que vivía cómodamente en un rancho,  por azar o por mala suerte se ve tirando de un trineo en Alaska y de ser un acomodado perro se convierte en un superviviente que logra superar las peores condiciones.

Ese libro de London, que para muchos fue considerado una obra adolescente por ser el protagonista un animal, nos recordaba que en demasiadas ocasiones tras miles de siglos de convivencia con la naturaleza, en nuestro código genético hay algo más que sentido común y racionalidad. Se trata de una llamada interior que consigue aflorar nuestra parte más emocional y que tiene que ver con la supervivencia.

El Premio Nobel concedido ayer a Richard Thaler tiene mucho que ver con esos espíritus animales a los que aludían John Maynard Keynes y Jack London porque no todo es matemática; no todo es racionalidad, sino que en muchas ocasiones, en realidad, los sentimientos y las emociones protagonizan las decisiones que tomamos en nuestra vida y, por supuesto, en el mundo económico.

La Academia Sueca premia por fin, después de muchos años, a un economista que no solo elabora modelos matemáticos, sino que intenta hibridar psicología y matemática. Y parece enviarnos así un mensaje en el mundo de la posverdad al decirnos que no solo importa el tratamiento científico: los algoritmos, las matemáticas, sino que también tienen una gran relevancia la subjetividad y las emociones, lo que entronca directamente con la palabra de momento según diccionario de Oxford,  que ya ha incluido este término, el de la posverdad, asociando el impacto de las emociones y percepciones en la objetividad de los hechos.

A lo largo de su carrera, Thaler ha incorporado emoción y sentimiento a la economía y la ha dotado por tanto de una visión más humana. Mientras que la teoría económica que ha imperado hasta el momento descartaba por irrelevantes los comportamientos irracionales a la hora de tomar decisiones financieras, el flamante Premio Nobel de Economía apuesta claramente por lo contrario al construir un puente entre los análisis psicológicos y económicos de los procesos de decisión individuales.

La perspectiva conductual que propone Thaler incorpora a la economía un análisis más realista para concluir que las decisiones financieras --desde la más sencilla del día a día, a la más compleja-- lejos de ser asépticas y racionales, por más información de la que se disponga al respecto, son humanas, en el  más amplio sentido de la palabra, incluyendo un cierto componente de irracionalidad.

Los economistas nos enseñaron a conocer esta ciencia humana, la ciencia social a través de modelos, que no son otra cosa que una descripción simplificada de la realidad que nos permite obtener lecciones que pueden extrapolarse en otros análisis. Sin embargo, la visión del nuevo Premio Nobel de Economía supera el famoso instrumento de análisis económico ceteris paribus usado para indicar el efecto de una variable económica en otra, manteniendo constantes todas las demás variables que pudieran afectarle. Pero desde el punto de vista de Thaler, ahora reconocido por la academia sueca, la realidad es tozuda y se cuela por todos los poros de la actividad humana. El premio Nobel nos demuestra que la parte emocional no puede aislarse de las decisiones económicas y que ceteris paribus no puede aplicarse a los sentimientos de los actores económicos. La realidad del momento, ya sea el Brexit , la américa de Trump y ahora Cataluña, nos exige aplicar la racionalidad pero sin obviar el componente emocional.

Iñaki Ortega es economista y director de Deusto Business School