(este artículo se publicó originalmente en el especial de la revista DKV TresvSeseenta con ETHIC del mes de junio)
R2-D2, C-3PO o BB-8 representan la esperanza de nuestra economía, según los
expertos reunidos este mes de enero en Davos. Pero también esos acrónimos
indescifrables son los causantes de la saga con más éxito en la historia del cine.
La Guerra de las Galaxias no se entiende sin esos
entrañables androides con nombre de clave de tarjeta de
crédito, que acompañan a Luke Skywalker o la princesa Laia en sus aventuras
interestelares. Causan estragos, capítulo tras capítulo, entre los más fieles
seguidores de Star Wars; son un semillero inagotable porque no hay niño que vea
la película que no se convierta en fan de esos increíbles robots. Desde que en
1977 apareció el primero de ellos, George Lucas, no ha dejado de usarlos sin
saber que casi 40 años después, en una pequeña localidad suiza serían los
protagonistas de las conversaciones de los tipos más poderosos del planeta.
Allí, en la estación de esquí de Davos, cada año se
reúnen en el Foro Económico Mundial los más importantes directivos y
gobernantes para hablar del mundo que viene y cómo responder a los retos que
se plantean. Este año la protagonista ha sido la cuarta revolución industrial.
La también conocida como industria 4.0. será la de las fábricas inteligentes y
tomará el relevo de la primera revolución del siglo XIX y la máquina de vapor,
de la segunda y tercera con la producción masiva y la incorporación de los ordenadores,
respectivamente. Esta nueva economía será la de las máquinas
inteligentes.
En opinión de Klaus Schaw, en los próximos diez años
vamos a ser testigos de transformaciones más profundas que las experimentadas
en todo un siglo. La tecnología va a cambiar radicalmente la forma en la que
hacemos negocios, compramos y producimos, pero también cómo nos relacionamos,
accedemos a la información e influimos en la sociedad. Todos estos avances
científicos suponen una excelente oportunidad para la creación de nuevas
empresas que solucionen problemas de nuestro mundo. Termina el informe del
viejo profesor alemán, fundador del Foro, alertando de que está revolución
traerá en el corto plazo una importante destrucción de empleo por la
sustitución de infinidad de tareas cotidianas por máquinas mucho más
eficientes.
A muchos de los lectores les parecerá que el World
Economic Forum se ha convertido en una pandilla de cinéfilos fanáticos de la
ciencia ficción porque las máquinas no deciden hoy nuestras vidas. Por ello no
está de más dedicar unas líneas a explicar qué hay detrás de los conceptos que
han robado los principales titulares de la prensa económica estos años. Big
Data, Cloud Computing, 3D, internet de las cosas...con la demostración palmaria
de que la ley de Moore se está cumpliendo: tecnología cada más potente y más
barata. Tal es así que hoy cualquier pyme puede dar vida a sus máquinas con el
IoT (internet of things), fabricar desde casa objetos en tres dimensiones,
almacenar nosotros mismos y gratis en un espacio virtual más información que la
que jamás se ha generado en toda la historia de la humanidad o conocer el resultado
de las próximas elecciones analizando los millones de datos disponibles en la
red sobre los electores. Son sofisticadas máquinas las que están detrás de
todas estas megatendencias.
Pero si aun así quedase algún escéptico, como dicen
que todavía queda algún español sin haber visto un solo minuto de la Guerra de
las Galaxias, aquí van dos o tres datos más. En Estados Unidos los llamados
roboadvisors, robots financieros que a través de algoritmos crean
una cartera específica para cada tipo de inversor, cobrando comisiones tres
veces inferiores, son ya una amenaza real para los asesores financieros
tradicionales.
Watson, el sistema de inteligencia artificial de IBM,
arrasó en el Cifras y Letras yanqui, ante los mejores concursantes incluso sin
usar conexión a Internet. Por último más de 60.000 corazones en todo el mundo
están controlados por marcapasos que gestionan dos empresas operadas por
infalibles algoritmos que esperemos que nunca sean hackeadas por los mismos que
cada años roban millones de dólares a las multinacionales aun disponiendo,
estas, de los más avanzados sistemas de ciberseguridad.
Este nuevo mundo no escandaliza a los jóvenes que
están hoy educándose en las aulas. Es su mundo, se han socializado con internet
como aliado y sus amigos y parejas vienen de la red; se han educado encontrado
respuesta a sus incógnitas en los buscadores y están reventando el statu quo de
todos los sectores de la economía y también de la política. La llamada Generación
Z, además de haber llenado esta Navidad las salas de cine para ver las naves
espaciales de una película que tiene su origen en la época de sus abuelos, sabe
que el mundo está lleno de oportunidades. Ellos están inventándose nuevos
empleos como los hacker buenos; encontrando soluciones a problemas enquistados
como la financiación del emprendimiento con el crowdfunding o demostrando que
sigue mereciendo la pena luchar por causas tan nobles como la ecología, la
igualdad y la lucha contra el terrorismo, ahora usando las redes
sociales. Son la esperanza de que un mundo dominado por la tecnología será
un mundo más humano.
No podemos poner freno a ese torrente de nuevas ideas
que ebullicionan en las cabezas de los nuevos millennials. Y nuestra ceguera,
cuando no nuestros miedos, para asimilar la disrupción tecnológica, han de
transformarse en la catapulta que necesitan. Nuestra generación domina el
mundo, manda en las empresas, gobiernos e instituciones. Estamos a tiempo de
usar ese poder, que aún tenemos, para darles el impulso que necesitan para hacer
un mundo mejor.
Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor universitario
Iñaki Ortega es doctor en economía y profesor universitario
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