Recientemente hemos conocido que el Gobierno estudia una reforma de la ley de Extranjería con vistas a estimular la inversión inmobiliaria y reducir así el stock de viviendas vacías que todavía existe en nuestro país. El recurso a la inmigración selectiva como un instrumento de política económica puede sonar muy novedoso en España, pero lo cierto es que constituye una tendencia que, poco a poco, se va abriendo paso entre los países más avanzados. Lo cual, además de venir motivado por la necesidad de medidas que estimulen el crecimiento, es coherente con el hecho de que en la era de la globalización y el cambio tecnológico el factor humano tiene una creciente importancia en la actividad productiva.
Es, precisamente, esta
revalorización del individuo, basada sobre todo en su dimensión de fuente
inagotable de conocimiento y
creatividad, la que hace que ámbitos de
actuación gubernamental, como la educación, la sanidad o la propia legislación
inmigratoria, se hayan convertidos en claves a la hora de influir en la
prosperidad de un territorio.
La evolución de la estrategia de
promoción de la iniciativa emprendedora ilustra muy bien cómo el foco de la
actuación pública se ha desplazado gradualmente
desde la empresa creada a la persona que la crea. La aprobación de la ley Small Business Act en 1953 en los Estados
Unidos marcó el comienzo de este proceso marcado por el cambio de escala en los
motores del empleo y la competitividad en el mundo desarrollado, y que se ha
traducido en un creciente protagonismo de la pequeña iniciativa empresarial frente a la gran empresa.
Si bien ya desde finales de los
noventa se podía identificar en la política comparada una actuación
específicamente dirigida a elevar la natalidad empresarial, el nivel de
intervención todavía se situaba en la organización. Los instrumentos, por
tanto, continuaban siendo -con mayor grado de sofisticación, quizá- los mismos
que se venían utilizando desde los años 50: mecanismos de financiación blanda,
provisión de espacios de trabajo a precios competitivos, programas de
formación en gestión empresarial, etc.
Sin embargo, a raíz de las
últimas investigaciones que han revelando el carácter complejo del fenómeno
emprendedor, ha quedado de manifiesto que un enfoque que no incida en el nivel
individual y ambiental es claramente insuficiente. Algunos países pioneros en
la creación de ecosistemas emprendedores están haciendo un esfuerzo
considerable para coordinar esta actividad tradicional de promoción con la que
se lleva a cabo desde otras instancias públicas o privadas que son susceptibles
de influir en los niveles de emprendimiento.
La reducción de trámites,
licencias y plazos para crear nuevos negocios es una actuación que se inscribe
en este nuevo paradigma de la política de emprendedores y que se está
extendiendo en todo el mundo desarrollado, incluido nuestro país, aunque
conforme nos recuerdo cada año el informe Doing
Business no con mucho éxito.
Pero también se enmarcan en esta
estrategia los cambios que introdujo el Reino Unido el año pasado en su
legislación de extranjería a fin de favorecer la creación de startups de alto potencial. Y es que
facilitar el establecimiento de emprendedores foráneos constituye un claro ejemplo de cómo una medida en
principio ajena a la política empresarial pueden influir enormemente sobre
ella.
Canadá hace dos meses anunció que
creará también un nuevo visado para emprendedores, y en Estados Unidos la
propuesta lleva ya varios meses debatiéndose en el Congreso. Así pues, merced a
las novedades aportadas en el último estadio de esta política, la atracción de
talento empresarial se va a convertir en un campo de batalla más para las
naciones en la economía global, junto al comercio internacional, la inversión
extranjera y el turismo.
La creación en nuestro país de
una “visa” destinada a facilitar el establecimiento de emprendedores extranjeros, así como la contratación de
talento internacional por las startups españolas,
sin duda, favorecería la creación y expansión de “empresas gacela”, situando a
España en buenas condiciones para competir por las mejores mentes con las naciones
que ya han dado el paso y de paso el Gobierno respondería a una petición
unánime de los emprendedores españoles más exitosos.
Comoquiera que
sea, España necesita acelerar la transición hacia una “economía emprendedora” para volver a crecer y generar empleo
neto, y por ello es fundamental que las administraciones sigan apostando por el
apoyo a los emprendedores y las pymes con
un enfoque más amplio y mejor coordinado
de lo que se ha tenido hasta la fecha. En este sentido, un visado para los
emprendedores al estilo anglosajón demostraría que más allá de la retórica
vamos por el buen camino.
Iñaki Ortega es Doctor en Economía
Iñaki Ortega es Doctor en Economía
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