lunes, 2 de octubre de 2023

Mayores

(este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 2 de octubre de 2023)


Ayer fue uno de octubre. Palabras mayores. Y no me refiero al aniversario de los sucesos de Cataluña. Es normal que el lector lo piense porque llevamos unas semanas con la matraca de la amnistía a los condenados por saltarse la ley para convocar un referéndum de autodeterminación. Pero desde el año 1990 el primero de octubre es muy importante porque se celebra en todo el mundo el día de las personas mayores. La cantinela de los independentistas pasará -con o sin investidura de Pedro Sánchez- pero los derechos de las personas mayores seguirán reclamando la atención de todos nosotros. Eso sí es importante.

Este día internacional lo instauró la ONU para denunciar la discriminación de los que tienen más de cincuenta y tantos años. Jamás los mayores han tenido unas condiciones de salud, cuidados e ingresos como ahora, la paradoja reside en que coexiste con una discriminación lacerante de este colectivo. A este hecho se le ha puesto un nombre que es edadismo.  La palabra incluida hace unos meses en el diccionario de la lengua española alude a la marginación, cuando no exclusión, que se padece al entrar en la vejez. En el mundo laboral los trabajos apenas existen para los seniors por eso hay un millón de mayores que optan por ser autónomos para seguir activos. En el sistema sanitario persisten costumbres de considerar la edad como una enfermedad que ha de curarse exclusivamente con medicinas. En la publicidad es difícil encontrar una persona mayor que no esté enferma o impedida a pesar de la creciente esperanza de vida con salud.  En la política cuando se cumplen años comienzan las dudas y las insidiosas insinuaciones de retiro sin tener en cuenta la capacidad. El ocio parece que les está vetado años salvo sentarse en un banco al sol, cuando la realidad es que la jubilación es el momento del júbilo y las agencias de viajes, gimnasios y aulas de cultura están repletas de esta cohorte de edad. Hasta el sexo es una quimera, como recuerda la gerontóloga Maite Sancho, porque hasta hace unos pocos años en las encuestas públicas de hábitos familiares la pregunta de la práctica del sexto no tenía casilla de respuesta a partir de los 55 años.

Pero la peor de las discriminaciones es la que está cogiendo fuerza en los últimos tiempos que no es otra que enfrentar a los jóvenes con los mayores. Como si nuestra economía fuese un alambique de vasos comunicantes en el que los recursos dedicados a los seniors fueran en perjuicio de las oportunidades de los jóvenes. Es la peor de las acusaciones y la que más alimenta el edadismo y contra la que más hay que luchar. Una batalla en la que habremos de ir bien pertrechados. Con los datos, puesto que es radicalmente falso esa insinuación ya que los mayores siguen aportando a la economía con su trabajo, su consumo e incluso con el empleo no remunerado del voluntariado en los cuidados. La segunda y más potente de las armas para esta lucha será la dignidad ética para no perder ni un centímetro de lo que tanto ha costado lograr que no es otra cosa que por primera vez en la historia de la civilización ser mayor no es sinónimo de ser pobre.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR Y LLYC

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