(Este artículo se publicó originalmente en el periódico 20 Minutos el día 21 de febrero de 2022)
La enfermedad tiene sus primeras expresiones con la hipertrofia del ego, estos pacientes se convierten en pedantes, pierden la capacidad de sonreír y se les olvida hasta saludar por los pasillos. En esta etapa ya existen niveles importantes de bronce en la sangre, pero todavía no hay depósitos en los órganos, sin embargo, se hace fácilmente reconocible para los compañeros de trabajo (y los administrados) que no pueden soportarles.
Siguiendo al mayor estudioso de esta enfermedad el doctor Nicolás Hernández, la segunda fase de la broncemia es la inflamación de la importancia o importantitis. El paciente delira casi todo el día y pierde la noción de la realidad porque los depósitos de bronce se han acumulado en todo el cuerpo comprometiendo el cerebro. La incapacidad de mostrar atención y afecto a nada y nadie que no sean ellos mismos reflejan a su vez los depósitos de bronce en el corazón.
Para el doctor Occhiuzzi la fase terminal de la enfermedad es la inmortalitis, en la que todo el organismo ha sido infectado totalmente por los depósitos de ese metal y el paciente no solo se cree una estatua de bronce, sino que se comporta como tal. Siempre pavoneándose y hablando como si fuese a pasar a la historia, un prohombre antes de tiempo. Rígido, brillante y rodeado de una tropa de admiradores.
El doctor Cabrera, catedrático de cardiología en Madrid, ha preguntado a sus alumnos de la facultad de medicina por este mal, porque considera que es la nueva pandemia. Ha retado a los futuros médicos a que encuentren esta enfermedad en los acontecimientos de estos días. Y lo han hecho. Políticos que se dan mucha importancia ellos mismos, pero ninguna a sus votantes. Presidentes de compañías repletos de afectamiento que discursean y se van, porque para qué escuchar a sus subordinados. Compañeros de trabajo que no responden los correos, muy ocupados repartiendo tareas que deberían hacer ellos mismos. Colegas que desprecian al que no tiene su nivel jerárquico, como si no fuese el rango algo coyuntural.
Aunque no seamos estudiantes de medicina vemos la broncemia en los políticos que no escuchan a la calle y esconden sus fracasos con majestuosas puestas en escena y un verbo florido. En los presidentes de empresas que cambian equipos para que no les cambien a ellos. En los que se olvidan de tus malos momentos, pero siempre están en los buenos
Nuestro cardiólogo encuentra en
la intoxicación de arrogancia y soberbia la sintomatología evidente de esta
dolencia y por eso te ruego que la vigiles no solo en los demás, sino en ti
mismo. Y recomiendes su tratamiento urgente con altas dosis de compañerismo,
escucha y humildad.
Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC
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