martes, 14 de febrero de 2023

Cuesta arriba

(este artículo se publicó originalmente en el diario 20 Minutos el día 6 de febrero de 2023)


Será por el frío, quizás por los fuertes catarros de este invierno sin mascarilla o porque siempre es así el mes de enero… pero qué largo se me está haciendo este inicio de año. Tampoco ayuda la coyuntura económica: en lo que llevamos de 2023, la inflación ha vuelto a subir, el paro ha crecido y las hipotecas de nuevo se encarecen. Hasta Rafa Nadal que siempre nos da buenas noticias, ha caído lesionado en enero a las primeras de cambio en el Open de Australia. Ni siquiera este año las tradicionales rebajas -según el INE- nos han ayudado a aliviar los presupuestos familiares.

“La cuesta de enero” aparece todos los años por esta época para empinar la marcha del inicio de año. El origen de esta expresión reside en el siglo pasado cuando las tarjetas de crédito comenzaron a expandirse para financiar las compras personales. Con la Navidad los compromisos de gasto aumentaban y financiar el pago se convirtió en la fórmula para no quedar mal con nadie. Pero pronto llegaba enero y había que comenzar a devolver esos mini préstamos. Al parecer la causa de la frase también está en que en este mes se actualizan las tarifas de muchos servicios públicos, seguros y otros gastos como el teléfono. De ahí que desde hace décadas el mes de enero es sinónimo de un subidón de gastos.

En estos meses también aparece el “síndrome de la vuelta al colegio”, que en 2023 ha sido más intenso que nunca porque el pasado mes de diciembre fue de los menos productivos que se recuerdan con festivos y puentes prácticamente todas las semanas. El síndrome en cuestión supone para estudiantes y trabajadores un malestar causado por la falta de costumbre y por el lejano horizonte de volver a descansar. Fatiga, falta de apetito, dolor de estómago, tristeza, irritabilidad, trastornos del sueño y falta de concentración, dicen los expertos que son signos eso sí, pasajeros. A medida que se entra en la rutina, suelen ir desapareciendo.

Por último, está “el estrés del nuevo año”. La sucesión de metas y objetivos fijados en plena euforia navideña, en esta época empiezan a pesar como una losa. O peor aún, se convierten en frustración y ansiedad porque es evidente que no se van a cumplir. Nuestro nivel de exigencia ante estas promesas es altísimo y nos sometemos a una presión autoimpuesta que suele derivar en estrés. Además queremos cumplir con nuestros propósitos lo antes posible y esto nos lleva a intentar cosas que son difíciles de conseguir en el corto plazo. El ayuno voluntario que hice solamente el día después de Reyes ayudado por el empacho de roscón o las pesas envueltas en celofán que nunca serán estrenadas, estarían en esta categoría.

En mi caso todas las causas descritas hasta ahora me aplican y si se te ocurre alguna más, también. Solamente me consuela que como soy ciclista, las cuestas cuando se suben son menos peligrosas que cuando se bajan. Subir es duro y cuesta, pero si te caes no pasa nada; se coge la bici y vuelta a empezar. Siempre se llega, aunque tengas que poner pie en tierra alguna vez.

Iñaki Ortega es doctor en economía en UNIR y LLYC

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