jueves, 13 de octubre de 2016

Las fronteras y el talento

(este artículo fue publicado originalmente en el diario Cinco Días el día 13 de octubre de 2016)

Debería llamar a la reflexión el hecho de que mientras el candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, lleva meses utilizando el freno a la inmigración y el levantamiento de fronteras económicas como sus principales armas electorales, los seis estadounidenses que han sido galardonados esta semana con el premio Nobel en diferentes especialidades hayan nacido fuera de Norteamérica.

Curiosamente dos de esos nobeles afincados en Estados Unidos procedían del Reino Unido, donde los émulos británicos de esa corriente neoproteccionista, con Theresa May a la cabeza, anunciaron hace tan solo unos días que  no están dispuestos a esperar a la materialización del ‘Brexit’ para adoptar medidas que restrinjan la entrada de trabajadores y estudiantes en el país.

Este es el caso de Oliver Hart, nacido en Londres pero nacionalizado en Estados Unidos, quien junto al finlandés Bengt Holmström, ha recibido el famoso galardón de la academia sueca por sus contribuciones a la teoría de los contratos. Ambos académicos, que han pasado por algunas de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos como Harvard, Yale o Princeton, han desarrollado los aspectos económicos que subyacen a las relaciones contractuales ligadas a la remuneración de los directivos, las franquicias, los copagos en los seguros o la privatización de las actividades del sector público.

Los planteamientos de estos dos autores no dejan de entroncar con el “institucionalismo” de Douglass North, quien también fue acreedor de un premio Nobel en 1993 por explicar la economía como una extensión de la sociedad a la que sirve. Si algo define a las sociedades libres, para esta escuela, es la existencia de instituciones inclusivas que garantizan la igualdad de oportunidades. Y los contratos cumplirían esa misma función siempre que se interpreten ecuánimemente y mantengan un carácter pactado y libre.

Conviene recordar en este momento al filósofo vienés Karl Popper, que aunque no recibió el reconocimiento del Nobel sí supo cómo nadie plasmar en su ensayo “La sociedad abierta y sus enemigos” la necesidad de huir de la organización tribal y abrazar aquello que asegura la pluralidad. Exiliado en  Londres por el auge del nazismo en su tierra natal, este pensador alertó por medio de esta célebre obra publicada en 1945 acerca de los populismos y los totalitarismos, apostando por el Estado de Derecho.

Ese espíritu abierto a las ideas que hizo posible que Popper publicara en el Reino Unido la que sería su obra maestra es precisamente el que posibilitó varias décadas después que Hart y Holmström pudieran desarrollar su etapa académica más fructífera en el lado opuesto del Atlántico.

Pero las ventajas de hacer permeable un país al talento van más allá de la producción científica, como bien lo demuestran algunas de las startups globales de Silicon Valley que han sido creadas por emprendedores extranjeros afincados en Estados Unidos. Tal es el caso de Google, con un cofundador de origen ruso –Sergei Brin-; Tesla, a cuyo frente se encuentra un emprendedor nacido en Sudáfrica -Elon Musk-,  o de Whastapp liderada por un CEO que ostentó la nacionalidad ucraniana antes que la estadounidense.

La administración saliente en Estados Unidos tuvo tan claro que abrir el país al talento emprendedor era una fuente ventajas competitivas que una de las medidas por las que abogó Obama desde su primer mandato fue la creación de la llamada startup visa: una vía fácil y rápida para que los emprendedores de alto potencial de cualquier rincón del mundo pudieran obtener el permiso de residencia en el país. Lamentablemente el impulso presidencial inicial en el marco del programa Startup America se fue diluyendo en los ásperos debates que se han venido produciendo sobre la reforma de la política inmigratoria del país y  el proyecto de ley acabó atascándose en los complejos vericuetos del Congreso Norteamericano. Lo que no deja de ser interesante es que esta iniciativa fue fuente de inspiración para el gobierno británico de Cameron, que sí llegó a relajar la normativa de extranjería para facilitar la llegada de emprendedores extranjeros al Reino Unido.

En todo caso, ahora que todavía resuenan los ecos del nuevo proteccionismo en la convención Tory o los mítines del controvertido candidato republicano en contra de los trabajadores extranjeros, cabría preguntarse si científicos como Hart y Holmström, emprendedores como Sergei Brin, Elon Musk o Jan Koun habrían tenido la oportunidad de contribuir al progreso científico y económico de la humanidad de haberse topado en el momento de iniciar su carrera profesional con las mismas barreras que la nueva primera ministra del Reino Unido y Donald Trump están propugnando como respuesta a los problemas de la ciudadanía.

Iñaki ortega es doctor en economía y director de Deusto Business School


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