(este artículo se publicó originalmente el 16 de abril de 2018 en el diario La Información en la columna semanal ·serendipia)
En la lengua hebrea clásica la palabra chutzpah se usaba con un carácter peyorativo como sinónimo de
descaro, insolencia o desfachatez. Con el paso del tiempo el significado ha
migrado hacia lo que tiene la cualidad de ser audaz. En esta evolución de chutzpah desde la chulería a la audacia,
sin duda algo habrá tenido que ver el popular bestseller “La nación startup. La historia del milagro
económico de Israel” escrito por los periodistas Dan Senor y Saúl Singer. En
ese libro se explica el llamado efecto
chutzpah que no es otra cosa que la irreverencia con la que los estudiantes
se dirigen a sus profesores en la universidad,
cómo los empleados desafían a sus jefes, cuando los sargentos cuestionan
las órdenes de sus generales o los funcionarios ponen en duda los mandatos del
Ministro de turno. En algún momento de
su vida, un israelí aprende en la escuela, en casa o en el ejército que lo normal
es tener confianza en uno mismo y cuestionar las órdenes en base a tus
conocimientos. Eso te hace crecer a ti y a tu sociedad. Para Senor y Singer el
secreto de que Israel sea uno de los países más innovadores del mundo con miles
de patentes, cientos de startups de
éxito y decenas de premios nobeles a pesar de su situación geográfica y
política, está, entre otras cuestiones que analizan, en esa irreverencia que
hace que los israelís pongan en cuestión lo que dicen sus padres, jefes o profesores. De ese modo,
la ciencia y la economía ha podido avanzar increíblemente en dicho territorio
al no dar por irresoluble ningún problema a pesar de lo que generaciones anteriores
les hayan trasmitido.
Frente a esa chutzpah,
por estas latitudes estábamos más acostumbrados al principio de autoridad. Como
nos explica la epistemología el principio de autoridad es el procedimiento por
el que una proposición científica se acepta por el solo hecho de estar afirmada
en un texto considerado como cierto.
Este principio ha tenido no pocos cuestionamientos en nuestro país por
ejemplo en la Ilustración o con el darwinismo, pero un inane máster lo ha
acabado por enterrar definitivamente estos días.
El principio de autoridad era lo que argumentaba nuestro
padre al negarnos algo sin razonar y decía “cuando seas padre, comerás huevos”.
En el mundo de la innovación se ha rebautizado semejante principio como el
síndrome de NIH, acrónimo del inglés “not invented here” puesto que es lo que
aducen los veteranos directivos de una empresa para echar por tierra las mejoras
propuestas por los novatos. El aforismo que resume a la perfección el principio
de autoridad es “magister dixit”. Esta expresión tan vieja ha muerto estos días
con la actitud irreverente de los medios de comunicación al poner en cuestión
la versión de Cristina Cifuentes por mucha presidenta de una comunidad que
fuese o le apoyasen rectores y catedráticos. Detrás de “el maestro lo dijo”
desde la época de Pitágoras, pasando por los escolásticos en la Edad Media y
por los sucesivos Papas de la Iglesia, subyacía la idea de que el conocimiento
y la autoridad solo podían proceder de los llamados maestros y de la enseñanza
tradicional. El corpus intelectual, de hecho, debía considerarse inamovible y
por tanto contradecir al maestro, al Papa o al padre era casi como contradecir
a Dios. Era la garantía del mantenimiento de un orden que no podía ponerse en
cuestión por muchas dudas que cupiesen. Pero hoy la autoridad y el conocimiento
se han repartido conformando millones de micropoderes, como los ha bautizado el
genial escritor venezolano Moisés Naim. El orden ya no podrá basarse en el
miedo sino que conforme más micropoderes haya más residirá en la verdad.
Pero estas semanas también nos han servido para comprobar
cómo hay quienes entienden mal esa chutzpah
y creen que ser audaz, en estas latitudes, consiste en practicar el aforismo
“sostenella y no enmendalla” trufado de chulapismo de zarzuela. La irreverencia
hebrea no es chulería madrileña y no se puede llevar la contraria a todo el
mundo si no tienes la razón de tu parte. De hecho estos días con menos dosis de
costumbrismo de la Villa y Corte pero con más humildad las consecuencias
hubieran sido otras.
Por último y para esos que hoy usan esa valentía para escudriñar
expedientes académicos falseados, les pido que ellos también interpreten bien
el significado de la palabra chutzpah,
que no es otro que atreverse a poner en cuestión todo, no solo lo que se odia
sino también lo que ama. La tarea será ingente porque como nos recuerdan
recientes informes más del 70% de currículos de los candidatos a cualquier
puesto contiene falsedades.
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