Ahora que los movimientos antivacunas,
con la ayuda de internet y las noticias falsas, se han convertido en globales me
gustaría hablarte de estas medicinas. La vacuna toma su nombre precisamente de la
palabra latina vacca, ya que antiguamente
los que se contagiaban de la viruela animal por el contacto con vacas quedaban
inmunizados frente a la mortífera viruela humana. Inspirado en estas prácticas
el científico francés, Louis Pasteur, a finales del siglo XIX desarrolló con
éxito la primera vacuna para uso humano. A partir de entonces la vacunación se
convirtió en una obligación en medio mundo logrando, según la OMS, acabar con
más de veinte peligrosas enfermedades. El funcionamiento de la vacuna es muy
sencillo, simplemente se trata de inocular en un organismo una cantidad mínima
de agentes infecciosos para activar el sistema inmunitario e inhabilitar la amenaza.
A la vez se consigue el efecto más
importante, que no es otro que crear en el cuerpo un recuerdo, los anticuerpos,
una suerte de aprendizaje para cuando el ataque no sea tan débil pueda responderse
con garantías. Dos siglos aplicando vacunas han permitido la erradicación de la
viruela, varicela, tétanos o poliomielitis, pero últimamente ha surgido una insumisión
a este proceso con graves consecuencias, por ejemplo, el sarampión ha vuelto
fortísimo como enfermedad infecciosa. Los antivacunación se han apoyado en
bulos como la supuesta vinculación con el autismo o la imbatibilidad de la medicina
alternativa cuando no las acusaciones de una conspiración del capitalismo
contra el indefenso pueblo.
Como puedes comprobar mis
conocimientos médicos son escasos y lo que pretendo es encontrar un paralelismo
de las vacunas con el mundo de los negocios. Llevamos un tiempo en que las grandes
empresas de cualquier sector ven amenazadas su primacía por la irrupción de
nuevos operadores que usando la tecnología compiten en precio y calidad. Las empresas
más dinámicas han puesto en marcha procesos de innovación abierta para captar
ese talento externo; se trata de incorporar a la empresa nuevos perfiles, más
innovadores y diversos, de trabajadores o incluso fichar emprendedores de la
propia competencia. Inoculando nuevos valores en la compañía, como si de una
vacuna se tratase, consiguen generar un aprendizaje, unos anticuerpos, que les
permitirán ser más fuertes para enfrentarse a los nuevos operadores cuando se
conviertan en gigantes. Telefónica creó hace años un departamento para ello y
hoy todas las grandes compañías tienen las llamadas “aceleradoras”, es decir un
sistema para introducir pequeñas dosis de emprendedores disruptivos, para
aprender y conseguir extender -sin riesgos- a toda la compañía el espíritu
innovador de esos nuevos operadores. Si las grandes empresas quieren sobrevivir
al nuevo mundo de los negocios solo podrán hacerlo con los anticuerpos que provoca
un emprendedor dentro de sus viejas estructuras. Pero si en tu empresa todavía
queda algún jefe que despotrica de los emprendedores y minusvalora la nueva
economía, te pido que le metas en el mismo grupo que los antivacunas, es decir
nostálgicos en contra del progreso que solamente provocan desgracias.
Iñaki Ortega es director de Deusto Business School y profesor de la
UNIR
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